C5. Amigos.

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—¿Qué es eso?—cuestiono lentamente y automáticamente el sonido de  la risa de Fernanda llena el aire

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—¿Qué es eso?—cuestiono lentamente y automáticamente el sonido de  la risa de Fernanda llena el aire.

—Una cabaña.—responde encogiéndose de hombros.—Pensé que eras más inteligente, California.—bromea pero yo me quedo en silencio contemplándola fijamente sin mover un solo musculo de mi rostro.—Ay, eres un amargado.—se queja entornando sus ojos.

—No eres buena con el sarcasmo, eh.—inquiero y ella arruga su nariz.

—En cambio a ti se te da tan bien, Joel.—murmura.—Es una cabaña, sí. Es algo así como un secreto…

—Está justo detrás del centro de la ciudad.—le recuerdo.—No creo que esto sea tan secreto de todos modos…

—Justo detrás del centro de la ciudad que está justo detrás de un bosque.—añade encogiéndose de hombros.—Jasper es pequeño pero todavía hay lugares que muchas personas no conocen…Alberta es un mal lugar para vivir si odias el frío…por eso muchas personas que todavía no se acostumbran a este estilo de vida prefieren el interior de las casas.

—¿Estás tratando de decirme algo?—cuestiono enarcando una de mis cejas de manera retadora. Fernanda deja escapar una risita de diversión y niega lentamente.

—No. Para nada.—responde.—¿Por qué? ¿Te suena familiar…?—murmura con una sonrisa irónica tirando de sus labios.

—Como digas.—me mofo.—¿No es ilegal irrumpir en una casa que no es tuya?—le pregunto  cambiando de tema y ella se ríe automáticamente.

—Lo es.—admite.

—¿Y no te importa?—Fernanda suelta otra risita y niega rotundamente antes de mostrarme un par de llaves.

—Dudo mucho que sea ilegal si la casa a la que entrarás es tuya ¿no te parece…?—responde guiñándome un ojo.—Vamos, Joel…quita esa cara de pocos amigos que tienes todo el tiempo…por eso no tienes amigos…

—No me interesa tenerlos.—confieso encogiéndome de hombros.—Y me gusta mi cara así que no pienso cambiarla de todos modos…

—Como digas…

—¿Entonces me vas a decir que hacemos aquí?—cuestiono y ella asiente mientras comienza a introducir las llaves en la cerradura de la puerta.

—Yo decidí venir aquí y tú decidiste cambiar de opinión y seguirme.—anuncia.
—Básicamente eso fue lo que pasó…

—Eres muy graciosa.—farfullo con molestia.

—Y tú muy amargado.—repone de inmediato.—Anda, entremos antes de que te congeles…

—¿Por qué me tratas como si fuera una niñita débil…?—me quejo y ella niega.

—No te trato como nada en particular, Joel. No seas paranoico.—replica.—Andando…—inquiere señalando el interior del lugar. Camino lentamente y cuando entro me quedo quieto contemplando las paredes del lugar.

INVIERNO|Joel Pimentel (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora