19Capítulo

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Por primera vez en tres años, mi pecho estaba apresado por una emoción extraña, sentía tanta felicidad y tristeza a la vez que me era imposible mantenerme quieta. A cada media hora miraba el mensaje en mi celular, preguntándome si lo que veía era verdad. Era un número desconocido, decía ser él y pedía encontrarnos a las 7 p.m en un restaurante italiano que quedaba extrañamente cerca de mi residencia.

Mire el espejo, me fije en mis ojos azules que hoy lucían grisáceos, brillantes por la esperanza de ver a su amor. Aunque eran las dos de la tarde, pensaba en como maquillarme, vestirme, hasta que expresión pondría al verlo. Era una mujer idiota, mi cerebro me decía que esto estaba mal, pero esa parte apasionada y cegada, me pedía con urgencia verlo, tocar su piel, preguntarle donde había estado todo este tiempo. Sabía que yo era joven, prácticamente tenía una larga vida por delante, pero yo, aunque era irónico, mi enfermizo amor no me dejaba avanzar y lo necesitaba

Cal me había querido a su extraña manera, había llorado mucho por él; sin embargo, yo también había aprendido a amar de una manera extraña como él lo hacía, llegue a un punto donde lo acepte y ahora cargaba con esos demonios por propio gusto, y hoy, estaba dispuesta a no dejarlo ir de nuevo, él...él debía ser responsable por lo que causo en mí.

Un aullido de Skip me saco de mis pensamientos y me dirigí a la puerta para ver a través del ojito a Michael. Sonreí al recordar que lo estaba esperando, no por nada especial, solo se encontraba cerca y se pasaba a ver cómo me encontraba.

Al abrir la puerta su sonrisa me ilumino el rostro y su abrazo me envolvió, aspire su aroma, era tan pequeño, delgado y suave, con razón a Scoot le volvía loco. Cuando ambos nos sentamos en el sofá, comenzamos a hablar sobre la universidad, también acerca de un viaje que estábamos planeando desde hace tiempo para estas vacaciones. Había decidido no ir, solo estaríamos los tres, y no quería ser entrometida, era mejor que ambos tomaran el viaje solos y disfrutaran unos días como pareja; no obstante, esperaba que si todo iba de acuerdo a como quería, podía ir y llevar a Cal conmigo, así disfrutaríamos unos días soleados en la playa en vez de estar en el crudo invierno. 

–¿En qué tanto piensas? –Preguntó él, a lo que solté un suspiro.

–Hoy me veré con una persona que hace mucho tiempo no veo –Respondí sin dar detalles.

–¿Quién es? ¿El veterinario? –Volqué los ojos de inmediato, ese hombre era demasiado intenso.

–No..., a mi hermanastro –Como si nunca lo hubiera escuchado, me miro escéptico.

–Pero habías dicho que estaba-

–Ha vuelto –Le interrumpí, esperando estar en lo cierto.

–¿Dónde estaba? ¿Por qué apareció ahora?

–No lo sé, iremos al restaurante italiano que está cerca de aquí ­–El nombre era complicado, pero él supo a cuál me refería, ya que habíamos ido antes.

–Muy bien... ¿e iras con esas greñas? –Mire mi cabello indignada, no lucia tan mal.

–¿Se ve mal? –Aun así, pregunte.

–Obvio no, pero debe verte algo diferente, impáctalo.

No le había dicho lo que Cal me hizo, pero si le había dicho que me enamore de él en algún tiempo, y él como buen amigo, estaba dispuesto a arreglarme para que viera de "lo que se perdió", aunque no había perdido nada, más sentía yo que lo había perdido a él. 

Apartando los malos recuerdos, nos pusimos manos a la obra, no sin antes comer un montón de nuggest de pollo porque ninguno había almorzado. No sabía de donde sacaba tantos dotes, Michael, era bueno en todo lo que se proponía hacer. Lavo mi cabello -que estaba largo y se había vuelto más lacio, casi aburrido- luego me sentó frente al tocador de mi habitación y comenzó por el secador. Realmente nunca me había gustado ir al salón de belleza, la idea de recibir calor o químicos en el cabello no llamaba mi atención, pero ahora que veía como Michael convertía todo en algo hermoso, estaba dispuesta a seguir haciéndolo.

Al principio pensé que me había adelantado mucho con la hora, pero al terminar, la hora daban las cinco. Tenía tiempo para darme una ducha, vestirme, gritar un poco para calmar los nervios, y listo, estaba demasiado limitado.

–Eres un dios, ¿cómo aprendiste? –Pregunte atontada viendo la chica en el espejo. Mi cabello ahora estaba en capas, tenía mucho más volumen y unos tonos claros en las puntas, lucia tan diferente.

–Alguna vez soñé con ser estilista, pero mi padre... ¿te imaginas como reacciono? Ya había pasado a duras penas el hecho de que era gay, no podía darle tanto dolor a ese señor –Soltó una risa cansina, lo que encogió mi pecho.

–Lo que hay es tiempo, Michael. No nos tenemos que centrar en solo ser un algo en la vida, cuando puedes hacer miles de cosas –Tome su cara y apretuje sus mejillas. –Me ha encantado un montón...gracias, ahora me iré a duchar... ¿puedes ir sacando opciones para decidir?

–Sí, no demores que el tiempo apremia.

Entre al baño y con cuidado de no dañar mi esplendoroso cabello, me duche sin humedecerlo. Limpie mi piel con todas las esencias que tenía allí para quedar olorosa, tenía la fortuna de ser lampiña, por lo que no debía gastar tiempo depilandome. Al salir de allí, mire lo que Michael había seleccionado en la cama. No había ninguna prenda corta, por lo que me extrañe, siempre había alabado mis piernas.

–¿Por qué solo escogiste pantalones?

–No lo sé, mejor ve con pantalón hoy –Asentí, no sabía si Cal era la persona que iría, así que no era necesario ir provocativa.

Al final me cambie con unos jeans claros, una blusa elegante de color negra y con algo de escote, unos tacones dorados bajos, junto a una bolsa negra. El look se veía realmente bien. Con un maquillaje sutil, hecho también por Michael, estuve lista. Me tomo fotos para presumir su trabajo por redes y me senté en el sofá a esperar cinco minutos. Mi corazón estaba por salirse de mi pecho.

Michael opto por llevarme en su motocicleta, el restaurante no estaba lejos, pero siempre se debía caminar un poco. Al estar al frente, me quite el casco y demore unos minutos intentando calmarme, hasta que sentí como tomo mi rostro.

–Silver, ten cuidado ¿sí?

–Claro, no ocurrirá nada –Por algún motivo lucia preocupado.

–No dudes en llamarme si algo ocurre –Asentí, tomando su mano y dándole un pequeño beso en el dorso.

–Oye, solo es un encuentro...no voy a morirme –Sus ojos por un momento mostraron una seriedad que me asusto, pero luego solo soltó un resoplido, riendo.

–Está bien, te amo...

–Y yo a ti...

Trague saliva y me aleje, la calle estaba bastante transitada, por lo que espere a que los autos estuvieran lo suficientemente lejos para cruzar. Al entrar al restaurante, pregunte por la reservación y la mesera me guió. En una mesa, que estaba casi en una zona privada, estaban esos ojos intensos observando cómo me acercaba. Me vi obligada a alzar la vista al techo para evitar las lágrimas y luego tomé asiento, era tan estúpida...

Su tez era más pálida, sus rasgos que siempre habían sido atractivos, lo seguían siendo, pero ahora más delgados y su cabello estaba algo largo. Su vestimenta consistía en un suéter azul oscuro con camisa blanca, llevaba pantalones de color pardo y los zapatos no lograba verlos. Aun así, lucia capaz de robarte un suspiro. Como la mesa era de dos, me senté frente a él bajo su penetrante mirada.

–Por fin puedo respirar...–Levante la vista para encontrarme con su leve sonrisa, con esos labios carnosos que ansiaba probar después de tanto tiempo.

Hermanos con derechosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora