Capítulo 1
John Reid y Toro habían llegado a la campiña tras un largo viaje de investigación.
- Ven, kemosabe- dijo Toro- comida estar lista.
- Voy, amigo- dijo John mirando su reloj.
Cuando estuvo cerca de las brasas, Toro le preguntó.
- ¿Tú poder ver tras la colina el lugar del oro?
- No exactamente, Toro- dijo John- tenemos que cruzar la ladera para llegar al extremo de Colby donde es posible que se oculten esos forajidos.
- Aquel extremo de ladera ser importante para tribu comanche- dijo Toro- algunos años antes, jefe haber sufrido por pérdida de hermanos y hermanas.
- Ya veo, supongo que todavía debe ser motivo de dolor- agregó John, bebiendo su café.
- Mucho- añadió Toro- jefe todavía recordar sufrimiento de mujeres y niños morir y caer al lago- comentó con tristeza.
John le palmeó el hombro.
- No te pongas así, amigo. Con valor debemos afrontar lo que venga.
- Yo saberlo, kemosabe- siguió Toro- por Gran Espíritu seguir luchando hasta vencer a los que sólo querer sembrar dolor en todos lados. Y...¿cómo estar mujer de ojos claros?- preguntó con interés.
- Bien, Toro, ella y Danny están bien. Los extraño pero ellos bien saben que no puedo estar tanto como quisiera.
- Así ser...ahora recordar, tú decir que encontrar pista de la llegada de Wendigo Candie?
- Sí, escuché cuando todos hablaban de su llegada a Colby. Pero tengo que verlo personalmente. Creo que estaré en el baile de gala que se dará en el centro dentro de dos días.
Toro asintió con la cabeza.
- Yo voy a revisar alrededores de ladera...voy a echar vistazo a las afueras, por si haber cuatreros o cómplices escondidos...
- Bien, Toro. Ahora, vamos a descansar...
Por su parte, en la casa de Mildred Carter, había una tertulia donde se jugaba a las cartas.
- Señorita Carter- dijo uno de los hombres- si sigue usted con esa racha nos dejará a todos en la calle.
- No se preocupen, señores- siguió la muchacha- muchos de ustedes tienen buena suerte, así que no deberían temer. Todavía tienen tiempo y suficiente para apostar.
La nana le hizo una señal.
- Con su permiso.
Cuando estuvo a solas con ella, la nana le pidió.
- Niña, será mejor que termines esta partida. Es tarde y ya tienes a estos caballeros sin efectivo.
- Lo sé, Clarence, pero tengo que averiguar más respecto al hombre ese que acaba de llegar a Colby.
- ¿Calvin Candie?
- Ese mismo. Creo que estos banqueros deben tener negocios con él. Y debo averiguar cuanto pueda del tesoro que pertenecía a mis padres.
- ¿Y por qué piensas que lo tiene él?
- Hay un documento sellado. Mi padre dijo que en él estaba toda la verdad. Y dentro de poco voy a descubrirlo. Pero creo que no voy a poder actuar yo sola.
Clarence intervino.
- ¿Has oído hablar de los justicieros? El Llanero y su amigo el indio.
Mildred sonrió negando.
- Sí, pero esas son patrañas, Clarence. Jamás los he visto. Esos deben ser unos bandidos de mediana fama. Esto es un asunto serio, Clarence. Voy a terminar la partida y los envío de vuelta a casa, ¿está bien?
- Así se habla, niña.
Cuando volvió, terminó la partida y respondió.
- Bien, señores. Se acabó, ya saben, para la siguiente, tienen que venir mejor preparados.
- No en vano la llaman "La Reina de Corazones", señorita.
Uno de ellos comentó por lo bajo.
- Ojalá pudiera ser la reina de un corazón...en especial.
- Ya llegará, Mr. Roberts, ya llegará. Por ahora, pueden seguir intentándolo. Por cierto, recuerden que todavía está pendiente la carrera de caballos.
- Hasta entonces, madame.
En cuanto ellos se fueron, se cubrió con su chal y salió a ver a su yegua favorita.
- Vamos, Honey...duerme ya, bonita. Es tarde.
A lo lejos se escuchó un relincho fuerte y claro. La yegua se emocionó respondiendo.
- Honey...eso no hace una señorita decente como tú. Ea, vamos a descansar.
Acarició su frente y se metió. Sin embargo, una luz en la montaña la hizo sentir extraña y débil.
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TORO Y LA REINA DE CORAZONES
FanficToro, el compañero de John Reid, tiene que colaborar con éste para deshacerse de un enemigo de Colby. SIn embargo, hay alguien que se interpone en su camino: la joven Mildred, a quien todos llaman La Reina de Corazones por una peculiar razón. Pero r...