Capítulo 4

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Capítulo 4

El baile continuaba.

- No comprendo de qué me habla, señor John.

- No se preocupe, ya comprenderá. Por ahora debería tener cuidado. Hace un rato la vi bailar con Calvin Candie y se ve que él ya tiene la mira puesta en usted.

- No sé a qué se refiere pero he de decirle que ese hombre no me interesa.

- Pero usted sí a él y no crea que por lo evidente.

La pieza se convirtió en una polka de varias parejas.

John Reid hizo una señal a alguien en el exterior.

Toro refunfuñaba.

- Kemosabe tardar demasiado. Estar bailando con la dueña de la yegua que gustarte. Debe estar hablando algo importante. Y yo también tengo que hablar con ella esta noche.

Scout sólo movió la cabeza.

- Tú burlarte de mí, caballo necio. Pero ver que yo tener razón. Y tú tener cuidado de no acercarte mucho a yegua.

Dentro, la pieza terminó.

Una vez que dejaron de bailar, Calvin Candie propuso:

- Señores, ¿una partida de cartas? Vengo de suerte, ¿quién acepta?

Mildred sentía que le sudaban las manos. Quería jugar, pero John Reid trató de evitarlo.

- No juegue con él, señorita.

- ¿Se puede saber por qué?

- Yo no sé si usted juegue limpio, al menos eso creo, pero él es muy tramposo. Ha jugado en muchos casinos y sus trampas lo han hecho ganar mucho dinero.

Pero la joven no le hizo caso y dijo:

- Lo lamento, será sólo esta vez.

La muchacha se armó de valor y dijo:

- Yo, señor Candie, estoy dispuesta a aceptar su propuesta.

Toro miraba desde fuera con extrañeza.

- ¿Por qué no salir, Kemosabe?

La partida de cartas comenzó. Mildred empezó con una buena mano. Candie trataba de superarla pero Mildred continuaba jugando bien.

En un momento determinado, parecía que Mildred perdería la partida. Tenía tan solo un par de reyes.

Candie miró su juego. Estaba seguro de tener flor imperial.

- Lo siento, señorita. Pronto tendré que ir a cobrar mi dinero.

Pero la mano de cartas le entregó a Mildred los dos reyes que faltaban.

- Soy yo quien lo siente, señor Candie. No por nada me llaman "la reina de corazones".

Candie se dio cuenta de que Mildred era una fuerte rival.

John Reid sonrió. Al menos eso la había salvado, de momento.

Más tarde, Calvin habló con ella.

- Felicitaciones, señorita. Veo que es usted una buena jugadora. Dicen que...afortunado en el juego, desafortunado en el amor.

- Puede que así sea, todavía no me he enamorado- dijo ella.

- Pues, quizás podría cambiar eso muy pronto, ¿no lo cree? Hay aquí tantos caballeros dispuestos a apostar todo por usted.

Mildred sonrió ligeramente.

- Podría ser, sin embargo, soy yo quien debe elegir. Y hasta ahora no ha habido ninguno.

- ¿Bailamos?

Ella accedió. Pero no le gustaba la manera en que la veía Calvin Candie.

Y a John Reid no le gustaba la forma en que ese hombre se comportaba.

El comanche seguía observando por la ventana. Su vista no se apartaba de su amigo y tampoco de la hermosa Mildred.

Scout le dio un pescozón.

- Sólo estar vigilando, no preocuparte.

Al fin, la fiesta parecía terminar.

- Nos vemos, señorita- dijo John Reid- y piense lo que le dije. Confíe en nosotros.

- No lo sé pero lo intentaré. Si me prometen que ese hombre no me hará daño.

- No se preocupe, estaremos al pendiente. Hasta pronto.

John salió por otra puerta.

- Vamos, Toro, hay que seguir a ese hombre pero debemos ser prudentes.

Mildred apenas logró ver el polvo que levantaban dos caballos cuyos jinetes los llevaban a toda velocidad.

Su yegua relinchó.

- No, por favor, ni lo sueñes, Honey. Será mejor que volvamos a casa. Pero debemos tener mucho cuidado. Vamos, mi niña, que debes estar preparada para tu carrera.

Cuando subieron al cerro, Toro preguntó.

- ¿Cómo estar la noche?

- Bien, amigo. Estuvo un rato Rebecca, pero tuvo que irse temprano.

- ¿Y la joven?

- Ella parece tranquila, pero estoy seguro que está preocupada por la llegada de ese hombre. Por cierto, es buena para los naipes.

- Yo darme cuenta, escuchar cuando llamarla "Reina de Corazones".

- Así es, así la llaman. Y muchos hombres la pretenden, aunque no sólo por su belleza.

Toro arqueó los labios.

- Ella no ser como ellos...

- ¿Cómo estás tan seguro?

- Ella ser hija de una comanche...-dijo Toro.

- No puede ser, amigo. Te equivocas.

- Yo poder demostrártelo- señaló Toro con una leve sonrisa de satisfacción.


TORO Y LA REINA DE CORAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora