CAPÍTULO 9

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Inuyasha no podía evitar estar preocupado, estaba "Bailando" con Kikyo pero sus ojos estaban puestos en su patrona. Las luces intermitentes le dificultaban el mantenerla vigilada y no paraba de pensar en que aquel fulano o cualquier otro que la viera y la reconociera, podrían tratar de hacer algo en su contra y ellos andaban sin siquiera un cortaúñas pues a esa discoteca no permitían el ingreso con armas de fuego.
-A mi tampoco me agrada el no poder cuidarla, siento que estamos expuestos- comentó Kikyo mirando a la Miko bailar con el platinado.
-No le quites los ojos de encima- ordenó Inuyasha. -Llamaré a los muchachos para que vigilen desde afuera por si acaso- Barritos asintió y el ojidorado fue a buscar un sitio con menos ruido. Al contactar a Kohaku y Shippo les dió las coordenadas y estos se desplazaron hasta el lugar donde la Miko se encontraba.
-¿Todo bien?- preguntó la pelinegra al ver a su novio volver, el joven se había tardado unos 15 minutos.
-Si, Kohaku y Shippo están afuera con los muchachos- conformó. -Si la ley nos cae, se va a armar la gorda- dijo con el ceño fruncido.
-Esperemos que no- refirió Kikyo un tanto más tranquila.
-Hola muchachos, ¿Como la están pasando?- preguntó Daniel acercándose a la pareja de guardaespaldas.
-Muy bien, el lugar es increíble- Respondió Kikyo interrumpiendo a Inuyasha que seguramente respondería algo desagradable.
-Verdad que si!- exclamó Kagome moviendo sus caderas al compás de la música.
-Nos vemos más tarde, pidan lo que quieran, yo pago- dijo Daniel antes de jalar a la azabache al centro de la pista.
Una hermosa melodía suave empezó a sonar, las parejas empezaron a bailar pegado, Kagome posó su mejilla sobre el pecho de su pareja de baile y aquel delicioso perfume la hechizó, Daniel era un hombre increíble; era divertido, amable, caballeroso, irradiaba una sensualidad que la hacía sentir atraída.
Habían hablado lo suficiente en el casino y en el auto mientras iban a la discoteca. Él había dicho que su nombre era Daniel Smith, que tenía 33 años, y que era de la ciudad de Nueva York, que tenía dos años de trabajar en el casino, que vivía solo en un apartamento, que era viudo porque su mujer había sido asesinada por deudas de él, y que había estudiado administración. "Un tipo normal" pensó la azabache al escuchar su historia, nada que ver con ella, afortunadamente Daniel no era un tipo entrometido y no había preguntado nada sobre ella.
-Tu cabello huele tan bien- comentó el peliplata aspirando el aroma de la melena azabache. -Un dulce y embriagante olor a miel- completó.
-Tú también hueles muy bien- admitió ella sin verlo, ese hombre le encantaba y recién se estaba dando cuenta de lo complicado de su situación. -¿Bleu?- preguntó ella con los ojos cerrados.
-Asi es- afirmó él tomándola por el mentón. -Kagome... Se que quizá te pueda parecer muy apresurado lo que voy a decirte pero...- la gente empezó a gritar y correr de un lado a otro, la música dejó de sonar y ráfagas ocuparon su lugar, cambiando el ambiente festivo por uno de pánico total, una serie de explosiones se escucharon, el ojidorado supo que se trataba de granadas y frunció el entrecejo, no dejaría que sus hombres se la llevaran, no quería perderle el rastro. "Daniel" la tomó de la mano y corrieron entre la gente perdiéndose de la vista de Inuyasha y Kikyo quienes muy preocupados la buscaban por doquier.
Una llamada entró al celular del peliplata y este, muy alterado contestó.
-Yo aquí, quien allá!- Otra voz igual o peor de alterada le respondió.
--*Soy yo; Shippo! El ejército está afuera y son un chingo! Tratamos de hacerles frente pero no pudimos, pelense por la parte trasera, vamos para allá*-- gritó el pelirrojo. Inuyasha informó a su novia lo ocurrido y ambos se dieron a la tarea de buscar a la Miko pero el lugar estaba atestado de gente y no lograban encontrarla, mucha gente gritaba al oír los disparos afuera y esto dificultaba que la patrona escuchara el llamado de sus guardas.
El ejército entró a la disco causando mayor temor en la gente, algunos salieron corriendo, otros se tiraron al piso con pánico, otros se replegaron al lado de las paredes, todo era un caos.
-Quietos!- ordenó uno de los uniformados al ver al peliplata pero este hizo caso omiso y jalando a su novia se escabulleron entre la multitud.
-Busquen a la Miko!- espetó el comandante y la gente no paraba de gritar horrorizada.
Los dos jóvenes lograron salir por la parte trasera, se tiraron por el muro y cayendo a la autopista, estaba la camioneta de shippo esperándoles.
-¿La patrona, dónde está la patrona?- demandó a saber el pelirrojo al ver a sus compañeros llegar solos.
-No está allá adentro, el maldito Gringo se la llevó aprovechando el desmadre!- espetó enfurecido el joven ojidorado.
-Me lleva!- gritó el pelirrojo antes de acelerar a fondo y perderse del sitio que empezaba a llenarse de policías.
-Llámala- decía Kikyo muy nerviosa y mirando con insistencia hacia atrás para comprobar si no los estaban siguiendo.
-Eso hago!- escupió el ojidorado con el celular pegado a su oreja. -Chingada madre!- espetó al no obtener respuesta.
-¿Qué pasó?- indagó la pelinegra.
-No contesta, no contesta!- respondió alterado. -Le voy a sacar los ojos a ese Gringo de mierda!!!- gruñó imaginando lo peor.

//////(A unas calles de ahí...)//////

-Vete por favor, vete, déjame sola!- exigía la azabache mientras caminaba a paso rápido, estaba completamente nerviosa por lo ocurrido.
-¿Cómo pretendes que te deje sola? No lo haré! Al menos no hasta encontrar a tus guardaespaldas- respondió Daniel con firmeza. -Kagome, ven acá Kagome- llamó al verla correr. -¿Qué pasa contigo?- demandó tomándola del brazo y haciéndola parar.
-No te lo puedo explicar, por favor, debes irte, si te agarran junto conmigo te vas a meter en grandes problemas y no quiero que te pase nada malo por mi culpa- dijo con el ceño fruncido mientras intentaba que el ojidorado la soltara.
-¿De qué estás hablando? No voy a dejarte sola aunque mi vida corra peligro, dejame llevarte a tu casa- propuso el peliplata acunando el rostro de la joven entre sus manos frías.
-No! Es muy peligroso, por favor déjame sola- solicitó nuevamente.
-Ya te dije, no lo haré, no me lo perdonaría si algo malo te llega a pasar, estás hasta estas horas en la calle por mi culpa, tu guardaespaldas quería llevarte a descansar desde temprano y por mí sigues aquí y ahora estás expuesta al peligro de esta ciudad, no te voy a dejar sola- reiteró el platinado. Gruesas lágrimas corrieron por las pálidas mejillas de la joven y él las enjugó antes de juntar sus labios con los de ella.
Su corazón se aceleró, una enorme sensación de bienestar invadió todo su ser, se dejó llevar y ahora estaba besando a la mujer que mató a su mujer e hija. ¿En qué momento dejó de odiarla tanto al punto de resultarle placentero aquel beso? No, quizá era culpa del vodka que había ingerido con ella, frunció el entrecejo y deshizo el beso sintiéndose culpable.
-Perdón, yo...- titubeó sin saber que decir pero ella lo jaló de la camisa y volvió a besarlo, él no opuso resistencia, sabía que lo que hacía no era correcto pero no podía oponerse, su cuerpo no respondía; una vez más culpó al vodka, se dejó besar y correspondió. Se oyó una sirena a lo lejos y ella deshizo el beso con la respiración entrecortada.
-Corre- dijo ella, él asintió y comenzaron a correr, alejándose aún más de la discoteca. Minutos más tarde tomaron un taxi que los llevó a un hotel en las afueras de la ciudad.
-¿Y bien?- dijo él al cerrar la puerta de la habitación.
-Bien...- se sentó en la blanda cama y se quitó los zapatos. -Mi nombre es kagome Higurashi y soy una de las narcotraficantes más buscadas de mi país, me apodan "La Miko" porque alguna vez estuve a punto de consagrarme como monja pero las situaciones de la vida me orillaron a ser lo que soy- confesó la joven viendo como el ojidorado se quedaba de una sola pieza al escucharla, no lo culpaba, no todos los días uno se encuentra con un personaje como ella.

EL CÁRTEL DE LA MIKODonde viven las historias. Descúbrelo ahora