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Dentro de una nave se encontraba JungKook, cruzado de brazos mientras caminaba por los pasillos, con su cola como era común enrollada en su cintura al estilo de un cinturón y llevaba puesto su rastreador verde en su ojo derecho que adornaba su ceño fruncido.

Mientras caminaba por los pasillos de la nave y veía a todos los saiyajin que estaban junto a él, pasando por su lado hablando entre ellos o trabajando, no pudo evitar sentir asco ante su propia raza. Su poder de pelea era más alto que todos ellos juntos, incluso cuando un rastreador intentaba leer su poder de pelea, este explotaba ante no poder seguir procesando los números de su cantidad de poder.

— ¿Cómo te fue con esa hija del diplomático, JungKook? — Escucha la voz de uno de sus compañeros mientras caminaba y simplemente lo ignora. No tenía tiempo de estupideces.

Todos eran unos idiotas, los odiaba a cada uno. Si no fuera porque disfrutaba de pelear, ya hubiera dejado a su propia raza. El único que merecía su respeto era el Rey, y aún así no podía trabajar para él.

Estaba estancado en la tierra y nada haría que pudiera volver al planeta Vegeta.

JungKook debería estar en sus tierras, cuidando de la familia que gobernaba, siendo guardia en el palacio real y enorgullecer a su raza, ser todo un guerrero digno del honor de un saiyajin. Pero no, estaba en la tierra cuidando a políticos, diplomáticos, famosos y evitando cualquier tipo de invasión.

Baja la mirada y ve su armadura de tercera clase, tan básica y alejada de la elegancia de un guerrero verdadero. Sus brazos se tensan aún más acentuando sus músculos. Se supone que debería de usar una armadura de clase élite y tener la insignia de un guerrero de clase alta.

— ¡JungKook! — Detiene sus pasos pero no se gira. — Te reasignamos, tienes que ir hacia las ciudades del Sur a cuidar uno de los pueblos.

Al escucharlo simplemente sigue caminando.

— ¡Hey! ¿Me escuchaste?

Gruñe y extiende su mano para sacar una bola de poder, lanzándosela al general de su unidad. El hombre apenas logró esquivarla. Sin decir nada siguió caminando hacia las afueras de la nave, después de todo, era mil veces mejor estar en cualquier lugar menos ahí.

En la salida salta y comienza a volar en dirección hacia las ciudades del Sur. Siempre era lo mismo, cada tantos meses lo volvían a asignar hacia una nueva tarea, lo tenían en movimiento constante para evitar las peleas con otros guerreros y no era que JungKook tuviera miedo, mejor dicho eran sus propios compañeros quienes temían de su ira.

Todos lo molestaban, pero nadie era lo suficientemente estúpido como para sacarle desquicio. Aparte la mayoría sabía que JungKook solo buscaría una excusa para matarlos, por lo que era mejor no poner a prueba su paciencia.

Cuando divisa los pueblos del área Sur se detiene en la nave que estaba cerca, aterrizando se acerca hacia los paneles de control donde señalaba su trabajo y bufa, debía cuidar el pueblo más lejano a la ciudad.

No tardó mucho en llegar, simplemente descendió en la plaza del pueblo. Al momento de llegar ningún humano le prestó atención.

Desde que su Rey se había apareado con una terrícola, las relaciones entre el planeta Vegeta y el planeta Tierra mejoraron de manera beneficiosa para los humanos, ahora en muchos lugares tenían un puñado de saiyajin cuidando a los humanos, ofreciendo protección de cualquier invasión o ataque de otro planeta. JungKook lo encontraba una ridiculez, aunque no podía negar que la Reina le agradaba y la encontraba una compañera apta para su Rey, no podía creer que los humanos fueran tan débiles que no podían cuidar de sí mismos.

Se cruzó de brazos y se quedó parado en medio de la plaza observando el lugar, totalmente serio, atento a cualquier tipo de ataque.

— ¿Está perdido señor?

JungKook no se giró a ver quien le habló, solo concentró su mente y leyó el poder de pelea de la persona sin necesidad de su rastreador. Apenas tenía 2 de nivel de pelea. No merecía su tiempo.

— ¿No puede escucharme señor?

JungKook no era conocido por su paciencia, lo mira de reojo y se encuentra con un niño. Era bastante joven, usaba unas ropas que JungKook había visto antes, era de ese lugar donde los terrícolas mandaban a los niños para que aprendieran cosas. El chico lo miraba con ojos curiosos y cuando se encontró con su mirada, rápidamente se sonrojó. JungKook lo encontraba ridículo.

— ¿Usted es un saiyajin?

JungKook desvía su mirada y sigue escaneando la plaza.

— ¡Nos enseñan de ustedes en la escuela! Desde que la heredera de la Corporación Cápsula se casó con su Rey ahora tenemos una relación comercial mucho más grande con ustedes, nos ofrecen ayuda militar y muchos de nosotros se van a vivir a su planeta. ¡Yo me llamo Jimin! ¿Cuál es su nombre?

Los oídos de JungKook se irritaron, solo quería que el niño se callara, pero sabía que si abría la boca el chico no se detendría. Solo frunce más el ceño y le da la espalda.

— ¿Está ocupado? ¡Oh! No lo molesto más, muchas gracias por venir a cuidarnos.

Sin verlo, JungKook siente el kí del chico alejarse.

Different planets →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora