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La música estaba muy alta, de la forma en que a Heejin le gustaba, y su cuerpo latía al ritmo de los graves mientras caminaba a través del bar lleno de gente. La adrenalina de la tarde todavía latía por sus venas y se sentía invencible.
La forma en que ella se movía atrajo a más de un par de ojos; Unos lo describían como un contoneo arrogante, otros como seguridad, y algunos simplemente lo llamaban "al acecho". De cualquier manera, los ojos y el interés la seguían, y Heejin notaba a casi todos ellos.

Era habitual en este tipo de bar, prefiriendo conocer gente donde no tuviera que perder mucho tiempo ni esfuerzo en la charla casual y las conversaciones del tipo «llegar a conocerte» que eran necesarias en otros lugares. No le iban los clubes de desayuno del domingo por la mañana o los muchos otros grupos sociales que llenaban la agenda de sus amistades, lo último que quería era una conexión a una profundidad mayor que a la que sus dedos podían ir dentro de una compañera igualmente dispuesta.

Encontró un rincón vacío por algún milagro, donde se escurrió en un espacio lo suficientemente grande como para pararse y mirar a la multitud sin necesidad de que sus vecinos la empujaran. Tomó un sorbo de cerveza y perezosamente escaneó a las personas en la pista de baile, enfocándose en las desinhibidas y las que parecían estar sin pareja. Las que eran sueltas y sin reservas en la pista de baile eran, casi siempre por igual, desenfrenadas en la habitación.

Hizo contacto visual con una muchacha de cabello gris hasta los hombros, vestida con la impresionante combinación de botas de combate y un crop top de encaje blanco. Sonrió cuando la chica no esquivó su mirada.

Una semana después de la conversación con su jefe, Heejin esperaba impaciente en la dura silla de plástico fuera de la oficina de Bang Seonghun, CEO de Bangsun Products. Distribuidor de suministros y equipos médicos, la empresa de Bang no podía competir con los grandes, pero prefería hacer negocios con las pequeñas clínicas y los médicos, los principales actores olvidados. Bangsun se enorgullecía de su servicio al cliente personalizado, pero se volvía cada vez más difícil ser competitivos con Love&Live o Cardinal Med.

A Jeon le había costado casi un milagro llegar a esta cita. En primer lugar tuvo que pasar por la asistente de Bang, convencerla de que no podía esperar hasta fin de mes "cuando el Sr. Bang estuviese disponible." La voz insolente de la mujer volvió a sonar cuando entró por la puerta. Para empeorar las cosas, Heejin había estado sentada en esa silla incómoda durante veinticinco minutos. Estaba a punto de decirle algo a esta señora, que prácticamente la había ignorado desde que llegó, cuando un timbre sonó y la mujer atendió.

—“El señor Bang la verá ahora.”

La castaña no se molestó con un gracias, encuadró los hombros y se dirigió a la puerta.

Lo primero que notó fue el tamaño de la oficina del hombre. Bang se puso de pie cuando entró, su brazo extendido en un saludo cortés, pero sin salir de detrás del escritorio de roble macizo.

—“Señorita Jeon, siento haberla hecho esperar.”

Aparentemente de unos treinta años, él medía por encima de los seis pies de altura, con pelo azabache, corto, engominado y bien peinado hacia atrás. Habló con el habitual acento de Seúl y su apretón de manos fue firme. Heejin se negó a decir el obligatorio "No pasa nada" o "no hay problema", porque no era así. Su tiempo era tan valioso como el de él y ella simplemente no le permitiría pensar lo contrario.

—“Señor Bang, me gustaría hablar con usted acerca de una oportunidad de negocios.” —Fue directo a la caza y se sentó en el sillón de cuero frente al escritorio sin ser invitada.

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