Capítulo 11

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Cap. 11

Era de mañana. Mildred despertó aun desnuda bajo la manta. Toro vigilaba.

Luego a donde ella yacía. Intentó levantarse pero él le pidió.

- No, dulce wa'ippe (mujer)- dijo Toro- tú quedarte así...gustarme mucho...

Ella se ruborizó. Toro le ofreció café.

- Toma...estar caliente...

Mildred comenzó a beberlo. Él acarició su cabello.

- Dime, Toro, ¿cuánto tiempo estaremos aquí?

- No lo sé, Mil- añadió Toro- pero prometo que nada pasarte aquí.

- Sí, de eso estoy segura-asintió ella.

Mientras bebía el café, ella le preguntó.

- ¿Llevas mucho tiempo con el Llanero?

- No mucho- dijo él- lo suficiente para conocer bien a kemosabe John Reid y luchar juntos por justicia.

- Yo quisiera poder ayudarlos en lo que pueda. No quisiera que hubiera más injusticias contra los indios, como la que...ese hombre cometió con mi madre...

- Tu padre- comentó Toro.

Ella bajó la cabeza.

- Sí, mi padre...lo que no comprendo es...cómo su esposa accedió a adoptarme, sabiendo que era hija de otra mujer.

- Gran Jefe decir que mujer blanca quererte...él haber escuchado cómo cantarte para dormir...por eso él no intentar quitarte de ella.

Mildred comenzó a llorar. Toro se acercó y la besó tiernamente.

No fue necesario más. Ante aquellos besos de fuego, Mildred se derretía y se entregaba apasionada.

Sin embargo, Toro era aun más hábil y la vencía.

- Eres muy fuerte...-dijo ella dulcemente.

- Tú dominarme a mí...-señaló él mientras la recorría entera.

Ella le dejaba hacer sintiéndose profundamente amada y deseada por el comanche justiciero, quien le demostraba afanoso la pasión que guardaba para ella.

Pronto, la guiaba para enseñarle a disfrutar del placer que a ambos embargaba.

- Toro...-decía en medio del pasión- soy toda tuya...

- Kuuna wa'ippe (mujer de fuego)...-susurraba Toro, encendido de amor.

Sus movimientos los envolvieron en una danza festiva de deseo que culminó entre jadeos con el éxtasis mutuo.

Mildred descansaba en su regazo.

- Dime, ¿qué pensará la tribu?

- Todos decir que tú ser ya mi mujer...-dijo con orgullo Toro.

- Pero...¿sin estar casados?- advirtió ella.

Toro le sonrió.

- En cuanto poder, ir con tribu y yo reclamarte ante Gran Jefe- prometió.

- Será un gran honor...-dijo ella tiernamente.

Más tarde, se bañaron en el río, comieron carne de tlacuache y conversaban sobre lo que estaba por suceder.

De hecho, en Colby las cosas seguían muy difíciles.

Para Calvin Candie, era ya un hecho que Mildred Carter no volvería. Así que explicó eso ante las autoridades.

- La señorita Carter ha sido hecha prisionera y tal vez los comanches ya se hayan deshecho de ella. Así que yo alego la propiedad de su hacienda. Tengo documentos que me avalan con posible propietario.

John Reid estaba ahí.

- Pido a su señoría el plazo que otorga la ley para que se presente la señorita Carter. Si no lo hace, entonces el señor Candie podrá reclamar las propiedades.

El juez accedió.

- Tiene un plazo de cuarenta y ocho horas.

Candie necesitaba tiempo para poderse deshacer de Mildred o recuperarla pero no tenía idea de dónde se encontraba.

Más tarde, Mildred cabalgaba en Honey y Toro en Scout, cuando el Llanero los alcanzó.

- He venido a avisar. Tenemos un par de días para que Mildred se presente. Pero primero tenemos que deshacernos de los secuaces de Calvin Candie. En cuanto eso pase, Mildred deberá presentarse para recuperar lo suyo.

Toro asintió.

- Pronto hacerte justicia, hija de Chenoa.

- Yo sólo quiero recuperar la felicidad, Toro. Pero si al volver, puedo hacer justicia a todos, volveré cuando sea necesario.

El Llanero Solitario y Toro irían a planear el ataque.

Toro se despidió de momento de Mildred dejándola en buen lugar.

- Yo volver por ti cuando pasar esto...

- Lo sé...soy tuya, Toro...- dijo besándola tiernamente.

El indio justiciero marchó con John Reid.

- Nos veremos en breve, Mildred. Vigilaremos, no se preocupe.

- Gracias, John Reid.

Cuando se marcharon, Toro dijo a su amigo.

- Kemosabe, yo impregnarla de mi semilla...

- Espero que no te hayas equivocado- dijo John.

- ¿Tú equivocarte por amar a Rebecca?- preguntó.

- No, amigo...jamás pensaré que es una equivocación. Tienes razón...vamos...

TORO Y LA REINA DE CORAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora