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— ¡Joder, bajame! — grito de nuevo, casi contra su oído, mientras movía su cuerpo bruscamente sobre el hombro del castaño, el cual llevaba en silencio desde que se separaron de la chica.

Estaba enfadado, triste pero también sentía algo de miedo por lo que Luzu pudiera llegar a decirle. ¿Que tal si la chica dijo la verdad y ahora quiere terminar de forma definitiva? El no lo pensó, no llego a creer que todo el temita de la apuesta los iba a separar para siempre. Si, se sentía dolido e increíblemente molesto pero no era la primera vez que pasaban un tiempo separados por el error de alguno y una muy pequeña parte de el, su parte omega que confiaba instintivamente en el alfa, creía que tarde o temprano Luzu se acercaría para hablar sobre lo que paso, pero ahora ya no tenía ninguna necesidad de volver, había encontrado a su destino.

Si lo estaba llevando a su casa para despedirse con frialdad y luego agradecerle por todo como si fuera un simple empleado al que acaba de despedir, no quería escucharlo.

— Llegamos — dijo con neutralidad el castaño y antes de bajarlo, hablo de nuevo — no vayas a correr, Auron — amenazó con sutileza y dejó que sus pies tocarán el suelo.

— Luzu, déjame ir a casa — hablo, molesto y cuando Luzu negó con la cabeza, fruncio el ceño — ¡pero que pesado, sólo apartarte! — alzó la voz e intento pasar junto a el para salir pero no se lo permitió, usando uno de sus brazos como barrera.

— Vamos a hablar — dijo y ahora era Auron quien se negaba a escuchar cualquier cosa.

— No quiero, ahora déjame ir a mi puta casa — controló lo mejor que pudo el volumen de su voz y Luzu suspiro, cansado.

— Entonces no hables, sólo escucha — posó ambas manos sobre los hombros del pelinegro y dobló un poco sus rodillas para quedar a su altura — la mujer con la que venía hace un momento...— Auron cubrió sus oídos rápido al escuchar eso y empezó a tararear, como si fuera un niño al que están a punto de regañar, Luzu rodó los ojos — ¿en serio?

— ¡Puedo estar así todo el día, cerdo! — grito, sin saber muy bien que era lo que Luzu había dicho y siguió con su tararear.

¿Siempre había sido así de infantil? Apartó las manos de sus hombros y se cruzó de brazos, pensando en alguna manera de hacer que el terco omega le dejará explicar. Muchas maneras, algunas mejores que otras, pero finalmente se decidió por la unica que iba a beneficiarlo.

En un movimiento rápido pero delicado, llevo uno de sus brazos hasta la fina cintura del contrario y lo atrajo a su cuerpo, posando una de sus manos sobre su mejilla para unir sus labios en un baile húmedo y caliente que por poco distrae a Luzu de lo que quería en primer lugar y en cuanto Auron trato de separarse, empujándolo por los hombros, se alejó de sus labios para acercarse a su oído.

— Ella no es mi destinada — aclaro con un tono grave que hizo a Auron estremecer bajo su agarre y al notar como este se quedaba en silencio, aprovechó para aclararlo todo de una vez — si hubieras prestado atención lo sabrías pero... creo que eso ya no importa — se apartó de su cuerpo para mirarlo a los ojos y siguió acariciando su mejilla con ternura mientras Auron miraba a otro lado, con un leve sonrojo — lamento haberte ocultado lo de la apuesta, en serio lo siento... no pensé que fueras a enterarte pero aún así debí decírtelo — hablo desanimado y con cierta prisa, como si temiera que en cualquier momento fuera a dejar de prestarle atención — fui un imbécil y merezco todos los golpes que quieras darme...— agrego con la culpabilidad destacando en cada palabra.

Auron se mantuvo en silencio, uno que Luzu no pudo descifrar y se estaba poniendo nervioso al no saber si le estaba aplicando la clásica ley del hielo o simplemente no sabía que responder.

— ¿Por que tardaste tanto en disculparte? — pregunto con un extraño alivio y una obvia desilusión antes de alejarse de el, tomando el gorro de su sudadera para cubrir sus ojos y evitar que Luzu lo viera lagrimear. Eso era todo lo que quería escuchar — coño... ¿era tan difícil? — se quejó en un murmullo y con un hilo de voz que se clavó como una estaca en el pecho del mayor, haciendo que sus piernas flaquearan y que cada latir fuera doloroso.

Era la primera vez que lo veía llorar frente a el y se sentía horrible saber que había sido su culpa. Tal vez se estaba arriesgando a ser apartado pero aún así deslizó sus brazos por debajo de los hombros del omega y lo apretó con desespero contra su pecho, sintiendo los ligeros temblores de su cuerpo y la penetrante amargura del chocolate contra la nariz.

— Lo s-siento, no quería hacerte llorar... perdón — se disculpó de nuevo y lo haría las veces que fueran necesarias aunque sintiera que las palabras ya no eran suficientes.

— ¡Eso debiste pensar antes, mama-verga! — grito con molestia y se removió inquieto entre sus brazos, aprovechando el movimiento para hundirse más en el pecho del más alto, olisqueando sutilmente su fresco y relajante aroma. Ese era uno de los detalles que le gustaba de el, ese aroma ligero que no le hacía sentir dominado o sumiso — tal vez si te hubieras disculpado hace unos días no habría golpeado la puta pared de los cojones...— se quejó, más calmado, apartandose para enseñarle sus nudillos con un pequeño puchero y los ojos aguados.

— ¿Por que golpeaste la pared, Auroncito? — pregunto con una sonrisa divertida, tomando su mano y mirando más de cerca las pequeñas grietas que había en su piel.

— Pues estaba poniéndome muy nervioso y fue lo primero que vi — confesó — pero de saber que dolería tanto no lo habría hecho — admitió arrepentido y sin apartar la mirada curiosa del castaño, quien parecía a punto de hacer algo vergonzoso.

— Tal vez pueda hacer que duela menos — acaricio sus dedos con el pulgar y al tener la hipnotizante mirada grisacea sobre el, trago saliva — ¿me dejas intentarlo?

— V-vale...— acepto, no muy satisfecho con su desición y menos cuando vio la sonrisa victoriosa que se formó en los labios del mayor.

No le dio tiempo de pensar en lo que estaba a punto de hacer ni mucho menos de arrepentirse por haber aceptado, simplemente se inclinó con rapidez hacía adelante, para alcanzar su mano y logró depositar un dulce e inocente beso antes de que se quitará.

— ¡Pero... Luzu! — grito exaltado y con su corazón yendo a mil por hora, como si estuviera a punto de salirse de su pecho — no me lo puedo creer de verdad, mi niño... a veces haces cosas muy raras — hizo una mueca mientras veía su mano, aunque su sonrojo daba mucho que pensar.

— I love you, Auron — confesó sin pensarlo mucho y obtuvo una mala mirada por parte del pelinegro.

— Joder Luzu, en español — reprochó.

— Te lo diré después — dijo, mostrando una gran sonrisa y se acercó para besarlo de nuevo.

Esta vez fueron movimientos más suaves y con una dulzura que no se vio interrumpida por las clásicas mordidas del menor, quien parecía más concentrado en disfrutar cada cálido roce, cosquilleo y escalofrío que lograba provocarle el alfa con un acto que había estado evitando por mucho, mucho tiempo y que ahora le hacía querer más.

Necesitaba más, quería hacerlo mientras ambos se besaban y saber que se sentía cuando había algo más que simple química sexual. Quería hacer y probar lo llamado amor por primera vez en su vida y sólo podía ser con el, nadie más que el.

— Luzu...— hablo en cuanto se separaron para respirar — llevame a la cama mi niño — pidió en un inusual ruego y el castaño lo miro con sorpresa unos segundos antes de aceptar, deslizando sus manos hasta alrededor de su cintura para separar sus pies del suelo, sin mucho esfuerzo, y haciendo que por inercia rodeara su cuerpo con ambas piernas.

Auron soltó una risita sobre sus labios cuando empezaron a caminar directo a la habitación de Luzu, quien no podía evitar sonreír al sentir el cariño en cada beso, un cariño que creía haber perdido la oportunidad de conocer y que ahora se mostraba tan sincero frente a el.

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Aᴘᴜᴇsᴛᴀ [ꜰɪɴᴀʟɪᴢᴀᴅᴏ]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora