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Viernes, un gran día para quedarse en casa, en la cama, comiendo algo caliente, como le gustaría eso, sin embargo esta sentado en la silla de su escritorio, pensando en la reacción de Imalay.

Estaba nervioso por lo que pudiese pasar. Su madre le había hecho pensar, buscar y analizar la mejor manera de pedir perdón en estos dos días. Era una tortura. Edward era muy....como decirlo, lento. Para estas cosas no sabía como reaccionar o que hacer. Sólo esperaba que lo perdonara por ser un idiota.

Se levantó de su silla, se acercó al gran ventanal que había en su oficina, se acomodó su corbata y suspiro. Estaba más que nervioso. A lo lejos vio a Imalay, con su pantalón negro ajustado y su camisa blanca abotonada que le sonreía al conserje.

¿Por qué no le sonríe a el?

"Estúpido, te detesta y ¿piensas que te va a sonreír?, estas mal"

"No me lo recuerdes, métete en tus asuntos"

¿Por qué estoy hablando sólo?

"Menso, que estas hablando con tu conciencia, ósea contigo mismo"

"Déjame"

Salió de su conversación interna y volvió en sí.

La verdad se había sorprendido por su vestimenta, casi todas las mujeres que trabajan aquí usan trajes demasiado escotados, que muestran más de lo que deberían. En cambio ella viene con su blusa, su pantalón y unas zapatillas negras. De alguna manera se ve sexy. Nunca puso reglas sobre la vestimenta, quien sabe si la persona no se siente a gusto con la ropa escogida. De alguna manera ella se veía sexy.

En su mente, no podía creer que estuviera pensando esto.
Había llegado una hora antes de lo habitado, sólo para arreglar todo.

Su manera de pedir perdón era algo que se usaba o se usa para conquistar a una mujer. Imalay era una mujer exótica, muy pocas tenían su sencillez, su timidez y su agresividad. A miles de kilómetros se veía que no era fácil de conquistar y eso era lo que le llamaba la atención a Edward. No dudaba en conquistarla, como tampoco dudaba en tenerla en su cama, estar abrazados o por lo menos obtener un beso de esos labios pequeños.

Ya se estaba imaginando muchas cosas.

Salió de su trance al escuchar la puerta abrirse de momento.

-¡¿Qué diablos Edward?!- Amy estaba alterada, no podía creer lo que había visto en el escritorio de Imalay. Es muy metida y tomo la carta que venía con el hermoso y gigante arreglo de girasoles.

-¿Qué sucede?- pregunto confundido

-¡¿Qué sucede?! ¿Y tu me lo preguntas? ¿Qué diablos es esto?- enseño la carta- Si estas tratando de conquistarla no va a funcionar- dice

-No sucede nada, yo te lo pregunto y eso es una carta, que por cierto estaba junto a las flores que están en su escritorio- le arrebato la carta- es mi forma de pedir perdón, aquí también le explico mis razones de mi comportamiento. No trato de conquistarla - contesto en orden y con un poco de humor.

Lo de conquistarla iba enserio, pero no se lo diría a esa chismosa que era su amiga.

Amy no podía creer que esto esté pasando.

-¿Cómo sabes que le gustan los girasoles?-

-Estuve detrás de mi hermano dos miserables días para que me lo dijera, ha tomado mucha confianza con ella en tan poco tiempo- gruñe. A Amy le parece chistoso, verlo así todo echo una furia por los celos a su hermano.

Se sentía frustrado, en cierto modo le atrae Imalay y que su hermano pase mas tiempo con ella no le hace ni chispa de gracia.

-Y te esta matando el echo de que Chaz sepa más cosas que tu ¿cierto?- sonrió

Déjate Amar(Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora