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Los grandes y brillantes colmillos a punto de clavarse sobre su cuello para dejar la eterna marca que lo uniría al alfa que estaba sobre el. Lo quería, nadie aparte de el sería suficiente y el destino era la prueba, pero no lo quería de esa manera.

Soltó un chillido inaudible para sus propios oídos y las esmeraldas que habían perdido su brillo hace nada, hundiéndose en una profunda y aterradora oscuridad, volvieron a la normalidad para hacerlo consciente de lo que el estaba a punto de hacer. Se alejó del tembloroso cuerpo del omega y un alivio le inundó al ver como aún no había hecho la marca permanente.

Esperaba que Mangel se levantará y entre gritos le pidiera que se fuera, eso era poco comparado con lo que se merecía, pero al no ver que se moviera, se acercó hasta donde descansaba y sus relajadas respiraciones le hicieron saber que se había quedado dormido.

Se quedó muy cerca por un momento, acariciando sus revueltos cabellos y antes de irse por donde había venido, busco algo con lo que cubrir su cuerpo para que no sufriera debido al frío y le dio un casto beso en la mejilla.

Espero un día me perdones, mi niña.

El no lo haría, su culpa le impediría dormir y su error le perseguirá cada vez que recordará como terminaron las cosas.

No quería hacerlo, nunca quiso mancharlo, pero la situación y sus jodidos instintos lo había superado.

El molesto sonido del móvil a su lado le despertó y después de tomar sus lentes de la mesita frente a el, vio el nombre en la pantalla y contestó lo más rápido que su cansado cuerpo le permitió.

— ¿Hola? — pronunció con una voz ronca y espero paciente la respuesta de su amigo más cercano — ¿Alex...? — carraspeo antes de volver a insistir y se enderezo para poner su espalda contra los cojines del respaldo.

— Siento llamarte tan temprano pero... ¿puedo ir a tu casa? — su voz se escuchaba cansada y antes de poder preguntar que era lo que pasaba, la manta que yacía sobre su cuerpo se deslizó hasta sus muslos, dejando ver el desastre que estaba hecho.

Dejo caer el móvil, llevando en un movimientos rápido ambas manos hasta su nuca y cuando pasó las yemas de sus dedos sobre su piel, soltó todo el aire que había estado reteniendo.

— ¿Mangel? — de nuevo escucho la voz de Alex y después de parpadear un par de veces, volviendo a la realidad, tomó el móvil entre sus dedos y respiro profundo antes de contestar.

— Claro que puedes, no tienes ni porque llamar — su voz salió neutral y después de despedirse, se levantó del sofá, sintiendo sus piernas temblar y un ligero dolor en la espalda baja, para ir a buscar algo de ropa limpia en su habitación y tomar un baño antes de que Alex llegará.

Cuando estuvo debajo de la calida y relajante caída del agua, los recuerdos llegaron a el como una avalancha, haciéndolo sentir una rara mezcla entre vergüenza y tristeza, la cual no se borró de su sistema ni cuando Alex entro a su casa con una expresión que dejaba en evidencia que el tampoco había tenido una buena noche.

— Pasa pasa — se hizo a un lado para que su ojeroso amigo entrará y, aunque sus sentidos no eran tan agudos como los de un alfa, percibió el apagado y denso aroma a vainilla —¿quieres algo? — el menor de ambos negó mientras tomaba asiento en el sofá para después hacer una mueca.

— Oye tío, ¿por que aquí apesta a naranja? — pregunto, cubriendo su nariz y mirando al de lentes, que lo miraba con un intenso carmín cubriendo sus mejillas. Oh no — Mangel, no me digas que tu y ese alfa...— se levantó rápido al suponer lo que había pasado y al no escuchar reproches, trago saliva en seco — ostia — expresó con asombro y casi deja escapar una risa nerviosa, pero al notar la expresión del contrario, fruncio el ceño — no me digas que ese hijo de puta te hizo algo, porque si es así...

— No... bueno, es complicado — lo interrumpió mientras jugaba con sus dedos debido a los nervios y Alex se cruzó de brazos, esperando una respuesta más clara — ninguno lo quería de esa forma... pero si lo queríamos — agregó finalmente y fue hasta la cocina para distraerse con algo, incluso si ese algo era sólo busca algo de beber.

— Vale, entonces... ¿estas más feliz que triste o estas más triste que feliz? — pregunto con curiosidad y se sentó sobre la encimera, observando los torpes movimientos del pelinegro.

— No lo se, Alex... no lo se — suspiro, dándose la vuelta y quitándose los lentes para limpiarlos — es que todo es tan... confuso — siguió frotando la orilla de su playera sobre el lente y no se dio cuenta que cada vez lo hacía con más brusquedad — lo quiero y se que me quiere pero... esa apuesta y luego... mi celo — unas gotas cayeron sobre el cristal y por un momento creyó que se trataba de algunas goteras — todo se junto Alex y yo... no se que aclarar primero — dijo entre sollozos e inhaló con fuerza cuando sintio su nariz floja.

— Tranquilo...— mencionó Alex suavemente y se acercó hasta donde el estaba para limpiar sus lágrimas con sus dedos, atrayendo su rojiza mirada. Era la primera vez que veía a Mangel ser vulnerable frente a el y la verdad es que no tenía ni idea de que debía hacer, ya que en su relación este tipo de situaciones siempre eran al revés, pero al menos iba a intentarlo — escucha, se que a veces las cosas no inician ni terminan de la forma que queremos...— mordió su labio, recordando — pero así es la vida Mangel... no conozco bien al alfa con el que lo hiciste pero, si estas seguro de que te quiere, ¿que importa como o por que inicio? — no era su mejor consejo y seguro Mangel habría encontrado palabras más adecuadas pero aún así siguió — a veces las mejores historias inician con una razón de mierda, así de claro te lo digo — ambos soltaron una amarga risa y Mangel lo envolvió entre sus brazos antes de que este lo apartara, no se sintió mal, así era el — bien ya esta, ahora... respecto a lo otro.

— Esta bien — lo interrumpió con una pequeña sonrisa — creo que ya se que hacer con eso... gracias — murmuró con más tranquilidad, viendo el sofá donde había ocurrido todo. Sabía que era lo que quería hacer pero aún había algo que lo detenía.

Alex.

¿Que pasaría con el si un día, por estar con el alfa, se olvida de ir a detenerlo? No podía sólo dejarlo a su suerte y arriesgarse a que saliera lastimado por sus propios sentimientos egoístas.

— Mangel — se giró para verle — haz cuidado de mi por mucho... mucho tiempo y creo que ya te mereces un descanso — dijo con tranquilidad, sabiendo que su amigo estaba pensando justo eso — ve a buscar tu felicidad y deja de volver por mi, lo digo en serio.

— Pero...

— Pero nada tío, ya soy un adulto y puedo cuidarme solo — interrumpió con falsa molestia.

— ¿Seguro que vas a estar bien? — cuestionó dudoso y Alex le mostró una amplia sonrisa.

— De puta madre y si no... se que tu estarás ahí para mi — respondió con cariño y cuando Mangel volvió a abrazarlo, no lo alejó.

Era un abrazo sin fuerza que más que cariño, transmitía agradecimiento por parte de Alex. Recordando todas las veces que Mangel lo detuvo de hacer alguna tontería cuando se pasaba de copas y todos los días que se quedó para consolarlo hasta la madrugada, escuchando sus quejas y sobando su espalda. Merecía ser feliz y si el era un impedimento para que lo fuera, se haría a un lado.

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Aᴘᴜᴇsᴛᴀ [ꜰɪɴᴀʟɪᴢᴀᴅᴏ]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora