El avión era pequeño, en él solo cabían diez personas. Era tan angosto que provocaba que me sintiera abochornada. Haley se sentó a mi lado sosteniendo una computadora en las piernas, la miré con odio, odiaba a esa tipa, además parecía estar atosigándome. Nueva York había quedado atrás hace dos horas, me esperaban otras cuantas horas de vuelo y Haley no parecía estar dispuesta a darme espacio para afrontar esta situacion; era tan molesta que se dedicaba a hacerme cuestionarios ¿para qué quería eso?
- la sangre que te sacamos hace un momento demostrará si has consumido sustancias nocivas- decía- el examen de comportamiento nos ayudará a entender como eres, debes contarnos todo lo que hayas hecho.
- eso es invasión de la privacidad- le dije, molesta- ¿por qué se preocupan tanto por mi?
- porque estuviste varios años en la sociedad sin que supieramos lo que hacías- Haley volvió los ojos a la computadora- ¿sustancias nocivas?
- solo un poco de crack, mentafetamina- sus ojos casi se salen de sus orbitas, con una sonrisa continué- ¿has probado la marihuana?
- eres obstinada, muy sarcástica- sus dedos se movieron a toda velocidad en el teclado.
- ¿ya acabó?
- no.
Para ellos yo era distinta pues haber estado sin su supervición en otra parte del mundo me convertía en su especimen más raro. No imaginaba como eran los otros chicos de allá, esperaba que fuera como una escuela en la cual hay personas con distintas personalidades, gustos, modas... Esperaba que fuera así.
- ¿como son el resto de los chicos como yo?- pregunté despues de un rato.
Haley sonrió al ver que por fin le preguntaba algo enserio.
- los OMG son como cualquier persona normal a diferencia de sus habilidades. Cuando los acogemos a los once años les enseñamos a ser obedientes, solidarios y estar dispuestos a servir al mundo.
- ¿qué significa OMG? Olvidas que soy nueva en este mundo.
- "nuestro mundo" es el mismo que el tuyo- contestó ofendida- OMG significa organismos geneticamente modificados. Y no, no todas las siglas son de una organización.
- respondiste la duda más grande de mi vida- contesté con una sonrisa sarcástica.
Haley torció los ojos y decidió ignorarme durante todo el viaje. Comencé a pensar en la isla. Y durante cuanto tiempo estaría allá, no me gustaba que nos vieran como organismos modificados genéticamente, seguro nos tratarían como esclavos buscando satisfacer los intereses de las grandes potencias. Odiaba este momento de mi vida, odiaría a los instructores e iba a odiar ser una esclava, no les iba a servir porque eso no estaba en mí.
Cada ciudad que cruzábamos se hacía más pequeña perdiéndose en la distancia hasta ser invisible. Mi corazón palpitaba con fuerza mientras nos acercábamos; sentía que estallaría pero no era para tanto.
El cielo se puso naranja, ví como se metió el sol, despues fue azul obscuro hasta que la luna se levantó y fue negro. Esperé el amanecer pero no pude estar despierta más tiempo así que cedí y me dormí. Abrí los ojos para presenciar el amanecer y ver a Haley dormida en otro asiento mientras el otro oficial que no me había dirigido ni una palabra me apuntaba con una pistola de dardos. «buenos días» pensé, con una mueca. Más tarde el sol ya había salido e iluminaba el avión a traves de las ventanitas, me dí tiempo de pensar en lo que me esperaba, todas esas pruebas anti dopping y exámenes de conciencia. Lo de las pruebas anti dopping sí que sería enserio, cuando le mentí a Haley sobre tomar mentafeminas y todo eso ví en sus ojos que me iba a matar. Podía hacerlo porque me daba igual.
Necesitaba hablarle a mi familia pero sabía que no me lo permitirían, necesitaba comer el delicioso desayuno de mi tío y necesitaba estar de nuevo con mis primos. No estaba conforme, cinco años fueron muy poco. ¿Cuantos años estaría aquí? Tendrían que entrenarme y amansarme- lo cual era imposible tratándose de Lena Adams- aunque eso podría ser posible. No me sentía dispuesta a dar todo por la seguridad y la paz, digo, era mi vida y solo una vez se vive ¡YOLO! Al parecer eso no volvería a aplicar.
- ¿estas pensando en tu familia?- preguntó Haley mientras se alisaba su rubio cabello con las manos antes de recogerlo en una coleta.
Torcí los labios ¿en quienes más pensaría?
- conforme pase el tiempo lo irás superando.
- ¿eso significa que no volveré a verlos?- pregunté con voz rota. Haley juntó los labios formando una linea recta, se acercó a mi y puso una mano en mi hombro. No me gustó su contacto.
- solo puedo asegurarte algo: volverás a verlos.
- ¿cuando?- me levanté del asiento emocionada.
- cuando termines tu entrenamiento y estes dispuesta a servir a nuestro propósito. Solo entonces.
Me desanimé al instante, eso sonaba a mil años despues. Si tan solo pudieran darme fechas exactas como cuando vas a la preparatoria y te dicen que durarás cuatro años ahí. Quizá esto era una preparatoria.
A las tres de la tarde Haley me ordenó ponerme el cinturón lo cual hice a regañadientes, estábamos por aterrizar y debía admitir que no me emocionaba, ni siquiera me ponía nerviosa.
El avión comenzó a dar sacudidas fuertes, entramos en un territorio irregular y cubierto de palmeras, seguro llovía demasiado aquí. Esas enormes plantas se tragaban el avión, de hecho me sorprendía que pudiera aterrizar en ese terreno tan irregular. Entonces tocamos la tierra y el avion se detuvo tras recorrer un pequeño trayecto.
- bienvenida a Tlopoya- exclamó Haley.
Miré por la ventanilla y arrugué la nariz, me llegaba un raro olor de afuera y no me gustaban las islas, preferiría cancún.
- ¿no pudieron escoger un mejor lugar?- me quejé mientras bajábamos del avión. Mis pies se hundieron en la superficie lodosa, odiaba ver mis zapatos sucios, en serio odiaba la suciedad cuando se trataba de mi ropa y de mí. Caminé arrastrando conmigo un montón de hierbas y hojas.
- la ONU decidió que Tlopoya era el lugar ideal para llevar a cabo este proyecto. Es un pedazo de tierra un poco apartado pero Brasil nos queda a dos horas en barco.
- ¡odio ese olor!- mascullé.
- te vas a acostumbrar.
Frente a mi encontré grandes edificios de sólida estructura, eran no muy altos y color café lodo. Había un gran espacio al aire libre donde ví varios jovenes entrenar y jugar por ahí. Se veían felices ¿cómo podían estarlo? Odiaba a esta gente extraña. Caminado desde la maleza a la puerta pincipal intenté estirar el cuello para divisar a los chicos pero Haley me jaló del hombro y me metió al edificio.
La recepción ni siquiera era una rcepción, solo un par de sillas y un escritorio vacío... oh, alguien acababa de llegar, la secretaría se alisó el cabello y saludó a Haley con la sonrisa.
- bienvenidas- nos dijo, se volvió hacia mi- te sentirás muy bien, hay tantos chicos y...
- entiendo- la corté de inmediato.
- Maigh ¿qué educación es esa?- me regañó Haley.
Sonreí de lado y contesté:
- la única que conozco. Por cierto, no me diga Maigh, ese nombre solo lo usan los amigos- deletreé la última palabra.
- ¿no somos amigas?- preguntó Haley con inocencia aunque tenía la impresión de que buscaba burlarse.
- no. Has fila con el resto de los alumnos que rechacé en la prepa, pero no te agüites pues quizas decida tolerarte algun día- solté una carcajada.
Haley sonrió forzadamente y abrió una puerta.
- ¿con que reina de la preparatoria, eh? Te puedo asegurar... que esto no se parce en nada.
Me encontré frente a un montón de escaleras que podían llevar hasta ocho pisos más arriba, miré a Haley esperando otro comentario jocoso.
- ¿modifican ADN pero no tienen ascensor? Losers- me burlé.
- por algo te dimos velocidad ¿no?- sonrió con amargura- los novatos usan la escalera, por un mes.
- yupi- exclamé mientras comenzaba a subir a toda velocidad las escaleras. Echaba miradas a mis espaldas de vez en cuando para contemplar con gusto como Haley debía retomar el aliento, la tonta no pensó que haciendome subir aquí tendría que venir conmigo para no perderme de vista y dar mil órdenes. Al poco rato comencé a cansarme un poco sin embargo continuaba volteando a ver atrás para ver sudar a la pobre tonta, sin embargo no la encontré. Me detuve en seco y comencé a buscar con la mirada los posibles lugares donde se había ido o escondido.
- aquí, niña- avisó como treinta escalones abajo.
Su sonrisa burlona demostró que lo tenía planeado. «buena jugada» pensé «veamos cuando decido superarla».
Bajé a grandes saltos las escaleras y con gracia entré por la puerta que me abría, me detuve en seco cuando vi el laboratorio, las mesas y muchas máquinas ademas de unos cuantos doctores. Caminé seria hasta ellos sin saludar, no entendía que iban a hacer ahora. Observé a las personas presentes incluidas las máquinas e intrumentos de laboratorio.
- bienvenida, Maighread Ulster- saludó un hombre alto y desgarbado que lucía un traje gris- soy Saorán Bodfrey, director de esta organización, nos da gusto tenerte al fin con nosotros.
No me agradaron sus palabras, ellos solo tenían intereses frívolos, pensar en ello la devolvía al pasado cuando me reclamaron por primera vez y despues a la segunda en la que me apartaron de mi familia.
- sé que estar aquí no es sencillo pero te acostumbrarás.
Saorán era un poco moreno, su postura desgarbada y sus ojeras lo hacían lucir un poco débil. Quizá el manejo de esta organización lo había agitado física y emocionalmente, quizá estaba sufriendo un cargo de conciencia por lo que nos hacían. Yo solo lo observé seria, sin demostrar ni una emoción.
- Maighread- dijo él- no te vamos a dañar, queremos que sientas que este es tu hogar.
- no lo es- susurré. Y nunca lo iba a ser.
- trataremos de que lo sea, somos tu familia.
- mi familia está en Nueva York- repliqué tajantemente.
Haley resopló con impaciencia. El director la miró sorprendido por verla impacietarse. Haley le tomó del brazo con delicadeza para decirle algo que probablemente se trataba de mí. Lo confirmé cuando el director me miró compresivamente.
- prosigan con las pruebas- ordenó.
Cuatro enfermeras, cuatro, se acercaron a mí con un extraño temor y me tomaron de los brazos suavemente para llevarme a una camilla. Me tuve que acostar porque ellas me hicieron hacerlo, me sacaron sangre, tomaron muestras de ADN e hicieron más cosas y procedimientos que dolieron un poco por los pinchazos de las agujas. Al finalizar alguien llegó a mi lado, me dió ropa nueva que consistía en una blusa blanca y un pantalón marrón. Al menos no eran horribles. Tras vestirme me llevaron varios guardias a otro edificio que para llegar me ví obligada a atravezar el patio trasero, o tambien como ellos lo llamaban: patio de entrenamiento. Ahí había muchos niños y jovenes que luchaban entre ellos con armas como palos, hacían maniobras de ciertas artes marciales, daban mil vueltas en una enorme pista sin cansarse tan rápido... había muchas cosas que podían hacer. Al verme todos se detuvieron, no pude evitar sentirme incómoda por el modo en que cien ojos se posaban sibre mi. Apresuré el paso sin fijarme en nadie hasta que ví a un grupo de chicos que estaban casi enfrente de mí. Uno era rubio y alto, con ojos azules, su compañero era pelinegro y de ojos café miel, y la chica que los acompañaba tenía ojos negros, rasgos asiáticos y cabello negro liso.
- háganse a un lado- ordenó uno de los guardias. Sin pensarlo, los chicos se apartaron con un movimiento rápido.
Mientras me alejaba miré atrás y capté las miradas de los tres sobre mí, llenos de curiosidad.
- ¿quién es?- le preguntaron a los guardias.
- un nuevo OMG- respondieron, con indiferencia.
¿Un OMG? ¿Solo así me veían? ¿Nos veían? Solté un gruñido, esos guardias me desagradaban al igual que todos los trabajadores de aquí. Solo quería llegar a mi cuarto y encerrarme para alejar mi mente de este lugar y esta gente y estos OMG. En cuanto llegué a mi habitación, entré y cerré la puerta con seguro antes de tirarme sobre la cama. No pensaba moverme durante un buen rato, aunque eso significara no poder salir a comer o a hacer mis necesidades, que más daba, estaba practicamente encarcelada así que no tendría ninguna diferencia estar todo el día en este nuevo cuarto que olía a quemado y acostada en una cama poco cómoda. Ni siquiera la almohada era tan buena, la funda era rasposa, justo como las odiaba.
Tras varios minutos los guardias ya no insistieron en que les dejara entrar, así pasaron las horas y toda la tarde: en completa calma. Me dedicaba a perderme en mis pensamientos, a extrañar a la familia que ya no veiría dentro de mucho tiempo y la vida que jamás volvería a ser mía. La última vez que me asomé a la ventana de la habitación en toda la maldita tarde fue para ver quienes y por qué hacían tanto relajo allá afuera. Como era de esperarse ví a varios de los chicos y niños jugando un juego de búsqueda de rehénes, según escuché como se llamaba, iban vestidos de negro y con armamento militar como entibalas, espinilleras y cascos y radios. Todos se veían contentos y corrían de un lado a otro fingiendo ser soldados en una misión. ¿Cómo podía gustarles esta vida o que los hubieran alejado de sus padres? Sospechaba que les habían lavado el cerebro o que habían sido sometidos a torturas electricas para borrar sus memorias... no dudaba que Haley pudiera hacerme eso, de por sí ya le caía mal. Sonreí ante tal hipótesis, tendrían que matarme antes que someterme.
Ya llegada la noche escuché a alguien tocar a mi habitación, cuando me dirigí a la puerta se escucharon los pasos de unas cuantas personas alejarse, al abrir encontré un paquete envuelto con un moñito rojo arriba que decía: bienvenida. Sonreí con amargura, tenía ganas de aventar ese regalo a quienes lo habían traido sin embargo esas personas ya no estaban aquí, si Haley o el director lo habían mandado no tenía problema con tirarlo por la ventana.
Cerré la puerta y volví a mi cama, coloqué el regalo en mis piernas mientras observaba la caligrafía de la letra, se veía muy perfecta, como Haley. Dí un jalón a la cinta y retiré la tapa sin mucho cuidado, dentro había mchos dulces que lucían deliciosos pero sobre todo había chocolates, mi debilidad. Me acerqué uno a la nariz para olfatearlo, gracias a mi buen olfato- obviamente porque era una OMG- comprobé que no tenía nada parecido a un veneno o laxante. Dí un mordisquito al chocolate y me deleité con sus sabor cremoso ¿era posible que hubiera un chocolate tan delicioso? Al parecer sí. Tras comerme el chocolate cerré la caja y la tiré al bote de basura, era lo único que pensaba probar, no lograrían ganarme con regalitos.
Dadas las nueve de la noche, otra persona se acercó a mi puerta y tocó, una y otra vez. No me importó nada, me quedé sentada en mi cama observando la puerta en total silencio, prefería fingir que ya estaba dormida. Al parecer la paresona detrás de la puerta mordió el anzuelo pues en unos minutos se marchó sin decir palabra.
Observé por última vez la ventana, ví a los jovenes terminar su juego, iban sonriendo y riendo, juntos, se dirigieron al edificio más pequeño que quedaba del otro lado, seguramente para cenar. Ellos parecían una familia de la cual yo no formaba parte. Yo era una acoplada, no pertenecía a este lugar. Mientras ellos cenaban yo estaba aquí sufriendo porque este día podría estar cenando con mi familia y no aquí encerrada en mi cuarto. Un río de lágrimas bajó por mis ojos, traté de evitar los sollozos fuertes pero no podía, lo último que hice en ese día fue sentarme llorando en el suelo hasta que mis ojos se cerraron.
ESTÁS LEYENDO
Un poder para el mal
Adventure¿Qué pasaría si un día descubrieras que no eres quien creías ser? Maighread Ulster es una adolescente que cree vivir una vida normal en un mundo normal sin embargo a la edad de once años es obligada a escapar de su hogar y a refugiarse en Nueva York...