Bebidas

786 88 19
                                    

Law's POV

- Y después tuve que arrastrar a Tashigi hasta su casa - concluye justo antes de coger el vaso y acabarse la bebida de un trago-. Otro por favor.

- Enseguida - contesta el camarero, yendo a por la botella de whisky.

- ¿No crees que deberías dejar de beber ya? - Pregunto, aún con la primera copa en la mano.

- Eres tú el que bebe muy despacio - rebate, dando un sorbo a su nuevo cóctel. 

- Algunos conducimos hasta casa - replico, dejando mi martini sobre la barra.

- Ventajas de vivir cerca del distrito comercial - dice, sonriendo y alzando el codo una vez más.

- Para los dueños de los bares es una ventaja, eso seguro. 

- En algo tendré que dejarme el sueldo - explica, encogiéndose de hombros.

- ¿Qué tal si lo gastas en algo más útil? Como un maldito psicólogo - me quejo, apoyando los codos sobre la madera y resoplando.

- No pienso ir a un loquero - espeta con brusquedad.

- Te recuerdo que tuviste que pasar por uno para entrar al cuerpo.

- Y no voy a poner un pie ahí nunca más - aclara, golpeando con fuerza el culo del vaso contra la barra.

- No puedes vivir sin dormir - digo-. ¿O crees que no me he enterado de que te pasas la vida en el gimnasio aún estando de guardia?

- Oh bueno, otro más - exclama, riendo molesto-. ¿Piensas que no sé que vas hablando por ahí de mí? Tú y mi jefe. Dejad de meteros donde no os llaman. 

- Fue a hablar el que el otro día me reclamó que no le respondía los mensajes - le recrimino, mirándolo a los ojos.

El silencio se implanta entre nosotros. La tensión podría cortarse perfectamente con un cuchillo. Ni uno, ni otro. Ninguno somos nadie para meternos en la vida del otro. Esa ha sido y será siempre la base de nuestra amistad. Como dos hombres solitarios y, por qué no decirlo, antisociales, que nos digan qué hacer y cómo vivir nuestras vidas nos revienta. Y quizá eso y el amor por el kendo, es lo único que nos une.

- Tch - suelta, llevándose el alcohol una vez más a los labios, pero parando en el último momento.

- Estamos hechos una mierda - afirmo, imitando su gesto, pero yo sí bebo.

- No hace falta que lo jures - admite, suspirando pesadamente y bajando la vista a sus pies.

Una vez más, el vacío del jazz sonando de fondo queda colgando en el aire.

- ¿Cómo está Kuina? - Pregunta de golpe.

- Igual que la última vez que preguntaste - contesto, una vez que he asimilado el trasfondo de la situación -. ¿Por qué no vas a verla si tan preocupado estás?

- Ni ella ni yo somos nada ya para el otro - su tono amargo y el gesto de desagrado deja claro que no está dispuesto a continuar por ese camino -. Además, ¿con qué cara iría verla?

- Tampoco creo que eso importe mucho.

Pese a que mis palabras iban totalmente en serio, Zoro emite una corta y seca carcajada, justo antes de darle un trago al whisky.

- Tienes toda la razón - admite, con una sonrisa en los labios-. Por cierto, discutí con tu amiga el otro día.

- ¿Amiga?

- ¿Por qué esa cara de sorpresa? - Cuestiona, con gesto divertido-. ¿Tashigi tiene razón y sois amantes?

Escuchar aquello consigue que casi escupa la bebida.

- ¿Te has vuelto loco? - Le digo, indignado-. ¿Cuándo he sentido yo aprecio por el sexo femenino?

- Oh bueno, a ella la llevas a cenar - afirma-. Un mínimo de aprecio debes sentir por esa fisioterapeuta.

- Oh dios mío... - susurro, llevándome los dedos a la cara y restregándome los ojos-. Es una conocida, nada más.

- ¿Llevas a todas tus conocidas a cenar a restaurantes tan caros?

- Ah... Está bien está bien - acepto-. Podría decir que es una amiga. Y no me recuerdes ese italiano, por favor.

Durante unos segundos me mira, muy fijamente. Con esa sonrisa que me deja claro como el agua de playa caribeña que este tema no se ha acabado, pero que, por el momento, no va a seguir insistiendo.

- Heh... Ya veo - dice, con una sonrisa aún más amplia-. Pero qué raro, pensé que te lo habría dicho.

- ¿No crees que estás hablando de más? - Le pregunto, pero al ver cómo mueve la mano en el aire, dando a entender que lo deje en paz y que estamos hablando de mí, comprendo que de esto sí que no voy a librarme-. No me habla de su trabajo. Ambos nos tomamos muy en serio el secreto profesional.

- Ya, algo así me dijo ella - admite, paseando el dedo por el borde del vaso-. Sois muy raros, en serio.

- Somos responsables, que es diferente - rebato, mirándolo fijamente. Va borracho, el alcohol está empezando a subírsele demasiado.

- Vaya, qué bien valorada la tienes - comenta, antes de sonreír-. Tú y todos. Hasta ese recepcionista pecoso. ¿Cómo se llamaba?

- ¿Ace?

- Eso - exclama. ¿Cómo carajo puede ser tan malo con los nombres? Aún me sorprende que se aprendiese el mío a la primera - Todos siempre diciendo lo buena, amable y dedicada que es. Pero a mí no me parece más que una chiquilla que no tiene habilidades sociales y no sabe hacer otra cosa más que trabajar.

Durante unos instantes, vuelve a callarse, como si estuviese pensando. Y después, de repente, ladea la cabeza, tal y como si hubiese descubierto América.

- Justo igual que tú - declara con una sonrisa socarrona.

- Venga, ya está bien - corto-. Te llevo a casa.

Dejo la copa, aún por la mitad, sobre la barra y me levanto para tirar del brazo de mi compañero de entrenamiento. Este se tambalea al ponerse en pie, y me veo obligado a sujetarlo por la cintura para que no caiga al suelo.

- Ambos sois unos tremendos y magníficos mentirosos - dice, riéndose tontamente, colgando de mi hombro.

- Sí sí. Hazme un favor y quédate frito ya, ¿quieres?

Oil (Zoro y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora