CRISI SEXTA.

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Estado del Siglo

Quien oye decir mundo concibe un compuesto de todo lo criado muy concertado y perfecto, y con razón, pues toma el nombre de su misma belleza: mundo quiere decir lindo y limpio; imagínase un palacio muy bien trazado, al fin por la infinita sabiduría, muy bien ejecutado por la omnipotencia, alhajado por la divina bondad para morada del rey hombre, que como partícipe de razón presida en él y le mantenga en aquel primer concierto en que su divino Hacedor le puso. De suerte que mundo no es otra cosa que una casa hecha y derecha por el mismo Dios y para el hombre, ni hay otro modo cómo poder declarar su perfección. Así había de ser, como el mismo nombre lo blasona, su principio lo afianza y su fin lo asegura; pero cuán al contrario sea esto y cuál le haya parado el mismo hombre, cuánto desmienta el hecho al dicho, pondérelo Critilo, que con Andrenio se hallaban ya en el mundo, aunque no bien hallados en fee de tan personas.

En busca iban de los hombres sin poder descubrir uno, cuando al cabo de rato y cansancio toparon con medio, un medio hombre y medio fiera. Holgóse tanto Critilo cuanto se inmutó Andrenio, preguntando:

—¿Qué monstruo es éste tan extraño?

—No temas —respondió Critilo— , que éste es más hombre que los mismos: éste es el maestro de los reyes y rey de los maestros, éste es el sabio Quirón. ¡Oh qué bien nos viene y cuán a la ocasión!, pues él nos guiará en esta primera entrada del mundo y nos enseñará a vivir, que importa mucho a los principios. Fuese para él, saludándole, y correspondió el centauro con doblada humanidad; díjole cómo iban en busca de los hombres y que después de haber dado cien vueltas no habían podido hallar uno tan sólo.

—No me espanto —dijo él—, que no es este siglo de hombres: digo, aquellos famosos de otros tiempos. ¿Qué, pensabais hallar ahora un don Alonso el Magnánimo en Italia, un Gran Capitán en España, un Enrico IV en Francia haciendo corona de su espada y de sus guarniciones lises? Ya no hay tales héroes en el mundo, ni aun memoria dellos.

—¿No se van haciendo? —replicó Andrenio.

—No llevan traza, y para luego es tarde.

—Pues de verdad que ocasiones no han faltado: ¿cómo no se han hecho? —preguntó Critilo.

—Porque se han desecho. Hay mucho que decir en ese punto —ponderó el Quirón—. Unos lo quieren ser todo, y al cabo son menos que nada: valiera más no hubieran sido. Dicen también que corta mucho la envidia con las tijerillas de Torneras; pero yo digo que ni es eso, ni esotro, sino que mientras el vicio prevalezca no campeará la virtud, y sin ella no puede haber grandeza heroica. Creedme que esta Venus tiene arrinconadas a Belona y a Minerva en todas partes, y no trata ella sino con viles herreros que todo lo tiznan y todo lo yerran. Al fin, no nos cansemos, que él no es siglo de hombres eminentes ni en las armas ni en las letras. Pero, decidme, dónde los habéis buscado. Y Critilo:

—¿Dónde los habemos de buscar sino en la tierra? ¿No es ésta su patria y su centro?

—¡Qué bueno es eso! —dijo el centauro—. ¡Mira cómo los habíais de hallar! No los habéis de buscar ya en todo el mundo, que ya han mudado de hito: nunca está quieto el hombre, con nada se contenta.

—Pues menos los hallaremos en el cielo —dijo Andrenio.

—Menos, que no están ya ni en cielo ni en tierra.

—Pues ¿dónde los habemos de buscar?

—¿Dónde?: en el aire.

—¿En el aire?

—Sí, que allí se han fabricado castillos, en el aire, torres de viento, donde están muy encastillados sin querer salir de su quimera.

—Según eso —dijo Critilo— , todas sus torres vendrán a serlo de confusión, y por no ser Janos de prudencia, les picarán las cigüeñas manuales señalándolos con el dedo y diciendo: «Éste ¿no es aquel hijo de aquel otro?» De suerte que con lo que ellos echaron a las espaldas los demás les darán en el rostro.

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