Si no hubiera fumado marihuana y no me hubiera embriagado con esas cervezas, esa noche no hubiera dormido.
Me desperté en el sofá de Halsey, gracias a Diós que era sábado porque no creo que hubiera podido asistir a clase con la resaca que llevaba encima.De un salto me levanté del sofá, me duché en el baño de Halsey y me bebí un café a toda prisa.
-¿Ya te vas? -dijo una adormilada Halsey entrando a la cocina. Bostezó.
-Sí, Billie me avisará en cualquier momento. -corrí hacia ella, besé su mejilla y salí a toda prisa de la casa.
No quise despertar a Lauren para que me llevara así que corrí hacia mi casa. Después de diéz minutos sin casi respirar y sudando cerveza hasta por las orejas, llegué a mi casa.
Me moría por ver de nuevo sus ojos azules, su sonrisa, sentir de nuevo su aroma, abrazarla.La extrañé demasiado.
Cuando llegué a casa mi madre no estaba, debía trabajar este sábado y mi padre los fines de semana trabajaba por las mañanas.
Nada más sentarme en el sofá y suspirar, llamaron al timbre. El corazón me dió un vuelvo y con las piernas temblorosas, caminé hacia la puerta y abrí.
Cuando abrí la puerta me encontré a Billie junto a Finneas frente a mi. Inmediatamente mis ojos se llenaron de lágrimas.
-Billie... -susurré.
Agaché la mirada y vi su pierna vendada, sujetaba dos muletas con sus manos.
Cuando subí la mirada de nuevo, sus ojos no lloraban de felicidad.
Me acerqué a ella y dejó caer su cabeza sobre mi hombro, tiró las muletas al suelo y mientras se aguantaba con una sola pierna, me abrazó por la cintura.-Mi amor... -dije apretando mi agarre.
Si aroma inundó mis fosas nasales, mareándome y acelerando aún más mi corazón.
Su cabeza se escondió en mi cuello, inhaló sonoramente y con un largo suspiro, soltó el aire.-¿Qué ha pasado? -pregunté separándome de ella, pero solo lo suficiente para coger sus mejillas entre mis manos.
Se encogió de hombros, miré a Finneas y le sonreí. Se le veía pálido y serio.
-Mejor os dejo a solas. -dijo el chico alejándose de allí.
Arrugué mi entrecejo, pero me agaché para darle las muletas a Billie, se las tendí y entramos al interior.
Se fué en silencio hacia el sofá, se sentó y tapó su cara con las manos.
Me estaba asustando.-Billie, llevas cinco días desaparecida, ayer me llamas de esa manera y estais todos muy raros. Díme de una vez que pasa. -supliqué sentándome a su lado.
Verla frente a mi infló mi pecho de felicidad, tenerla delante de mi en persona y no en la pantalla del móvil provocaba que sonriera interiormente. Aunque por fuera estaba preocupada, demasiado.
Sus ojos me miraron, bajo la luz que iluminaba mi salón la pude notar más pálida de lo normal. Tenía ojeras bajo sus ojos y su labio inferior no paraba de temblar.
Ese fuego azúl y abrasador estaba apagándose, y no sabía la razón.-Solo me hice daño en la rodilla cuando bajé del escenario en el último concierto. -explicó. Su voz... cuánto la extrañé.
Miré sus manos, estas temblaban.
Las cogí entre las mias y acaricié su piel.
Apartó la mirada de mi y miró al frente.-Me he... me he acostado con chicas durante estos meses. -dijo dejando de llorar, mirándome con la mandíbula apretada y una mirada fría como el hielo.