‹ Procession ›

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03 de septiembre de 1973


Lo primero que sus ojos captaron al despertar fue el bonito rostro de la morena, quien tenía su boca ligeramente entreabierta, su muñeca descansaba sobre su frente mientras un sonido similar a un ronquido salía de sus labios.

Roger no mentiría, nadie se veía bonito durmiendo, pero a él le parecían tiernos los pequeños gestos que la morena hacia dormida.

Había sido un conflicto que ambos se pusieran de acuerdo para dormir, principalmente porque Roger cada vez que iba a una cama con una chica no era precisamente para dormir, pero Dianna para él era especial, era una gran chica por lo que no quería arruinar su amistad cogiendo con ella, así que, durante unos minutos, pidió dormir en el sofá.

Pero Dianna Rivera era la terquedad en persona, así que no dejó de discutir con él hasta que ambos estuvieron acostados sobre la cama.

—Hablo en serio, puedo dormir en la habitación de invitados —habló el rubio, ambos estaban acostados de medio lado, viéndose directamente a los ojos.

—Sería una excelente opción si Aaron no lo estuviese usando de depósito para sus cosas —soltó una pequeña risa la morena.

—Carajo, ¿De qué trabaja tu hermano?

—Es narcotraficante.

Roger, quien había mantenido su mirada en sus labios, la regresó a verla.

— Me estás jodiendo, ¿Verdad?

—Necesitaba que apartaras tu mirada —habló, aún cuando ella misma estaba mirando los labios ajenos.

— Creo que no tienes derecho a decir eso.

Dianna se encogió de hombros.

—Probablemente, pero, tú no dirás nada, ¿Cierto?

—Me gustan tus labios —habló, decidiendo cambiar el tema—. Son muy bonitos.

—A mí me gustan tus ojos —dijo ella—. Son azules y claros como el agua, así que puedo verme en ellos.

Aquel comentario le arrancó una risa al rubio, quien negó divertido.

—En verdad que eres especial —aquelló arrancó una sonrisa en la morena, quien simplemente negó levemente.

—Contigo me sale ser quien soy —se encogió levemente—. Una chica que quiere ser alguien en la vida.

—Estoy seguro de que lo serás —sus ojos azules recorrían el rostro de la chica—. ¿Sabes por qué?

—No tengo idea —negó.

—Porque yo me encargaré de apoyarte y ayudarte en todo.

Dianna entreabrió ligeramente su boca, sin embargo, en el momento en que fui a decir algo, un par de labios la interrumpieron.

Por enésima vez, sus labios se reencontraron, reconociéndose, expresando a través de ese gesto todo lo que no decían, por temor a arruinarlo todo.

Roger soltó un suspiro a través de ese beso, dándose cuenta, de que lo había ansiado más de lo que había imaginado, que ese simple toque de labios, lo había dejado fuera de combate.

Dianna en cambio, supo que ya no había vuelta atrás, supo en el momento en que su corazón latió con emoción que se había enamorado del rubio, siempre supo que pasaría, pero no fue hasta ese momento, que sus labios se reencontraron como un par de viejos amigos, que supo que tanto había caído por el rubio.

La primera en separarse fue la morena, apartando su mirada hacia otro lado.

—Creo que, ya es momento de dormir —dijo, a lo que el rubio asintió, él también tenía un debate interno con su corazón.

—Buenas noches, Dianna.

—Buenas noches, princesa.

Roger recordaba haberse dormido con la vista de la espalda de la morena, pero ahí estaba, ahora observándola de medio lado, sonrió ante eso y el recuerdo del beso.

Estiró su mano hasta acariciar el cabello de la morena, sus zafiros recorrían a la chica, antes de acariciar con la yema de su pulgar la mejilla de la morena.

—Me gustas, Dianna —susurró, ahora su vista fija en sus labios, presionó los propios—. Me gustas demasiado. Y tengo miedo de arruinarlo.

Una verdadera lástima que la morena no lo hubiese escuchado por estar dormida, pero así estaba mejor, ¿Cierto?

Soltó un suspiro antes de negar levemente, se estiró dejando un beso en la frente de la chica y como pudo se levantó de la cama en busca del baño.

Una vez lo hubo encontrado, hizo rápidamente a lo que había ido y lavo sus manos junto a su cara. De igual manera, se tomó el atrevimiento de tomar uno de los cepillos nuevos que había a un lado en la repisa de productos, abriéndolo para cepillar sus dientes.

Una vez hecho esto, salió del baño cerrando la puerta tras de sí, bajó las escaleras.

—Buenas noches —escuchó detrás de él, ocasionando que se volteara.

Sentado en el sofá estaba Aaron, a diferencia de cómo lo había visto en la mañana, ahora estaba vestido de manera casual, en sus manos había un libro que había cerrado antes de levantar su mirada hacia el rubio.

—Buenas... Espera, ¿Noches? —lo observó confundido.

—Han estado durmiendo por horas ustedes dos —habló—. Ya son las siete de la noche.

—¿Qué? —Roger abrió sus ojos espantado—. Ay no, mi madre va a matarme.

El solo hecho de pensar en Winifred Taylor enojada fue suficiente para hacerlo sudar la gota gorda.

—Yo que tú me voy yendo —dijo el moreno, quien recordaba los regaños de su madre—. Ustedes los ingleses tienen suerte que no les pegan con los zapatos.

—¿Ah? —Preguntó espantado.

—Olvídalo —negó con la mano—. Te excusaré con mi hermana, tiene tu número, ¿Cierto?

—Ah, sí, desde hace mucho.

—Le diré que te llame —Aaron sonrió.

—Muchas gracias, hombre —Roger le sonrió, tomando su chaqueta del perchero y se dirigió hacia la puerta.

—Oh, y Roger —lo llamó.

—¿Que pasa? —preguntó, volteándose hacia él.

—No juegues con mi hermana o te golpearé —su expresión fue sería al momento de hablar, pero la de Roger fue igual.

—Lo que siento por Dianna, no me permitirá fallarle jamás.

Y con esas palabras, salió de aquella casa bajo la atenta mirada de Aaron.

Sin saber, que en el inicio de las escaleras, Dianna había escuchado todo.



Beautiful Stranger | Roger TaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora