𝗧𝗵𝗲𝗼𝗿𝘆 𝗼𝗳 𝗟𝗼𝘃𝗲 (CANCELADA)

Capítulo 22. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos [fase 2]

"Se puede olvidar lo que pasó pero no cómo se sintió"

Tú lloraste primero...

Mi oportunidad se presentó el siguiente fin de semana gracias a Santiago, el guión estaba terminado y ya se podría dar comienzo a las preparaciones generales de la obra así que Pineda estaba más que listo para celebrar con su equipo literario; no podía desaprovechar está ocasión. Desde que entré al bar no pude dejar de beber, Joaquín me regañó unas cuantas veces pero lo ignoré; tuve una semana asquerosa, no he podido dormir bien porque él está metido en mi cabeza todo el tiempo, sumándole que mi plan me tiene tenso... necesito relajarme urgentemente.

Han pasado unas cuatro horas, me siento lo suficientemente ebrio como para hacer lo que quiero, me levanto algo mareado rumbo al baño haciéndome pendejo. Sabía que tenía que esperar un poco hasta que alguien entrará...

—¿Sigues meando?— bingo, justo quién esperaba hizo acto de presencia ayudando a que mi plan siguiera su curso, no le respondo, nada más le doy un sonido con la garganta —estás pedisímo.

Sobreactuo un poco para darle realismo a esto, hago como que no puedo cerrarme la bragueta, me tambaleo a propósito pero, como sí estoy algo mareado, casi consigo un golpe en la cabeza pero unas manos lo evitan, mi amigo ha llegado hasta mi lado evitando el accidente —haber ¿cómo te sientes? ¿Cuántos dedos ves?— me levanta dos dedos pero bufo mirando mi cierre aún bajo, él lo nota y con su mano lo sube, afianzandome bien del brazo.

¿Por qué? ¿por qué no amas a alguien mejor?

—Estás muy borracho, voy a pedir un taxi para que te vayas a tu casa— intenta hacerme caminar, yo no muevo los pies consiguiendo que ambos estemos a punto de caer pero, de nuevo, es impedido por sus manos en mis hombros —no me chingues, Emilio ¿porqué bebes así? Vamos a la mesa, le diré al mesero que guarde tu moto aquí, y Diego y Niko...

No hay porque seguir prologando esta mierda, sigue hablándome cuando lo empujo contra la pared, él me grita algo pero lo ignoro, lucha por safarse de mí pero, siendo más fuerte que él, logro inmovilizarlo y lo observo fijamente, poniendo especial atención a sus labios que se abren para soltarme un —Emilio, estás pedo, basta. Oye, hazme caso...

Y lo beso, fuerte y salvaje.

Siento a Joaquín quedarse inmóvil unos segundos hasta que comienza a luchar de nuevo y quedarse quieto, otra vez, siento su cuerpo temblar sobre el mío, lo sentí siendo miserable, ahogando mi corazón con esa misma misera. Algo en mi cabeza me decía que tenía que parar pero no podía, no podía detenerme, se me estaba yendo toda mi poca energía en seguir chupando y tirando de sus labios... y no tenía intenciones de detenerme.

Saco mi lengua para delinear su boca, exigiendo pasar al interior, entre temblores me lo concede; todo esto lo hice para hacerlo sentir miserable, decepcionado de mí... pronto me doy cuenta que todo es inútil porque el hombre que no quiere ser separado de sus labios soy yo, y el hombre que quiere seguir saboreando el dulce de su boca soy yo, y el hombre que siente un zoológico en el estomago soy yo, y el imbécil que siente el pecho cálido soy yo y el pendejo que siente que se le está yendo el aliento soy yo... 

Cuando encuentro mi cordura dejo de besarlo, aún con un hilo de saliva que no tengo idea de quién es, lo miro fijamente, y lo que veo me da un jalón en donde no debería sentir nada; sus ojos brillantes, los labios rojos e hinchados y la ensoñación en su rostro 

—Emilio...— llama mi nombre y, de nuevo, siento un calorcito en el pecho...

¿Eres joto? ¿por qué bailas así?