Capítulo veintisiete

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El día en que Jungkook conoció a Seokjin no fue tan genial como él pensó, pero sí tan memorable y especial que, aunque ese no había sido uno de sus mejores momentos, su hyung lo había convertido en algo más con su llegada, al igual que con su madre.

Jeon Jungkook, un niño solitario y de tez tan pálida que cuando este nació, su padre estaba preocupado debido al color de su piel, pero después el médico a cargo le comentó que era genético, y que con el paso del tiempo acabaría por obtener una bonita piel canela como su padre. Sin embargo, Jungkook creció teniendo la tez de su madre.

Nunca conoció a su madre biológica, esta había muerto cuando este nació debido a un desangramiento al momento de dar a luz. No pudieron hacer nada por ella, y entonces su padre tuvo que tomar la gran responsabilidad de cuidar un hijo solo. No había sido fácil, Jungkook había crecido tomando casi la misma personalidad que su papá: serio y muy introvertido, tanto, que sus pocos amigos eran su propio padre y un compañero de primaria. Pero todo en su vida cambió cuando Kim Seokjin entró a su vida, había sido como una patada, ya que el niño pelinegro y con cabello corto no tenía mucha experiencia conviviendo con las personas.

Había sido un día terrible para Jungkook, unos niños solían molestarlo por tener mutismo selectivo, incluso llegaban a burlarse de él por mantenerse siempre callado. Pero ese día habían ido demasiado lejos, y su amigo no estaba para protegerlo ni ayudarlo, era por eso que sus compañeros lo habían empujado al lodo, llenándolo de pies a cabeza. Su padre aún no llegaba por él, y Jungkook esperaba que se tardara un poco más, ya que así no vería sus lágrimas. Estaba escondido en una esquina, con sus rodillas en su pecho, mientras lloraba al ver todo su bonito uniforme sucio.

—¿Jungkook? —le habló alguien detrás de él, y el pelinegro se petrificó en su lugar —¿Jeon Jungkook?

El niño, que tan sólo contaba con cinco años, divisó a un niño que le doblaba en edad. Tenía el cabello negro al igual que él, y su rostro era muy bonito; pero Jungkook tenía miedo, miedo de que esa persona también le hiciera daño.

—Ey, Jungkook —volvió a insistir el chico, acercándose a él. Pero el niño pelinegro solamente se cohibió más, escondiendo su cabecita entre sus pernas —. No te haré daño, confía en mí. Soy Kim Seokjin, y desde ahora no dejaré que nadie te vuelva a hacer esto. ¿Está bien?

Jungkook lo había mirado brevemente y asintió con su cabeza, haciendo que Seokjin le sonriera y le tendiera una mano. El pelinegro tenía miedo, su padre le había dicho muchas veces que no se fiara de desconocidos, pero este tenía un aura que le hacía poder confiar y, sin saber por qué, Jungkook siguió al chico del que aún no conocía su nombre hacia la dirección de la escuela, encontrándose con una mujer muy hermosa quien tenía tomada la mano de su padre.

Ambos mostraban una expresión de horror en sus caras, y causó que el niño pelinegro bajara la cabeza, apenado.

—¡Jungkook! —exclamó su padre, y después la mujer se acercó hacia el niño, observando el cabello, su ropa y zapatos con dolor, abrazándolo sin importarle si ella también se ensuciaba. Jungkook se petrificó en su lugar, no sabiendo cómo actuar ante esta nueva persona que tenía enfrente.

Y desde ese momento, Jungkook conoció el amor de una madre, solamente que no se había percatado de ello.

—¿Quién te ha hecho esto? —preguntó la mujer, tomándolo de los hombros. Jungkook no podía mirarla fijamente, por eso había bajado su cabeza mientras negaba repetidas veces. Aunque quisiera decir quiénes habían sido, no podía hacerlo; él tartamudeaba cuando hablaba en público y temía que ellos se burlaran de la misma manera en que los abusivos de sus compañeros lo hacían. Su padre no lo haría, él era la única persona que no se reía cuando hablaba, y por eso mismo no tenía problema alguno con él.

Para volver a verte (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora