C17. Alucinaciones reales.

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Dejo salir el aire de mis pulmones de manera lenta y golpeo suavemente la puerta de madera que tengo delante de mí. Espero pacientemente por unos minutos y cuando estoy por volver a golpearla: cede.

Los ojos de Israel me observan fijamente pero no dice absolutamente nada. —¿Podemos hablar…?—cuestiono en voz baja.

—Si.—asiente.—Pasa…

Camino lentamente dentro de su habitación. Me quedo de pie en medio del espacio y contemplo las paredes tapizadas de poster de autos y patinetas.—¿Y bien…?—pregunta.

Me giro sobre mis talones y lo miro un largo momento.—Necesito que me ayudes…—decido y dejo escapar un suspiro.

—¿Y en que se supone que necesitas mi ayuda...?—cuestiona enarcando una ceja. Vuelvo a mirarlo y niego lentamente.

—¡Voy a volver a Canadá!—suelto con simpleza. Los ojos de mi hermano me observan fijamente  y se abren por completo totalmente llenos de sorpresa.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste.—decido. Tomo asiento en su cama mientras él sigue mirándome con fijeza.

—¿Qué es lo que te pasa ahora a ti…?—pregunta.—Digo, que tomes estas decisiones es algo…extraño…—comenta.

—Israel…no te lo estoy contando para que me juzgues, te lo estoy contando para que me ayudes.—le recrimino y una pequeña sonrisa aparece en sus labios.

—Tampoco es que esté juzgándote para nada.—se queja.—Joel…es que… ¿Por qué decidiste esto tan así de golpe…?—pregunta.—Es decir, adoro la idea de que por fin  hayas abierto los ojos, de que por fin te hayas decidido a ir por Fernanda pero… ¿Te has detenido a pensar un poco en lo que pensarán nuestros padres cuando les digas que irás a Canadá…?

Me quedo en silencio un momento procesando su pregunta y niego lentamente.—No, la verdad es que no…—hago una pausa.—¿Vas a ayudarme si o no?—cuestiono cruzando mis brazos por encima de su pecho.

—Sí, ya sabes que sí.—murmura dedicándome una sonrisa.

—Perfecto.

—¿Y a que se supone que quieres que te ayude?—pregunta en voz baja.

—Tienes que cubrirme con mamá…—anuncia lentamente.—Mi vuelo sale mañana por la mañana, se supone que iré a la universidad contigo…me aseguré de que mi vuelo saliera mañana después de la hora de entrada así que con eso supongo que no tendré problemas…—hace una pausa.—El problema vendrá después cuando se supone que tenga que venir a casa…así que tendrás que decirle que estaré en casa de Zabdiel…

—¿Y cuánto tiempo crees que tú que mamá se creerá el cuento de que estás en la casa de Zabdiel…?—murmura sin dejar de mirarme.—Digo, tomando en cuenta de que tú básicamente no has hablado con Zabdiel desde que Macarena murió…

—No por mucho tiempo, desde luego.—decido encogiéndose de hombros.

—Joel… ¿te das cuenta de lo que vas a hacer, verdad?—pregunta en voz baja.

—Israel…

—Me encanta el hecho de que por fin hayas abierto los ojos, que por fin hayas aceptado que venir a California de la manera en la que lo hiciste no fue la correcta…no me dejaste que le dijera nada a Fernanda y tampoco tuviste el valor para decírselo tú mismo…—hace una pausa.—Y ahora vas a ir por ella…es como una de esas películas románticas que suele ver mamá los sábados por la noche…—se ríe.—Pero en toda historia cliché de película hay un obstáculo…y ese obstáculo en cuestión es que la ciudad completa pensaba que eras un jodido asesino…

INVIERNO|Joel Pimentel (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora