— Paga — volvió a repetir por segunda vez en el trayecto.
— Joder que pesao' — le respondió ignorando al sujeto que estaba atrás suyo tratando de pasar de incógnito con una sudadera, lentes de sol y gorra en color negro fallando en si cometido cuando por la calle el sol comenzaba a irradiar su calor con saña.
— Paga. El audi, el coche k, la ropa, y el haber hecho de una puta niñera anoche. Paga — insistió.
— Se lo pagaré cuando tenga más dinero. Qué le parece si le invito el almuerzo y quedamos a mano por lo de anoche — Era una buena idea en su mente, una comida y podría volver con tranquilidad a la comodidad de su hogar a disfrutar de su día libre y hacer como si lo de la noche anterior y lo de la mañana jamás hubiese pasado.
— Paga. — concluyó el mayor.
Gustabo se llevó una de sus manos hasta su frente para masajearla, a veces las ganas de matar a ese hombre relucían en su mente, en lo detestable en su incapacidad de reconocer el trabajo de los demás y el aporrear como respuesta a todo y el rubio en ese preciso instante estaba sufriendo una de sus crisis homicidas de Conway.
Giró su cabeza para observar cómo el Superintendente de la ciudad le seguía los pasos, insistiendo en que le pagara lo que le debía dándose cuenta en mayor profundidad el dolor en el culo que podía llegar a ser su superior, reafirmado sus sospechas de una faceta insistente y casi obsesiva de él.
— ¡Viejo, deje de acosarme! ¡Que ya le dije que no me interesa! — gritó cuando se encontraba cerca de la tienda de la gasolinera.
— ¡Te voy a matar, Capullo! — le respondió gritando terminando de captar la atención de los que estaban cerca del lugar.
— ¡Que no me gustan los señores mayores, caballero! —volvió a gritar aun dándole la espalda intentando aguantar las ganas de reírse por el cabreo que debía estar llevando el Intendente en ese momento.
— ¡Hey la parejita! Quietos si no quieren terminar con un agujero más para jugar. — Una tercera voz se había unido a la plática, una voz ruda, un tanto intimidante y que aumentaba este factor al ver el metal apuntandolos de frente.
Gustabo sólo levantó sus manos, si tenía que ser un rehén lo sería, no estaba de servicio, su celular no tenía batería, no cargaba ni una arma encima, y estaba conciente que Conway probablemente debería estar en las mismas condiciones, la mejor opción que tenían en ese momento era mantener la calma y seguir las indicaciones de los secuestradores para ser una moneda de cambio para algún atraco.
Pero la mente del rubio no estaba funcionando del todo bien, no cuando aún había rastros de resaca y alguna partícula de droga viajando por sus venas y arterias, porque cuando vio la moto en la entrada de la tienda sabía que tenía una opción más que podría costarle la vida tanto a él como a Conway.
— ¡Corre, Corre, Corre, Corre! — Entre gritos y un codazo a la mandíbula del delincuente encapuchado que lo dejó tirado en el suelo tomó la muñeca del mayor y lo obligó a subirse tras él en la moto.
Su mano giró la manilla haciendo contacto y antes de que el hombre armado pudiese reaccionar se encontraba cruzando la calle a toda velocidad mientras un señor mayor le gritaba tras la oreja.
— ¡Ostia. Que dispara, que dispara! — Siguió gritando mientras se movía en zigzag para evitar que le dieran alguno de los dos.
— ¡Claro que dispara, capullo! ¡Subnormal! ¡Cómo coño se te ocurren estas mierdas! ¡Capullo! — La voz era tan fuerte como el agarre que tenía a la cintura de Gustabo, avecinando que apenas dejara estacionada la moto se llevaría un golpe.
— ¡Nos he salvado! —
— ¡Salvado a mis cojones católicos. Casi haces que nos maten pedazo de mierda! —
— ¡Le he salvado dos veces ya! ¡Deuda pagada! —
— ¡Ni lo creas Gustabín! ¡Me vas pagar todo y hasta la puta cirugía al corazón que me voy a terminar haciendo por tu culpa! —
Los disparos se dejaron de oír y al poco tiempo se escuchó el sonido de una patrulla de policía ir a toda velocidad en dirección contraría a la de ellos, permitiéndose descender un poco la velocidad y respirar tranquilo. Sus manos temblaban, sentía su respiración normalizarse de a poco, pero su corazón aún amenazaba con salirse volando de su pecho; había sido una locura, una que no se dio ni cuenta en como había sido tan estúpido de realizarla.
Gustabo seguía manejando sin un rumbo aparente, dejándose guiar por la brisa que le golpeaba la cara, el calor que envolvía su estómago, trayendo consigo una sensación de libertad y paz que hace mucho tiempo no sentía, que no recordaba a ciencia cierta si alguna vez fue así de intenso.
Los gritos cesaron, la cercanía se mantuvo, sabía que sólo era el ojo del huracán, una calma momentánea y efímera que luego se vería truncada cuando sus pies tocaran el suelo y Conway pudiera gritarle todos los insultos que se le vinieran a la mente y lo amenazara con degradarlo y despedirlo para que quedara en sólo eso, simples amenazas. Un buen recuerdo que seguro debería de guardar en su memoria para probablemente olvidar en un futuro cercano.
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Des-Inhibition || IntendentePlay
RomanceSe suponía que debía ser sólo un paso más en su infiltración en la mafia, que sólo se trataría de una prueba más para validar de una vez por todas su lealtad, pero todo había ido a dar a la mierda, todo lo que conocía de sí mismo comenzaba a volver...