~Chapter 17~

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Los días pasaban, y nuestras esperanzas de que Billie se despertara un día sintiendo de nuevo sus piernas, disminuían con cada amanecer.

Cinco días desde su operación, y seguía sin sensibilidad.

Para mover a Billie hacia el baño, los doctores tenían que alzarla en brazos, sentarla en la silla de ruedas y una enfermera debía entrar con ella para ayudarla a sentarse en la taza.
Cuando acababa, volvía a entrar, limpiaba a Billie y repetían el mismo movimiento para acostarla de nuevo en la camilla.

Ella no me lo decía, ni a mi ni a nadie, pero en sus ojos apagados podíamos ver que esto no le gustaba, que esta no es la vida que ella quiere.
Obligatoriamente debe de depender de alguien para que la ayude en cualquier cosa que quiera hacer, y Billie se sentía inútil.

Lo mejor de todo durante esos días fué cuando grabó un video y lo subió a su Instagram.
En ese vídeo, mientras explicaba que estaba viva y todo lo ocurrido, sonrió de una manera que nos iluminó el alma a todos.

Por supuesto, sus fans enloquecieron, lloraron, e incluso nos enteramos de que muchas personas se desmayaron al escuchar la noticia y al volver a ver de nuevo el rostro de su ídola.
Las cadenas de radio y televisión atacaban como locos a Finneas y a los otros productores, pedían casi arrodillándose una entrevista con ella, o un programa de radio.
Pero por el momento, ni Billie ni su familia estaba dispuesta a hacerlo.

La gente podía respirar tranquila al saber que ella estaba viva, y eso era suficiente.

Me encontraba con Lauren en la habitación, Billie estaba concentrada en su tablet escribiendo algo desde hacía horas.
Yo, desde el sillón frente a la camilla, no podía dejar de mirarla. Sus movimientos, sus suspiros, cuando arrugaba sus cejas... mirarla mientras está concentrada es uno de mis pasatiempos favoritos. Bueno, mirarla haciendo cualquier cosa, a decir verdad.

-Se te van a caer los ojos si la sigues mirando así. -dijo Lauren a mi lado.

Reí bajito y me sonrojé.

-¿Tú la has visto? Como para no mirarla... -contesté soltando un suspiro.

En ese momento Billie soltó una risita y sus ojos se levantaron de la tablet para dirigirse a los mios.

-Os he escuchado. -dijo.

Le mostré la lengua haciendo una mueca y volvió a reir.

-Bebé, ¿tú me amas? -preguntó dejando la tablet a un lado.

-Me sorprende que aún te lo preguntes. -contesté.

Se hizo a un lado y palmeó las sábanas.
Con una sonrisa gigante y mis mejillas rosadas, me acerqué a ella y me estiré a su lado.
Inmediatamente nos abrazamos, mi cabeza estaba sobre su pecho y su barbilla en mi coronilla. Dejó un besito ahí mientras sus brazos me apretaban fuerte.

-Pues, si me amas, quiero que me hagas un favor. -me dijo.

-Lo que quieras. -contesté.

-Quiero que vayas a casa, te des una ducha lo más relajante que puedas, comas algo caliente y duermas por horas.

Levanté mi cabeza de su pecho y la miré de cerca. Mis ojos suplicaban no separarme de ella.

-Por favor... hazlo por mi. -insistió. -Estaré bien, llevas casi una semana durmiendo en una silla, comiendo comida fría y duchándote en una ducha tan pequeña que no se puede ni levantar los brazos.

-Pero yo quiero estar contigo. -le dije haciendo un puchero.

Rió y mi mundo se movió al ver esa blanca sonrisa.

-Yo también, pero quiero que hagas eso. -su nariz rozó la mia y cerré mis ojos. -¿Lo harás?

Gruñí y volví a aferrarme a ella, respiré su aroma y sentí su corazón acelerándose.

-Si me das un beso, lo haré. -contesté saliendo de su cuello y mirándola de nuevo.

Sus ojos, cuando conectaron con los mios desde tan cerca, pude ver cómo brillaron y cómo sus pupilas se dilataron.

-La llevaré yo, te espero a fuera, Jones. Billie, nos vemos luego preciosa. -dijo Lauren cerrando su libro.

Se acercó a la camilla, besó la frente de Billie y salió de la habitación.

-Ahora bésame. -le dije cuando volvió a clavar sus ojos en los mios.

-No me lo tienes ni que pedir, te besaría hasta quedarme sin labios. -contestó antes de unir sus labios con los mios.

***

Salir del hospital no fué tarea fácil, aunque por suerte Lauren tenía su coche aparcado en el garage del hospital y la salida de este no estaba tan concurrida.

Dave, uno de los nuevos guardaespaldas que Finneas contrató, nos seguía en su coche por si había algún problema y permanecería en la puerta de la casa de los O'Connell por la misma razón.
Cuando estacionamos frente la casa y entramos a esta, suspiré sonoramente.

Volver a aquí me recordó a todos aquellos meses, a todas aquellas noches sin dormir, a todas aquellas mañanas en las que miraba a Billie hasta que despertaba y podía soltar el aire retenido en mis pulmones.

-Oh, Dios... necesito llenar la bañera. -le dije a Lauren. -Ponte cómoda, tardaré lo mio.

Lauren se sentó en el sofá, quitando sus zapatos y suspirando de alivio cuando se estiró.

-Ahá... -dijo medio dormida.

Entré a mi habitación, y la de Billie, y del armario cogí ropa limpia.
Antes de entrar al baño miré con melancolía la cama, todo seguía igual de desordenado que el día en que tuvimos que correr hacia el hospital porque Billie llegaba tarde a su temida operación.

Conecté el móvil a un altavoz y mientras me bañaba, reproduje todas y cada una de las canciones de mi novia.
Estrañaba verla componer, verla cantar, saltar... Extrañaba ver cómo con tan solo una sonrisa, hacía gritar a las miles de personas que la estaban viendo.

Su voz era tan preciosa y delicada, que parecía como si alguna mágia angelical le hubiera otorgado ese poder a ella únicamente, porque nunca había escuchado una voz así de especial.

Cuando estaba quitándome el champú, el timbre de la casa comenzó a sonar con desesperación, pausando mi momento de relajación.
Decidí salir del agua y vestirme, y si el timbre había dejado de sonar era porque seguramente, Lauren había atendido a quien sea que se encontraba a fuera.

Me coloqué unos pantalones negros, anchos y cómodos y un hoodie del mismo color. Metí en mi mochila ropa limpia y el beanie negro que Billie me pidió que le llevara.
Me dijo que la venda la retirarían en pocas horas y que no quería que nadie se quedara mirando fijamente la enorme cicatriz al lado izquierdo de su cabeza.
La entendía, yo hubiera hecho lo mismo.

Aunque ella tenía ese poder para verse preciosa siempre, ella no me creía.
¿Saben aquél look que se puso de moda, de raparse un lado de la cabeza?

Pues Billie estaba así, con la diferencia de una ancha y larga cicatriz bajo el pelo corto.
Se veía hermosa, siempre se vería hermosa, y cada día su pelo rubio en sus raíces, se veía aún más.
Y el pelo que crecía en su lado rapado, cada día se veía más larguito y rubio.

Cuando preparé la mochila para llevármela, fuí en dirección a la cocina para preparar algo de comer.
Pero mis pasos se pararon cuando pasé por el salón y vi la figura de esa mujer sentada en el sofá, con las manos tapando su cara y llorando desesperadamente.

Cuando levantó la mirada me sorprendí.

Era Clairo.

BLUE FIRE || BILLIE EILISHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora