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«Era como tocar el cielo, como ganar la lotería y encima terminar un maratón de horas

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«Era como tocar el cielo, como ganar la lotería y encima terminar un maratón de horas. Todo en uno y gracias a ese hombre tan habilidoso que tenía para mí sola»

Abby Payne

Tras las clases universitarias que habían terminado ese día, sobre las cinco y media, Abby se encontraba sola en su cuarto. Leía tranquilamente un libro que había comprado el día anterior. Leer, para ella, era como irse a otro lugar del mundo, sin ni siquiera moverse de su cuarto. Cosa que era normal en su día a día.

Los pocos libros que podía costearse, los releía varias veces y no se cansaba.

Siempre o casi siempre estaba sola en su cuarto y simplemente soñaba con viajar a cualquier parte del mundo para poder vivir su vida, ser feliz y vivir experiencias nunca antes vividas.

Al menos si solía salir sola de vez en cuando, cuando su padre se encontraba trabajando y su madre la dejaba. La madre de Abby era buena, pero estaba cegada por ese hombre y el miedo podía con ella, lejos de todo lo que habían vivido, sabía que debía marcharse, ayudarla a irse, pero no era tan fácil como otras personas lo pintaba. Sobre todo en ese pueblo.

Entonces, cuando estaba en la mejor parte del libro donde no dejaba la vista de las páginas, la voz de su madre se escuchó desde la planta de abajo y su mala gana aumentó, dejando el marcapáginas en la página donde lo había dejado y se bajó de la cama, caminando descalza con ese pijama tan diminuto de ella.

—¡Abby! —Volvió a gritar su madre y Abby se apresuró para caminar por el pasillo y bajó la escalera donde en la parte de abajo, su madre se encontraba esperándola.

—Dime —dijo Abby con la voz calmada y cuando faltaban dos pasos para terminar de bajar las escaleras, el cuerpo atlético y ese olor tan increíble que conocía bien, apareció y su vista se quedó mirando hacia esa persona que estaba al lado de su madre, esperando a que su mon chéri bajara de la escalera—. ¿Mike?

El joven y atractivo rubio, que llevaba su mejor camisa de cuadros color rojo y negro, con esos pantalones ajustados y esas zapatillas tan galantes que solía ponerse, juró que había visto al príncipe de sus sueños, esperándola dentro de esa casa del terror.

Y Mike la saludó con esa sonrisa tan perfecta de él, poniendo nerviosa a Abby por dos cosas; la primera, porque la ponía de esa manera y la segunda, porque estaba prohibido que Abby invitase a universitarios en casa.

Y el rey de los universitarios más guapos estaba ahí, dentro de su casa, al lado de su madre, que parecía mirar a ese hombre y luego a su hija con cierta ceja elevada.

—¿Cómo no me habías dicho que iba a venir un amigo? —preguntó su madre, disimulando un poco y Abby se quedó muda, sin comprender nada.

Mientras, Mike estaba al otro lado, mirándola de arriba abajo con ese pijama tan diminuto que le hacía ponerse tan duro.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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