3. Gyula

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Cuando era pequeña mamá solía contarme una historia, de cómo ella me obtuvo, jamás hablaba sobre una abeja o una flor, ni de una cigüeña o algo similar, simplemente era una historia increíblemente fantástica que me llenaba de alegría, sin importar cuantas veces la contará yo no me cansaba de escucharla. Era una historia increíble, perfecta y meticulosamente creada para ser contada cientos de veces de ser necesaria. Yo no era alguien parcialmente bonita, no tenía las cejas tan finas como Liana, las pecas brillantes y rojizas de Whitney, pero al menos se podía decir que no era un adefesio para la vista: mi cara era redonda, como un pan, con ojos de color gris, aunque usualmente eran muy claros y sin color, y mejillas redondeadas que me daban la apariencia de un bebé, aunque últimamente he adelgazado y mi rostro parece más fino, cuello delgado y el general puro huesos y ojos; no, realmente soy un adefesio para la vista. A pesar de no ser especialmente bonita, me sentía una elegida entre las elegidas. Y en una doble partida, fui predestinada para desposar a un Señor, un destino inscrito desde el comienzo de los tiempos. Además, fui escogida con esmero por Cecilia, quien era mi madre. Ella solía relatar una narrativa mística y asombrosa; desconocía qué relatos compartía con Liana y Whitney, o con Bastián, Gerald y Tom, pero anhelaba que mi historia fuera singular y excepcional.

— Un día decidí salir a pasear al bosque — decía mamá con voz suave y gélida —, no habían Guardianes o Protectores que me cuidará, dependía de la protección de tú padre, pero ese día él estaba tan cansado que decidí apartarme por un rato de su lado, de repente el cielo se colocó sobre mí, las estrellas surgieron de la tierra y la luna me miraba con clemencia — ella siempre me abrazaba, apoyando su canosa melena alrededor de mí hombro —. Allí había un enorme castillo, tan grande que aunque mirará al cielo no podía ver su final, cuando entre vi a los seres más hermosos del mundo: hijos e hijas rondaban en cada habitación, ellos estaban solos pues ninguno de ellos tenía una madre, entonces fue cuando una Luz apareció — según tenía entendido los Luz eran los servidores de nuestros dioses, todos nacimos con una Luz, de nosotros dependía mantenerla brillante y fuerte — me condujo por un pasillo hasta llegar a una escalera de flores, las estrellas brillantes del Excelso me dieron a escoger; un hijo o una hija, el camino se dividía en dos; el de la izquierda para Hijos y el de la derecha para Hijas. Dudé mucho en tomar la derecha, pero algo me decía que debía ir allí, era como si los dioses me enviarán allí. Entonces fui a la derecha, estaba lleno de niñas encerradas, ninguna de ellas con una madre, esperando a que una viniera a salvarlas, todas esas niñas eran custodiadas por malvadas mujeres impuras y pecadoras, que querían corromperlas y apagar su Luz — la voz de mamá siempre temblaba de indignación en aquella parte —. Yo tenía una estatua mágica que liberaría de las tormentosas cadenas de las herejes a una sola niña, por ello debía elegir bien — las estatuas eran de nacimiento, pequeñas figuritas de cristal ninguna igual a la anterior, era nuestro primer regalo al nacer —. Las miré a todas con atención, rogando al Hacedor que me diera a la mejor de todas, ¿Y sabes qué? ¡Él me dio a la mejor de ellas! ¡Te escogí a tí!

<<Al igual que yo te escogí a ti>>

Sonrío al recordar a mi dulce y poderosa diosa. Solo yo puedo escucharla, porque ella me escogió a mí. 

— ¿Y qué les pasó a las demás? — preguntaba yo —. ¿Qué fue de las otras niñas?

— Las rescataron diferentes madres — me decía.

— ¿También tenían estatuas mágicas?

— Claro, cielo. Las estatuas se dan desde el momento en el que naces — en este punto mamá señalaba su dedo anular, con un reluciente anillo en el —, aquella estatua será convertida en un anillo cuando seas Esposa.

— ¿Y cómo obtendré un anillo?

— Tú marido te lo ha de dar, es un regalo que siempre los esposos les dan a las Esposas, son ellos quienes convierten las estatuas de cristal en hermosas joyas que adornan las argollas.

¡Corre, Conejo, Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora