Capítulo 6

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Tiró el celular a la cama. Vuelve a sonar.

Como si se tratara de una bomba a punto de explotar me apresuro a apagarlo. Listo. No pienso encenderlo de nuevo.

– ¿Algún problema? –pregunta Daniel. Por primera vez en todo el día me olvido que está en la misma habitación.

– Eh…sí–vaciló a la hora de responder.

Me subo a la cama y dejo el celular en la mesita de noche, quito las sabanas y me meto dentro de la cama.

– Luces como alterada–me dice.

–¿Ahora te pones hablador?–masculló. Luego de un segundo me doy cuenta que eso solo debí pensarlo. No lo estoy viendo. Es bueno, creo que puedo hablarle mejor si no tengo que enfrentarme a su mirada.

–No–dice él–. No realmente, solo que parecía que como si un muerto te hubiera hablado.

–Un muerto hubiera sido mejor–digo mientras me muevo incomoda en la cama.

–Entonces era un exnovio.

Creo que nuevamente se me ha ido el color de la cara.

–No–respondo algo rápido.

–No me interesa si tú estúpido novio aún te pone nerviosa, si lo estas evitando o algo así. Solo lucías alarmada. Las chicas alarmadas son peligrosas.

–Gracias–digo medio refunfuñando–. ¿Siempre eres tan amable o sólo yo merezco tal privilegio?

¡PARA! ¡Dios, Elisah! Ahora empiezas a parecer patética.

Escucho una pequeña risa proveniente del suelo.

–No intento ser grosero, estoy siendo amable.

Patrañas.

–Tengo un diccionario en mi librero, deberías volver a checar la definición de amable, tal vez la estas confundiendo con arrogante.

– De acuerdo, basta. ¿Qué te hicieron que eres tan amargada? –pregunta.

Suspiro.

–No creo que te interese–respondo, es cierto, no creo que lo haga.

–Estoy intentando encontrar una razón lo bastante mala para que seas de esa manera–me dice.

–¿Me lo dices a mí? Mírate–respondo.

–Está bien, acepto que a veces no soy del todo amigable. Pero, no creo que debas amargarte la existencia. Tienes unos padres que te aseguro lo dan todo por ti, ni siquiera entiendo porque vives con Ellie. Conozco lo suficiente las colegiaturas de Bloud K para saber que cuestan  lo triple de lo que pagas por vivir aquí. Eres otra niña rica encaprichada.

Eres otra niña encaprichada igual a paciencia agotada.

– ¡Tú no sabes nada! ¡Deja de ser tan imbécil!–gritó. Esta vez me paro para verlo a los ojos. Que le den. – No sabes todo de la gente. ¡Tú no sabes nada! Así que te recomiendo que mantengas la boca cerrada,  querido niño sabelotodo.

Y como estoy segura que no podré dormir con toda esa adrenalina corriendo por mis venas me paro de golpe. Tomo un abrigo y salgo de mi habitación. Me lo pongo mientras me dirijo a la cocina. Busco en la alacena la única botella de tequila que hay, y es la única ya que soy la única de la casa a la que le gusta. No me molesto en tomar un vaso.

Voy hacía las escaleras de emergencia que hay afuera la ventana, dan a una avenida no tan transitada. Aun así se escuchan los carros pasar, la tienda de enfrente sigue abierta y su gran anunció aún brilla, unos chicos fuman en una esquina. La ciudad parece seguir con su vida. Me siento en las escaleras y abro la botella de tequila, y bebo. Tal vez beber sea una estúpida forma de arreglar los problemas, pero beber agua me seguiría haciendo sentir estúpida y furiosa, el tequila en cambio te adormece, con él viene una pequeña paz que no dura para siempre.

Cuando voy por mi segundo trago los chicos de la esquina se han marchado. Siento las lágrimas correr por mis mejillas. Ni siquiera sabía que ya estaba llorando. Estúpido Daniel por ser insoportable. Estúpida mamá por ser infiel. Estúpido Erick por llamar.

 Cuando me apresuró por el cuarto trago escucho a alguien salir por la ventana. Daniel. Genial..

– Yo…–empieza. Oh, no. No digas nada que me haga patearte el trasero–. Lo siento, fui un idiota. No debí hablar de más. Creo que te debo una disculpa.

Asiento.

–¿Puedo?–dice señalando el espacio a mi lado.

–Claro–digo. Me avergüenzo de mi voz ronca por el llanto pero el tequila aligera las emociones.

– Yo…no debí hablar tanto–dice.

–Está bien, fue suficiente escucharte decirte idiota–digo y medio río. Doy otro largo trago. Luego lo miró. Me está mirando sin rastro de expresión en su rostro. Esta vez es diferente. Daniel siempre luce serio, incluso cuando te mira parece hacerlo porque es necesario, no por su voluntad. Ahora simplemente parece observar algo. Como si realmente fuera su intención. – ¿Tequila? –digo dirigiendo la botella hacía a él.

La toma y da un trago. Cierra sus ojos y usa su mano para limpiarse su boca.

– Aquí en Londres no soportan el tequila–digo.

–Ustedes los americanos siempre están bebiendo cosas raras.

–El tequila es el mejor amigo de un despechado.

–¿Estas despechada? –pregunta, curioso.

Cambio mi postura para mirarlo fijamente. Tiene puesta su camiseta pero ni siquiera se molestó en ponerse su chaqueta.

–Encontré a mi novio a punto de tirarse a una chica en una fiesta donde estaban todos mis amigos–digo.

Le quito a Daniel la botella y doy otro largo trago.

– El mismo día que descubrí a mi madre siéndole infiel a mi padre en mi alcoba.

Esta vez es Daniel quien me quita la botella y da un trago.

– Eso es pura mierda.

Lo miró y le sonrió.

– Oh, sí que lo es.

No duele. No ahora. Ahora todo me da risa. Pero también quiero llorar.

Nos quedamos en las escaleras durante minutos…o horas. Bebiendo tequila. Sin decir nada. Y es el momento en el que más cómoda me he sentido desde que llegue.

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