;e p i l o g u e

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Agosto, 1994.

— Escuchen, sin importar que diga en las cartas estamos en esto juntos, ¿Entienden? No importa si nos aceptan o no, nosotros siempre seguiremos siendo...

— Bill lindo, callate por amor a todo lo bueno — Mascullo Malia entre dientes y los demás chicos le agradecieron al unísono mientras que el castaño miró indignado a su novia y amigos.

Crecer es algo inminente, tan inminente como el futuro. Llega en un parpadeo aún cuando se cree que tardará y de pronto, la incertidumbre del mañana provoca noches de insomnio al preguntarse. ¿Cómo? ¿Cómo es que pasó tan rápido el tiempo? La vida se había desvanecido y ahora sólo quedaban las dudas de cuantos sueños quedarían estacandos con el paso del tiempo.

Para el club de perdedores el futuro nunca había sido un gran problema, aún pasados los años y ahora teniendo casi todos la mayoría de edad, seguían siendo los mismos niños de antes los cuales sentían que el tiempo se detenía cuando estaban juntos.

Sin embargo, el fatídico día había llegado. Tenían que salir de su burbuja de ensoñación y ahora todo era real que los tenía a todos tan absortos y aturdidos que apenas podían formular palabra alguna en ese momento.

Casi parecía una cruel broma del destino cuando el correo llegó a la casa de cada uno ese mismo día y sin ser capaces de poder leer lo que les cambiaría la vida a todos dando un antes y un después, los ocho adolescentes se reunieron adentro de la casa club con las cartas de aceptación de las diferentes universidades a las que habían aplicado cada uno.

— ¿Sólo yo siento que voy a mojar mis pantalones? — Musito Richie soltando una risa temblorosa que al instante, todos correspondieron riendo de la misma manera aún cuando sabían que eran pocas las veces que le seguían una broma al azabache.

Si, debían estar bastante nerviosos como para hacerlo.

— ¿Y bien? ¿Qué esperamos para abrirlas? — Preguntó Eddie moviendo su pie ansioso. Apenas y podía respirar, ya no usaba el inhalador muy seguido pero definitivamente ese día había tenido que llevarlo en su bolsillo y darle hasta ahora, treinta y tres caladas al artefacto.

— Maldita sea, sigues moviendote así, Edward y juro que voy a cortarte el pie yo mismo — Amenazo Stanley levantando su dedo índice para señalar al castaño, quien paro sus movimientos abruptamente sintiendose ciertamente intimidado por el rizado, que con el paso del tiempo había crecido considerablemente y era de los más altos del grupo.

— Alto, ¿Acabas de amenazar a mi novio? — Inquirió Richie incrédulo. Rodando los ojos, Stan asintió con altanería y el de lentes abrió su boca como si no pudiera creer ello — ¿Necesitas que llame a mi amigo Hitler, pequeño jabón? Porque a mi no me intimidas, tal vez tú padre si intimido a Jesús pero yo...

(𝟏) 𝐒𝐄𝐌𝐏𝐈𝐓𝐄𝐑𝐍𝐎 | it chapter one.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora