‹ Like a Virgin ›

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30 de noviembre, 1972.


No mentiría, le había dolido que el rubio no se había despedido de ella antes de irse, tan acostumbrada estaba a sus charlas que por el resto de su jornada se había atrapado a sí misma varias veces viendo hacia la mesa que el rubio usualmente utilizaba con la esperanza de verlo ahí, engullendo una hamburguesa o algún “té helado especial”, que en realidad era cerveza en un vaso de vidrio, porque sí, vendían bebidas alcohólicas bajo distintos nombres por órdenes de su jefe, esperando que Dianna se desocupara para poder charlar ambos.

Recuerden, un ambiente familiar sano y acogedor.

Charlotte más de una vez le había cachado observando la puerta con mirada anhelante, más nunca dijo o hizo amago de hacer algo, sabía que mientras menos presionara a Dianna más probabilidades había de que ella sola se diera cuenta de su situación con el rubio.

Ya era tarde, las sillas estaban sobre las mesas y Dianna terminaba de barrer el lugar, ese día le había tocado cerrar el lugar a ella, por lo que había solicitado la ayuda de Charlotte para acabar antes y poder ir a casa de la rubia para empezar a arreglarse para la noche, cabe destacar que Charlotte sonreía cada vez que veía el reloj avanzar, pues de las dos, era la más emocionada por ver a la banda.

Y hablando de la banda, no le había dicho a Dianna que su rubio misterioso era en realidad el baterista de la banda que ella había visto, prefería que lo viera por su propia cuenta, no quería tener que volver a quedarse sola, además sabía que Roger no sospechaba nada respecto a su visita a verlos, pues la morena le había dicho que el rubio la había invitado a verlo tocar y Dianna lo había rechazado por acompañarla a ella.

Par de ingenuos, si tan solo supieran…

Charlotte soltó una pequeña risa al mismo tiempo que Dianna salía del baño, ya cambiada con ropa de civil, la morena la observó con confusión, moviendo su cabeza hacia un lado.

—Oh, no, sabía que te volverías loca de un momento a otro —declaró la morena ganándose una mala mirada de su mejor amiga, quien la esperó afuera del local mientras ella se encargaba de cerrar todo el lugar.

—De ninguna manera, solo estoy muy emocionada por ver a la banda.

—Ay no, si consigues una cita con ese chico tendré que soportar a tu yo enamoradiza otra vez —Dianna hizo una mueca de desagrado, volteándose a verla tras asegurarse de que la puerta estaba cerrada correctamente, Charlotte enarcó una ceja.

—Te toca, eres mi mejor amiga.

—Porque eres la única que soporta mi pésima actitud —replicó.

—Y por eso debes soportarme a mí cuando me enamoro.

—Touché.

Ambas comenzaron a caminar en dirección de la rubia, quedaba algo lejos, pero ninguna quería pagar un taxi a las 8:30 de la noche, por lo que preferían caminar, por supuesto, alejándose de cualquier hombre que les resultara sospechoso.

Ambas tenían un acuerdo silencioso, si algún hombre las atacaba, Charlotte saldría corriendo a pedir ayuda mientras Dianna le daba una paliza al puro estilo de los barrios de Guadalajara.

Por lo que realmente no se preocupaban mucho en la calle, las dos charlaban sobre distintas cosas, Dianna le preguntaba sobre sus prácticas de veterinaria a la morena mientras Charlotte quería saber cómo era todo en la carrera de Ciencias Audiovisuales, porque sí, Dianna quería ser famosa, quería cantar, pero también quería crear películas asombrosas o series, incluso cortometrajes animados, cualquier cosa que la llevara a la fama. No le importaba mucho el método a usar, sino el final.

Aun así, Charlotte a su lado siempre se encargaba de encarrilarla en el carril correcto, cada vez que parecía desviarse, ahí estaba la rubia para abofetearla y recordarle cuál era su objetivo y cómo debía conseguirlo.

Charlotte era un genio de las bofetadas.

Eran las 9:10 cuando llegaron a la casa de la rubia, notando que la casa estaba vacía.

—Mamá y papá salieron a cenar, hoy es su aniversario —habló la rubia antes de que Dianna pudiera preguntar algo, ambas subieron hacia la habitación de Charlotte dejando sus bolsos en el suelo antes de mirarse fijamente.

Estaban cansadas, era tentador quedarse en casa y solo ver la televisión, pero ambas querían salir, por lo que Charlotte fue la primera en ingresar al baño a ducharse.

Dianna en cambió, se levantó de la cama dirigiéndose hacia el toca disco de Charlotte, sacó de su colección un disco y lo colocó, acomodando la aguja en el lugar indicando, la melodía de “Here Comes The Sun” de The Beattles inundó la habitación, Charlotte en el baño soltó un pequeño grito antes de comenzar a cantarla, Dianna le siguió a partir de la cuarta estrofa, le gustaba mucho la voz de su amiga, pero no la dejaría cantando sola.

—Little darling, the smiles returning to the faces, little darling, It seems like years since it's been here —cantó, formando una pequeña sonrisa en su rostro mientras tomaba entre sus manos laguitarra acústica de su amiga, empezando a rasgar las cuerdas — Here comes the sun turururu, here comes the sun and I say, It's all right.

Sus ojos se cristalizaron,aquella canción hacía que su corazón se estrujara un poco.

—Sun, sun, sun, here it comes —ambas cantaron, una desde la cama, la otra mientras lavaba su cabello—. Sun, sun, sun, here it comes

La canción terminó poco después, comenzando otra tras unos segundos de silencio, Dianna continuó tocando la guitarra, era su instrumento favorito junto al cello, aunque hacía más de un mes que no lo tocaba, debía volver a retomarlo.

Charlotte salió poco después con una toalla envolviendo su cuerpo, caminó hacia su armario sacando un vestido de falda algo suelta blanco con rayas negras y azules, junto a un blazer vinotinto junto a un cinturón marrón y sus fieles botas marrones, procedió a encender la secadora mientras Dianna se metía a bañar.

Una hora después ambas chicas estaban listas, Dianna usaba un vestido manga larga igualmente blanco con diseños negros que dejaba un sugerente escote, junto a unos botines negros y unas medias largas igualmente negras, estaba ligeramente maquillada, sin exagerar mucho al igual que Charlotte.

Ambas se miraron, una tomaba su cartera mientras la otra iba sin nada en mano más que sus aretes.

—¿Ya estás lista?

—Así es.

Salieron de la casa, dirigiéndose al bar, una con una sonrisa ya anticipando lo que iba a pasar y la otra sin saber la sorpresa que se llevaría al ver a la banda, específicamente a un integrante de ésta.

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Así estaban vestidas nuestras chicas

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Así estaban vestidas nuestras chicas.

Beautiful Stranger | Roger TaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora