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Hyunjin recogió su maletín y la chaqueta de su traje mientras desde el altavoz llamaban a su vuelo. Fiel a la palabra de Bang, su amable asistente, Lee Chaeyeon, había trabajado con Renjun para reorganizar su agenda, y la semana después del Día del Trabajo estaba en el vuelo de las cuatro treinta a Hong Kong. Todos los asientos en primera clase fueron ocupados, excepto el designado como 2º C, y después de poner su maletín en el compartimiento superior se deslizó en el suave cuero. Se abrochó el cinturón de seguridad, y luego bebió un vaso de agua con gas que la azafata le ofreció rápidamente.
El hombre a su lado estaba absorto en su periódico, y ella agradeció el hecho de que él no estuviera interesado en la charla casual. Había estado en vuelos donde sus vecinos obviamente querían convertirse en los mejores amigos, así el viaje durara tan solo una hora.

Estaba cansada. Había salido a cenar con Jinsoul ayer por la noche y le contó acerca de la condición que Bang había puesto a sus ofertas por su compañía. Jung estaba tan sorprendida como ella y había comentado varias veces lo extraño que era este requisito. Luego, mientras le describía a Heejin, era como si ella estuviera sentada a la mesa. Recordó sus ojos oscuros y la forma directa y sin vueltas en que los miró a ella y a Seonghun.

Cuando Jinsoul sugirió que regresaran a su casa, Hyunjin se excusó, alegando su vuelo de hoy. Últimamente estaba cada vez menos interesada en el sexo. Cada una prefería dormir en su propia cama, al menos una de ellas tenía una reunión temprano al día siguiente. Pensándolo mejor, sus citas parecían más bien una obligación recurrente en la agenda de Hyunjin que una ocasión que ella estuviera esperando.

Abriendo la carpeta que Renjun le entregó en su camino hacia la puerta, se instaló a leer nuevamente el expediente completo sobre Jeon Heejin. Lo había leído ya varias veces, como era su práctica con todos los documentos importantes, pero cada vez que lo hacía encontraba otro atisbo de información o impresión de su adversaria. Le había impresionado que Heejin hubiese ido a Wharton, pero no le impresionó su elección de empleo. Su jefe, Min Donghyuk, era bien conocido por su avaricia. Él era, supuestamente, la persona a cuya imagen fue modelado Gordon Gekko de la película Wall Street. Min probablemente tenía la autoría de la frase más famosa de la película; "La codicia es buena", y recibía las regalías todos los días.

Su empresa pasó por encima a otras empresas como si fueran soldados de juguete, triturando y desmantelando todo a su paso, dejando nada más que un montón de dinero para sí mismo. Miles de personas habían perdido sus puestos de trabajo directamente por su culpa, y cuando los proveedores y clientes de las empresas que cerraron también tuvieron que cerrar, su codicia afectó a cientos de miles de personas más.

Hyunjin leyó la hoja de papel que detallaba la vida personal de Heejin. Era, sin duda, bisexual y sin ninguna vergüenza de su estilo de vida. No parecía tener una relación estable, pues las fotos mostraban a una persona diferente de su brazo cada vez que aparecía en público.
Una pequeña nota acerca de sus padres aseguraba brevemente que su padre vivía en un parque de casas móviles en Seongnam. No se mencionaban otros familiares. A decir verdad, no había ninguna otra cosa. Jeon parecía tener una vida personal escasa.

Estudiando la brillante foto cinco por siete de la chica, se sintió realmente rara. Heejin no miraba hacia la cámara, y su mirada sin un objetivo la hacía lucir inofensiva. Estudió la imagen con más atención ¿era su imaginación o había algo escondido en el interior de esas profundidades marrones?

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Heejin no podía esperar a salir del avión cuando aterrizó poco después de las ocho. Había estado viajando durante una semana, y este era su sexto vuelo en esos tantos días. Si tenía que sacarse sus zapatos y su laptop del maletín una vez más gritaría.

Había sido tan divertido cuando empezó a volar en primera clase por negocios... Cada viaje era muy emocionante y se sentía importante.
Nunca había volado de niña, sus padres eran demasiado inútiles como para mantener un trabajo, o ir a cualquier otro lugar que no fuese el bar del pueblo o al almacén más cercano para comprar cigarrillos. Jeon Doyoon no podía mantener ni un centavo en el bolsillo o un compromiso. Él jugaba godori con sus amigos todos los viernes por la noche, y entre la cerveza y su mala suerte, normalmente perdía más de lo que ganaba, dejando a su familia luchando por casi todo. Heejin se fue a la cama con hambre la mayor parte de su infancia.

Ella era objeto de risas y dedos apuntando cuando entraba en la tienda de comestibles enviada por su madre, que solía estar demasiado magullada o bebida como para salir de la casa. Sentía la compasión del dependiente cuando no tenía dinero suficiente para pagar por lo que necesitaban para pasar unos días más. A menudo le cobraba sólo la mitad de lo que llevaba a la caja. Ella no quería su compasión, pero el orgullo no llenaría su estómago vacío.

Lo único que recordaba del trabajo de su padre era que siempre estaba quejándose de él.
Sus amigos tenían padres que trabajaban y se tomaban vacaciones en Disneylandia, o en la playa, o simplemente visitando a sus familiares. Lo más lejos que ella había salido de la ciudad fue cuando se escapó con Eunbi a Suwon.

Heejin estaba terminando segundo año de escuela media, a punto de cumplir sus quince años. Eunbi cursaba también su segundo año, pero de secundaria, cuando se le acercó por primera vez. Kwon Eunbi, su primera novia de verdad, tenía mucha más experiencia en el departamento de relaciones que Heejin quien sólo había besado a un chico, su primer beso.
Kwon tenía un coche y una identificación falsa, y Heejin se enamoró por completo. Una noche, después de vagar horas por la calle como solían hacerlo casi todos los días al salir de la escuela, ella sugirió que condujesen a la siguiente ciudad y comprasen cerveza. Heejin se esforzó por actuar madura y sofisticada, pero cuando vomitó por todo el interior de su Chevy, supo que nunca volvería a ver a Eunbi de nuevo.

No fue hasta su último año de escuela secundaria que ella pensó en que alguna vez tendría una oficina, y mucho menos una oficina como la que ahora posee. Su consejero escolar la había animado a tomar la prueba de ingreso a la universidad pública, que podría ser su boleto a la educación superior.
El examen constaba de diez secciones, cada una de las cuales tenía que ser completada en una cierta cantidad de tiempo. Heejin terminó sección tras sección antes que nadie, y cuando bajó su lápiz por última vez, todavía quedaban cuatro minutos. Revisó dos veces sus respuestas y cuando el supervisor señaló que el tiempo había terminado, era un manojo de nervios. En el momento en que fueron despedidos, sus rodillas estaban temblando tanto que pensó que podría caer mientras prácticamente corría hacia la puerta.

Un año después, una beca para estudiar en la más prestigiosa escuela de negocios se la llevó a Estados Unidos y nunca miró hacia atrás. Su madre murió de neumonía el verano en que se graduó de la escuela secundaria, y nadie estaba allí para despedirla cuando se subió a un avión por primera vez, rumbo a otro continente.

Ahora viajar, incluso con el confort y las comodidades de primera clase, era sólo un dolor en el trasero, pensó, haciéndose camino a través de la congestionada pasarela.
Agradeciendo no tener que esperar equipaje, le hizo señas a un taxi y le dio al conductor el nombre de su hotel. Había estado en Hong Kong por negocios varias veces por lo que sabía un poco más de lo básico en el idioma.

—“Hemos llegado, señorita.” —Indicó el taxista, ayudándole rápidamente con su equipaje.

Heejin miró a su alrededor, observando los puntos de referencia, y le dio al atento conductor casi trescientos dólares hongkoneses.

—“Quédese con el cambio.” —Sonrió, agarrando su bolsa de viaje y su maletín.

El botones de inmediato tomó los dos elementos cuado ella entró al vestíbulo y se acercó a la mesa de registro.

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