Ethel Dúges, una joven de 16 años, residente de Lille Francia, encuentra un violín mágico, que la obliga a convertirse en Symphonix, defensora de los débiles y protectora del violín.
Ella junto a Tremblemet, el superhéroe oficial de La Ciudad, deber...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Después de salir por su ventana, el joven se encontró con su amiga Elizabeth cerca del centro de la ciudad. Miraba todos los autos que pasaban con temor a que fuera su padre quien conducía.
—¿Quieres dejar de actuar como loco paranoico?— le sugirió Elizabeth tocando su hombro para avisarle que estaba junto a él. —Tranquilízate.
—Estoy tranquilo— aseguró arreglándose la camisa —Pero ser precavido no le hace daño a nadie. No me dijiste a donde vamos.
—Pues... mi primo abrió el viejo Arcade de mi tío hace una semana y se me ocurrió que podrías ir a echarle un vistazo— contestó Elizabeth tomando a su amigo del hombro, emprendiendo el camino por la banqueta.
—¿Me sacaste de mi oscuro cuarto para llevarme a un oscuro cuarto?— preguntó riendo un poco.
—Con la ventaja de que ahí podemos jugar todos los juegos que queramos, mira— sacó un enorme monedero morado con estampado de gatos, notoriamente pesado. —tengo muchas monedas, podemos estar ahí toda la tarde. Oh, y también hay un café artístico o algo así, podríamos cantar juntos si te aburres de perder contra mi.
—Bien— aceptó sonriéndole.
Ambos amigos pasaron una agradable tarde como habían planeado. Jugaron hasta que sus dedos se hincharon de tanto apretar botones.
—Ok, es la última pelea. Mi mamá ya está preguntando por mi— dijo Elizabeth, preparándose para escoger a su personaje, mientras Diaval hacía lo mismo.
—Claro— dijo cómo sí nada. —Ya me aburrí de ganar.
Algo ofendida, la joven le soltó un golpe en el hombro, haciéndolo reír.
—Que presumido —. se quejó falsamente.— Pero ya veras.
Elizabeth apretó los botones como loca, esforzándose por ganar, pero al final...
—¡No, no, no!—. protestó con muy leve enojo.
—¿Cuándo aprenderás a jugar?— preguntó Diaval, sonriendo divertido.
—Ok, ya vámonos —. dijo Elizabeth, satisfecha por animar a su amigo de esa manera, aunque fuera destrozando su ego.
—Bien —.Diaval la seguía hasta la salida del Arcade.
—¿Quieres que le pregunté a mi mamá si puedes cenar con nosotros? Digo, por si tu padre se enoja contigo por lo de hoy, puede pasarte a buscar a mi casa y tal vez mi mamá lo calme un poco.
Diaval miró a su amiga con algo de preocupación —No tienes que hacer eso, me las arreglaré solo.
—¿Seguro? Porque no es ningún problema, en realidad yo...
—¡Diaval!— esa elegante y autoritaria voz hizo temblar a ambos jóvenes, quienes no pudieron hacer más que quedarse quietos y observar cómo ese elegante e imponente hombre hacía acto de presencia. Sus ojos reflejaban enojo puro, pero a simple vista parecía calmado y sereno. —Al carro, ahora— ordenó.