otto

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Ambos se encontraban apuntándose con un arma. Había pasado ya un tiempo desde que Dejun reaccionó rápidamente y sacó a Berenice para no estar en desventaja con el otro que parecía inquieto con el hecho de que alguien lo reconoció. Dejun buscaba las palabras adecuadas para obligarlo a bajar su arma, no quería problemas y mucho menos matar a alguien, algo irónico considerando como se ganaba la vida, pero si la situación lo ameritaba tendría que jalar el gatillo. Su rededor le favorecía, estaban lo suficiente alejados de la ciudad y dudaba mucho que se encontrara alguien más en la casa.

Al principio no podía creer que se había encontrado con el ladrón más buscado en América. Era bastante famoso, el tema de conversación fueron sus robos por un largo tiempo a pesar de que éstos se daban en otro continente, muchos lo veían como algo merecedor de reconocimiento ya que al paso que iba, las autoridades no lograban ni averiguar su nombre o como lucía, todo sobre él era un misterio. Los americanos lo trataban como una persona con falta de moral de coeficiente intelectual muy elevado. De sus bocas salían insultos y quejas pero ellos mismos eran participantes de redes criminales, lo cual Yangyang encontró hipócrita.

Aún después de muchos robos, nadie parecía tener idea de como lo hacía. Las cámaras de vigilancia no mostraban nada, absolutamente nada al igual que las cajas fuerte de las que se hizo cargo. Se trataba de una burla, los cargos mayores no sabían como lidiar con tales robos y mucho menos con la vergüenza que les imponía esto mismo. Si las personas no tomaban en serio antes a los medios de seguridad y cargos de importancia, mucho menos lo harían cuando había un ladrón entre ellos que se paseaba libremente por las calles y quizás hasta se encontraba trabajando en bancos y viviendo completamente normal. Los demás países aprovechaban en reírse de lo patético que se veía una gran potencia. Fue entonces que desapareció, no se supo nada de este ladrón por aproximadamente tres años hasta que en 2016 ejecutó su último gran robo. Mayormente sus víctimas eran millonarios decrépitos que al igual que todos se jactaban de sus riquezas. Cuanto le molestaba a Yangyang sus expresiones de superioridad y falta de empatía con los demás. Al ver sus rostros arrugados llenos de crema y bloqueador solar tenía ganas de estamparlos contra el piso, hacer que sus diente que costaron un dineral caigan al suelo, rebanaría sus dedos repletos de anillos sin significado alguno y sus ropas tejidas con hilos de oro serían despedazadas.

Su último robo fue una planificación exquisita y quiso arriesgarse un poco más. De tal forma les demostraría que un solo chico de baja estatura podía hacerse con todo un país en su mano y disponer de éste como le plazca. La satisfacción de tener a esos en la palma de su mano era incomparable.

La ambición es el último refugio del fracaso.
—Oscar Wilde (1854-1900)

No creyó que un niño de cabellos rubios con una grabadora suponga tanto riesgo para él. A pesar de que solo un cuarto de su rostro fue capturado esto lo obligó a esconderse. Sus movimientos siempre eran hechos con precaución y premeditados pero ahora a sabiendas de que existía una imagen de él tenía que ser mucho más cuidadoso. Aún cuando el gobierno contaba con una imagen acertada de él no logró obtener los datos que hubieran esperado tales como su nombre o nacionalidad, solo una edad aproximada de acuerdo a como lucía pero con ésto no podían hacer mucho. Años pasaron y Yangyang se sintió seguro. Nadie parecía reconocerlo, sobre todo, porque llevaba un cubrebocas y gorro cada vez que salía, decidió aislarse y vender todos los objetos que alguna vez fueron de su pertenencia y empezar una nueva vida.

—Conversemos —habló Dejun. Sabía que Yangyang era alguien inteligente y no dejaría pasar una situación así.

Yangyang, luego de todo lo que pasó para salir del país y viajar hasta Corea no dejaría que un chico le impida tener la vida tranquila que quería.

—No diré nada. Nunca nos conocimos y se quedará así —fue su primer intento para salir de allí sin armar un gran problema.

Yangyang soltó una risa inocente y cerró los ojos por unos segundos sin bajar su arma.

—Oh estoy seguro de que no dirás nada, no lo permitiré —. Yangyang sabía que ese hombre que se encontraba al frente suyo no lo acusaría. Después de todo alguien relativamente bueno no estaría comprando armas ilegalmente.

—¿Y cómo harás para llevarte ese rifle? —bajó su pistola y rascó su nuca. Lo miró con cuidado. Dejun seguía alerta, con la mirada fija en él, lo cual le causó gracia, nunca antes alguien le había apuntado a Yangyang con un arma, siempre se las había arreglado para que nadie lo atrapara pero ahora, cuando tenía la guardia baja y había decidido cambiar de vida un hombre cualquiera podía acabar con su vida con un solo movimiento.

—¿Qué quieres?

Yangyang ladeó su cabeza confundido. El otro no confiaba en las personas a tal punto de calmarse luego de casi haber sido disparado. También estaba la opción de que Yangyang lo haya hecho para asustarlo esperando que pierda la calma. Dejun siempre decía que había que esperar por lo peor, aquella era la única forma de no fracasar.

—¿De ti? No quiero nada de ti —se burló con descaro. —Tengo todo lo que alguna vez quise y puedo conseguir lo que me dé la gana. Solo no quiero meterme en problemas por esa pequeña —señaló el estuche a la espalda de Dejun.

Se preguntaba el porqué tal derroche de confianza y como en pocos segundos había pasado de querer matarlo a hablarle amigablemente.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó por curiosidad. El ambiente era cómodo y el aura asesina que vio por un rato desapareció en el aire.

Yangyang sonrió como un niño y puso su dedo índice sobre sus labios guiñando el ojo.

—Es un secreto.

"Desagradable" cruzó por la mente de Dejun y recordó a Donghyuck.

toxic [nct/wayv au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora