Una sola noche

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Zoro's POV

Sinceramente, no estoy seguro de lo que voy a hacer. Me he quedado solo en la habitación, dubitativo e incómodo. Chasqueo la lengua y me rasco la nuca. Si no fuese por los descerebrados de mis compañeros de trabajo, no estaría aquí. Observo la habitación con resignación: la luz es suave y la decoración sencilla y oriental. Pocos muebles, más allá de una cómoda de madera oscura, un biombo y la camilla de masajes. Eso sí, hay múltiples velas a lo largo de la estancia. Cierro el ojo y suspiro. Al menos huele bien.

- ¿Aún está de pie?

Automáticamente alzo la vista. Una chica pasa tras el biombo, secándose las manos con tranquilidad. Yo no respondo, simplemente me quedo observándola. Lleva el pelo recogido y un revelador kimono negro. Y, aunque no puedo distinguir mucho en la oscuridad, veo perfectamente su figura: esbelta y definida. Abro la boca, con intención de decir algo, pero las palabras no salen. Ella, ante el silencio, levanta el rostro y me mira. Nuestros ojos se encuentran durante unos segundos. Aún en la penumbra, detecto la cuestión en su mirada. Mis músculos se tensan y el nerviosismo aflora. Es cierto que la mujer que me guió hasta aquí me había indicado que me desnudase y me colocara bocabajo en la camilla, pero al estar dándole tantas vueltas al asunto, ni siquiera me había movido del sitio.

 La joven en respuesta a mi persistente mudez, me dedica una sonrisa. No enseña los dientes, tampoco se le forman arrugas en los ojos. Es un simple gesto de cortesía, pero consigue que me quede en blanco.

- Por favor, desátese la bata y túmbese bocabajo - me indica señalando la camilla sin perder la sonrisa.

En ese momento, mi mente vuelve de su viaje astral. Ella por su parte simplemente se da la vuelta y empieza a abrir cajones en la cómoda. Yo la miro durante unos instantes más, pero al final obedezco.

Cuando ya estoy acostado, noto como coloca una tela sobre mi cadera. Ya ha empezado, no hay vuelta atrás.

- Voy a utilizar aceite, si está frío dígamelo - dice, en un tono suave y tranquilizador.

Al instante, algo tibio cae sobre mi piel. Resbala y llega hasta la toalla que cubre la superficie. Un agradable olor a menta alcanza mis fosas nasales. La chica extiende el líquido por mi espalda y el masaje comienza. Noto la presión sobre los músculos, pero de alguna forma, el toque se siente suave. Cierro los ojos y respiro profundamente. Ya que estoy aquí, al menos debería disfrutar.

- ¿Le molesta la música?

- No, está bien.

Tardo unos segundos en contestar. Sinceramente ni me había dado cuenta de que hay música puesta.

- Está especialmente tenso, ¿ha estado estresado últimamente?

- Bueno, supongo que lo normal - respondo. Si estoy tenso es por el lío en el que me han metido-. Estar de viaje con tu jefe no es precisamente relajante, como comprenderás.

- ¿No me diga que es usted uno de los policías que se están hospedando en el balneario?

- ¿Eh? Sí - contesto-. ¿Por qué?

- Han dado mucho que hablar estos días - comenta divertida-. La gran mayoría de nosotros somos jóvenes. Hay más de uno con las hormonas revolucionadas.

- ¿De verdad? - Pregunto incrédulo. No me ha parecido ver nada de eso.

- Le aseguro que tengo compañeros que ahora mismo me tienen mucha envidia.

Se me escapa una pequeña risa al escucharla enfatizar la palabra "mucha".

- No sé de qué se ríe - dice manteniendo el tono fino que utilizan en todo el balneario, aunque el suyo es claramente más jovial que el de los demás-. No siempre tenemos a cuerpos tan bien formados por aquí.

- Eh... Me alegra poder alegraros la vista - digo divertido.

- El placer es nuestro - asegura riendo suavemente.

La chica continúa masajeando mi cuerpo, aplicando presión en los puntos exactos y provocándome una cálida y deleitable sensación.

- Bien, parece que ya se ha relajado.

- Eso es gracias a que alguien es buena haciendo su trabajo.

- Me honra que diga eso - afirma-. Pero creo que la tensión se debía más bien a que es su primera vez recibiendo este tipo de servicios.

- Ah... Sí - respondo tras suspirar-. En realidad ha sido cosa de mis compañeros. Yo no tenía intención de venir.

- Comprendo... - susurra-. ¿Entonces no desea el extra?

Vuelvo a tensarme. Aquí está lo que me ha hecho plantearme tantas veces el darme la vuelta y salir de la habitación. El silencio se instaura en la sala, sólo se escucha la música ambiental.

- No voy a hacer nada si usted no lo desea - asegura-. Aunque me temo que no va a recibir un reembolso por la cancelación.

- No lo he pagado yo, así que eso no me preocupa.

- Entonces, más libertad para decidir - dice, sin dejar su tarea-. En sus manos está.

Tardo unos segundos en contestar, cavilando con cuidado la respuesta. No es nada ilegal, así que no estaría mal... ¿no? Llevo mucho tiempo sin contacto físico después de todo.

- Está bien.

- En ese caso, dese la vuelta - susurra alzando un poco la tela que reposa sobre mí.

Yo obedezco y observo cómo lubrica sus manos con aceite.

- Conoce las normas, ¿verdad? - Cuestiona mientras desliza un dedo por mi abdomen, haciendo que se me erice la piel.

- S-sí - contesto, aún sabiendo que me va a costar mantener las manos lejos de ella.

Sin hacerse derogar, la joven hunde la mano bajo la toalla y toma mi miembro, ya a medio camino. Me avergüenzo de estar así nada más empezar, pero el espacio para ese sentimiento queda reducido a la nada en poco tiempo. El vaivén de su mano hace que me recorran corrientes eléctricas. Y no sé si es porque llevo mucho tiempo sin sexo o por su maestría en el trabajo, pero mi sensibilidad es tal que debo morderme el labio para acallar los jadeos. El ritmo es tan lento que resulta tortuoso, pero la sensación es sumamente placentera. La miro por instinto, aunque cierro el ojo prácticamente al instante. El roce se ha vuelto más rápido y brusco. Mis labios se abren, incapaces de mantener encerrados los suspiros. Esto es demasiado. No creo que vaya a aguantar mucho más.

Oil (Zoro y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora