29 de noviembre, 1972
Pasó el paño por la mesa que limpiaba, a un lado había una bandeja donde iba colocando los platos y cubiertos sucios que luego llevaría a la cocina para que fregaran.Después de que el rubio se había ido el lugar se había llenado de manera increíble, por lo que tanto Charlotte, las otras chicas y ella habían estado de un lado a otro llevando comida, bebidas y postres hacia las mesas correspondientes sin descanso de por medio pues cuando una mesa se desocupaba tres se llenaban.
Dianna estaba orgullosa de sí misma, ese día no solo las propinas habían sido excelentes sino que no había discutido con ningún cliente impertinente, lo cual era un gran logro para su naturaleza conflictiva.
En esos momentos se encontraba descansando, removiendo una cuchara en una taza de té, aún no cerraban, pero estaba tan cansada que se estaba tomando un descanso de 10 minutos.
El lugar ya estaba vacío a excepción de unas tres mesas que Charlotte se encargaba de atender junto a Heather Overstreet, la chica nueva que había iniciado hacia tres días, por lo que el lugar estaba bastante tranquilo.
Su cabeza aún era un conflicto, tenía muy fresco en su mente la conversación que tuvo con Charlotte en la mañana sobre el rubio, además de su usual visita al café y su conversación.
La princesa le había alegro el día.
Mordió su labio superior mientras dejaba la cuchara a un lado para tomar un par de sorbos de la taza, ¿Quien era ese chico?
Quizás todo fuera más fácil si supiera su nombre, pero no negaría que había cierto encanto en que hubiera un halo de misterio alrededor de él, más del que ya existía.
Dianna no se mentiría a sí misma nunca, sabía que su curiosidad por ese chico se transformaría en algo más conforme sus encuentros siguieran.
Su pensamiento le causó gracia, ¿Encuentros? Solo era un cliente más, siempre lo vería cuando él visitara esa cafetería mientras ella estuviese trabajando ahí, no podía decirle encuentros.
Pero, ¿Cómo decirle a eso? Eran encuentros, sin dudar alguna, estaba confundida.
— No es usual verte distraída —la voz de Charlotte llegó a sus oídos, en sus manos tenía la taza de la cafetera vacía antes de rodear la barra para colocarla en su sitio.
— Es porque no es normal que esté distraída —admitió para luego presionar sus labios en una fina línea bajo la atenta mirada de su mejor amiga, quien apoyó sus brazos en la barra.
— Te llama la atención, ¿No es así? —Dianna ni siquiera necesitó una confirmación para saber a quién se refería.
— Por supuesto que lo hace, ¿Lo viste? Parece una maldita muñeca de porcelana —se quejó, ¡El rubio era más hermoso que una mujer! No sabía si sentirse amenazada o afortunada por poder contemplarlo.
Charlotte soltó una pequeña risa.
—Sí, bueno, no te quito la razón, aunque mi gusto se va por los castaños —torció sus labios, ambas sabían que se refería al guitarrista, al parecer lo había visto varias veces de camino al trabajo por lo que su fascinación iba en aumento.
— De acuerdo, tienes que conseguir una cita con ese chico en serio.
— No hasta que lo apruebes —negó de inmediato, mientras tomaba un cupcake de la vitrina para anotarlo en el libro de empleados.
Dianna sabía a lo que se refería, ella había sido la única en decirle que Walter no le agradaba, sin embargo no la escuchó y terminó siendo engañada con varias chicas.
— Te lo he dicho, mis presentimientos nunca fallan —se cruzó de brazos.
—Oh, cállate, por favor.
La campana de la puerta sonó, anunciando a un nuevo cliente, por lo que ambas voltearon.
Vieron a un chico de piel blanca, cabello negro y largo hasta los hombros, vestía un par de pantalones acampanados, junto a un suéter tejido y una gargantilla.
Tenía estilo.
El chico se dirigió a la barra con pasos lentos, observando a su alrededor.
Fue ahí cuando Dianna se dió cuenta de sus incisivos prominentes.
— Bienvenido, ¿Que desea? —Preguntó Charlotte con una sonrisa, el cuál el chico le devolvió de inmediato.
— Cuatro rebanadas de pie de limón para llevar, querida —pidió, con tono amable tomando asiento a un lado de Dianna—. Y un latte con vainilla, por favor, merezco consentirme luego de tanto ensayar.
— En seguida —Charlotte asintió antes de irse.
— Bonito rostro —la voz del chico la sacó de sus pensamientos, volteó a verlo, sonriendo sin mostrar sus dientes.
— Me siento halagada de que alguien con tan buen gusto en ropa diga eso.
La sonrisa del chico se ensanchó cruzándose de brazos con aire femenino, Dianna alzó las cejas.
— Oh, por supuesto que debes estarlo, querida, sé de lo que hablo —dejó caer una de sus manos en la mesa, mientras la morena se acomodaba—. Soy Freddie, el gusto es tuyo.
Dianna lo miró divertida, moviendo su cabeza hacia un lado.
—Soy Dianna, lo mismo digo—por supuesto, no se quedaría atrás con lo que a actitud se refería—. Tú suéter es bonito.
— Gracias, mi madre lo hizo —la morena pudo distinguir el toque de cariño en las palabras del chico.
— Oh, ¿Niño de mami?
— Algo así, soy independiente la mayor parte del tiempo, pero incluso alguien como yo necesita el amor de su madre.
— Que modesto.
—Ay, cariño, la modestia no es parte de mi dieta de vida —Dianna soltó una risa mientras Freddie sonreía.
— Aquí tienes, son ocho libras —Charlotte llegó con la orden del chico.
— Gracias, querida, has salvado mi vida, Roger ya nos dejará en paz a los chicos y a mí —dejó el dinero en la mesa mientras se levantaba tomando la bolsa con las piezas y el café en la otra—. Adiós, chica —se despidió de la rubia agitando su mano—. Adiós, querida, el gusto sigue siendo tuyo —besó la mejilla de la morena antes de comenzar a caminar.
Dianna soltó una risa, mientras agitaba su mano.
— Adiós, Cascanueces, considera un honor haber estado en el mismo espacio que yo.
Freddie soltó una risa y abandonó el lugar tras agitar su mano.
Charlotte soltó una risa detrás de ella.
— Que sujeto tan interesante, me cayó bien.
— Oh, te hubiese caído mejor si lo hubieses escuchado hablar, en serio.
— Bueno, alguien tenía que atenderlo —se encogió de hombros, soltando su cabello para amarrarlo mejor después.
—Chicas, ya su turno terminó, buen trabajo el día de hoy —el gerente habló, llegando con ellas al poco tiempo, sonriendo.
Ambas suspiraron aliviadas, al fin, podrían ir a casa y tirarse en sus camas, descansar por fin.
ESTÁS LEYENDO
Beautiful Stranger | Roger Taylor
Fanfiction"Hermoso desconocido, aquí estás entre mis brazos y sé que los hermosos desconocidos solo aparecen en mi vida para traicionarme. Y tengo esperanzas, hermoso desconocido, aquí estás entre mis brazos, pero creo que por fin, por fin, es seguro que yo...