quattordici

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Jisung había recibido quejas y regaños de sus superiores todos los días, por estar llegando tarde a las citas y con un pésimo humor, viendo que se especializaba en pediatría, los padres terminaban discutiendo con él. Era cuestión de días, si no eran horas, para que lo despidan. No se iba a quejar, los Wong le pagaban mucho más a pesar de que debía tener un horario bastante flexible y bastante tolerancia para tratar con todos esos delincuentes groseros e ingratos.

Aprovechando que estaba libre porque su última cita fue cancelada ya que le gritó a una madre, decidió comer los caramelos que tenía en su consultorio y los cuales les daba a los niños.

—Me aburro. Debería renunciar —habló para sí mismo metiéndose un caramelo a la boca viendo la calle repleta de personas y los carros pasar.

—¿Por qué quiere renunciar, doctor? —. La repentina pregunta hizo que casi se ahogara con el dulce. Se volteó a ver a un chico parado a lado suyo.

—¿Disculpa? —dijo recuperando la compostura.

—Usted dijo que quería renunciar ¿Por qué? —. Jisung no estaba seguro de si quería conversar con alguien en esos momentos pero realmente no perdía mucho haciéndolo.

—He tenido algunos problemas en el hospital —. No era aquella la razón exacta pero servía como excusa.

—Todos tienen problemas, ¿piensa huir de ellos?

Jisung lo miró fastidiado de reojo, no estaba de tan buen humor debido a que la noche anterior tuvo que atender a un tipo de los Wong que tenía el brazo torcido, el cual lloraba como niña si lo dejaban opinar. Se quedó en silencio porque no sabía como responder a aquello sin sonar afectado.

—Oh es cierto entonces —habló después de un momento el menor apoyándose en la pared. Jisung estaba a punto de decirle que no se meta en sus asuntos y vaya a algún otro lugar a molestar a otra persona pero el menor añadió con una sonrisa —Está bien... huir de nuestros problemas.

Se observaron por un rato el uno al otro en un silencio que encerraba solo la burbuja en la que se encontraban, la cual repelía todos los demás ruidos molestos de su alrededor.

—¿Cuántos años tienes? —le preguntó por curiosidad, cortesía, por querer seguir la conversación, por ninguna razón quizá.

—Dieciocho recién cumplidos, doctor —contestó con una voz firme.

—¿Y tu nombre es?

—No se lo voy a decir. ¿Quiere seducirme? —dijo cubriéndose la boca con la intención de molestar al mayor y vaya que logró su cometido. Jisung sintió su cara arder y se quedó tieso tal estatua con el rostro rojo sin poder decir nada porque después de todo, nunca se la daban bien ese tipo de conversaciones.

—Oh cielos ¿En serio quiere seducirme? Usted siendo un doctor y yo un simple adolescente ¿Sabe que puedo acusarlo con la policía, no?

Jisung entró en pánico sin razón alguna, a pesar de que no quería nada con ese niño no podía evitar avergonzarse y sentirse intimidado por la desbordante confianza que tenía y lo directas de sus palabras. El menor se reía ruidosamente y Jisung poco a poco se fue calmando ignorando las miradas de las personas que los veían, a gusto en esa burbuja que ambos habían creado.

—¿Sabe que es de mala educación preguntar por el mío sin ni siquiera haberse presentado?

—Bien, bien —Jisung levantó las manos en alto mostrando su rendición. —Mi nombre es Jisung, puedes llamarme Dr. Park o señor, aunque eso me hace ver viejo.

—Yo soy Chenle, puede llamarme... —fingió pensar tocando su mentón con sus dedos —...solo Chenle.

Jisung recordó los caramelos que tenía en su bolsillo y se debatió unos minutos en si debía darle uno a Chenle, probablemente sería muy sospechoso que lo haga considerando que el era un hombre en sus treinta y cualquiera pensaría que intenta secuestrarlo o algo; además no estaba seguro de si lo aceptaría ya que siempre les dicen a los niños que no acepten nada de extraños, peor si es un dulce. En esos minutos inconscientemente sacó uno de los caramelos en su mano lo cual llamó la atención del menor.

—Si no me va a dar uno, no debió sacarlo —refunfuñó.

Jisung negó con la cabeza y se lo extendió pero el momento en el que chocaron sus manos sintió que hacía algo ilegal y retiró su mano rápidamente dejando caer el caramelo al suelo que rodó hasta llegar a la pista. Jisung se golpeó la cabeza mentalmente por su torpeza y Chenle desapareció de su vista, giró el cuello para verlo correr a la pista mirando solo el dulce que se encontraba en el suelo dejando de lado a la gente gritándole que era peligroso lanzarse así. Era hipócrita, todos eran hipócritas, gritándole que regrese y no haga cosas a lo loco pero nadie se molestaba en ir por él, nadie caminaba hacia él. Chenle recogió el caramelo con una sonrisa dándose cuenta muy tarde que un auto le tocaba la bocina desesperadamente a medida que avanzaba como si no pudiese detenerse... como si no quisiera hacerlo, perder su tiempo en frenar porque así era el ser humano.

Empujó a las personas alrededor sintiendo su sangre correr por sus venas alborotada y sus piernas moverse con rapidez mientras intentaba llegar a él extendiendo sus brazos para tocar su cuerpo y empujarlo con fuerza hacia el otro lado de la calle. Todo lo vio en cámara lenta, frustrado por no poder moverse más rápido, Chenle estaba allí de pie tan sorprendido que sus ojos saltarían de su rostro, sin una pizca de miedo reflejada, solo estando de pie quieto con el caramelo entre sus dedos. También vio con lentitud como llegó a él y ambos cayeron al suelo y rodaron hasta despejar la pista viendo un segundo después como el auto pasaba con un chofer furioso.

El tiempo volvió a la normalidad y luego empezó a agitarse, todo avanzaba tan rápido probablemente por el susto que se llevó y Chenle seguía tan fuera de sí por lo que acababa de pasar. Las personas los veían de lejos murmurando si se encontraban bien pero de nuevo esas palabras solo eran producto de su falsa moral intentando verse como buenas personas. Una enfermera se aproximó a ellos corriendo e intentó ayudarlo a levantarse pero Jisung rechazó y se apresuró en ver que Chenle no esté herido en algún lugar, su pantalón estaba ligeramente roto y tenía raspones pero nada por lo cual preocuparse.

—Dr. Park ¿se encuentra bien? —habló la enfermera evidentemente preocupada por el doctor.

Jisung no respondió y abrazó al menor quien se sorprendió tanto como él por la repentina muestra de preocupación —con un mínimo de afecto—, la enfermera se quedó en silencio pero las demás personas hablaban sin callarse, cotilleaban y luego de haberse cansado se dispersaban de una a una al notar que ambos no sufrieron algún daño porque si hubiera sido de otra forma, ellos seguirían allí y se amontonarían más.

El doctor le extendió su mano y Chenle la tomó parándose con un poco de dificultad y caminaron hacia el interior del hospital.

—Me alegra que estés bien —susurró sin verlo, confiando en que seguía a su costado.

Chenle iba en silencio aún sosteniendo el caramelo, era tonto como un dulce había hecho que se lanzara a la pista sin precaución. ¿Qué le diría el Dr. Park si le comentaba que sintió como ese auto chocó contra su cuerpo? ¿Pensaría que estaba loco? ¿El Dr. Park estaba enojado?

Llegó a su consultorio y lo hizo entrar para limpiar los raspones que se había hecho aún si no había necesidad. Ambos se mantuvieron en completo silencio todo el rato, encerrados en su burbuja.

—¿Por qué lo hiciste?

—Por el caramelo —. Una respuesta tan simple. Jisung enfureció.

—¡¿Por un caramelo?! ¡No me vengas con idioteces! —. Cerró fuerte los puños y mordió su lengua con tal de no gritarle más. Un caramelo, como si fuera un niño pequeño al cual le arrebataron algo. —¿Viniste con alguien? Dame el número de tus padres.

—¿Por qué? —. El enojo de Jisung no hacía más que crecer, a pesar de haber estado tan calmado hasta ese momento. —No es necesario que llame a alguien, discúlpeme por causarle molestias. Me retiraré de inmediato.

Chenle caminó hasta la puerta y salió con una expresión seria. Al final todos los adultos se comportaban de la misma manera, creyó que quizás Jisung sería diferente por el hecho de que arriesgo su vida por él pero uno se equivoca a menudo. Nada bueno sale de juzgar a las personas.

Sintió un jalón y el doctor lo encaró con el ceño fruncido mientras pacientes, doctores y enfermeros se detenían a ver la inusual escena.

—Si tanto querías el caramelo... yo podía haberte dado otro —dijo, siendo su frustración mayor que su enojo y cuando vio sonreír al menor dejando una pequeña abertura en sus ojos rasgados, todo desapareció a su alrededor y percibió lo dulce que era el muchacho al frente suyo.

toxic [nct/wayv au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora