Des-Cubrir

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¿Era eso, no? Era ese olor, era esa voz, esas manos, pero ¿Era sólo una parte o la suma de todas ellas? ¿Es que era acaso Conway la pieza y el desencadenante de la aparición de su libido? Y al entreabrir sus ojos para notar la barrera de vidrio entre su mirada y la otra se dio cuenta que si, que era Conway el causante y sí,sus labios realmente se estaban tocando y se conectaban para compartir su sabor y calor.

¿Por qué no se detenían? ¿Por qué no lo alejaba de él? ¿Por qué no le estaba gritando y dándole porrazos? se preguntó sin obtener ninguna respuesta lógica a la que pudiese llegar con tremendo calentón.

El calor que tenía Gustabo aumentó, su fuerza falló y la intensidad de los efectos de la droga habían aumentado al doble, su cuerpo dio al suelo, sus rodillas se golpearon contra el frío piso del despacho y sus manos se agarraron a la camisa como si fuese un salvavidas a su conciencia y un placebo para su cuerpo que gritaba la necesidad de mantenerse más tiempo junto al calor del Superintendente.

— ¿Pero qué mierda crees que haces, Capullo? — la voz de Conway caló en sus oídos haciéndolos vibrar, pero Gustabo no fue capaz de contestar ni darle una respuesta, no había ninguna en la que no saliera expuesto, no existían palabras de tapaderas para ese beso sin tener que confesar todo.

— ¡Responde! — sólo silencio obtuvo como respuesta.

Necesitaba huir, necesitaba salir de ese lugar antes que se destapara todo lo que había estado escondiendo, y lo que estaba descubriendo de sí mismo, y de paso pensar y analizar con detenimiento que significaba que para él que la calentara Conway y que repercusiones tendría; y si a Gustabo había algo que se le diese bien, era huir.

Sus piernas se levantaron de golpe golpeando con su cabeza la barbilla de su superior y sin darle tiempo para quejarse del dolor y que el otro se estabilizara. Abrió la puerta del despacho para comenzar a correr escaleras abajo, chocando contra alguna que otra pared al no tener un control total de sus sentido.

— ¡Ven acá gilipollas! — la voz se escuchó desde arriba, lo suficientemente fuerte para alertar a media comisaría y dar casi una señal a sus agentes de detener su paso.

— ¡Aparta hijo de puta! — se escuchó apenas un minuto después en que el paso fue obstaculizado por uno de los alumnos en prácticas que apenas logró quedarse con la chaqueta que llevaba encima.

Se había salvado de un agente pero no corrió la misma suerte con uno de los escalones de comisaría los cuales parecían ser más efectivos y más leales al Superintendente que el propio CNP, su cuerpo dio al suelo y no tardó tiempo en ser reducido por dos agentes que llegaron a su lado.

— Lo tenemos Superintendente — Sus brazos se movían, intentando zafarse, aun cuando las esposas habían cubierto sus muñecas y comenzaban a enrojecerse por su desesperado intento de librarse.

Sus rodillas otra vez tocaban el suelo, sus pecho subía y bajaba, su frente sudaba y su respiración seguía agitada por su patético intento de huida, ya no sabía que era peor de toda aquella situación, si su miserable intento de escapar de Conway, la forma en que lo atrapó, o ver los zapatos negros frente a sus ojos.

Su barbilla fue tomada con una sóla mano y su piel nuevamente se erizó, odiaba todo lo que le estaba ocurriendo y cómo su cuerpo seguía reaccionando de esa manera a pesar de que nada en el ambiente lo ameritaba, sus ojo se encontraron otra vez con esa pared de vidrio oscuro y mientras una mano desde su mandíbula mantenía fija su cabeza mirando hacia arriba la otra obligó a la piel de sus párpados abrirse para mostrar y confirmar una sospecha.

— Me lo llevo. De él me encargo yo —

— Entendido Superintendente, diez cuatro— ambos oficiales con un saludo y la mano sobre sus frente se apartaron de él dándole el espacio al mayor para actuar.

Fue levantado del tirando de su camisa, y empujado a subir por las escaleras, las mismas que habían confabulado contra él para dejarlo en su situación actual. Delante de él sólo había silencio desde su boca, y el sonido de sus pisadas eran la única interacción que ambos tenían.

— ¿Me llevará al calabozo, abuelo? —preguntó frente a la necesidad de escucharlo hablar y hacer menos incómodo el momento, pero ninguna respuesta se escuchó y el destino al que iban sólo estaba dirigido por una imagen de hombros anchos cubiertos de una camisa blanca y una nuca de cabellos grises y negros.

Estaba en el segundo piso, frente a la puerta de los baños que nadie usaba, frente al mismo puto baño donde días atrás había tenido que humillarse a sí mismo mientras se corría una paja por haber escuchado la voz de Conway, y que en ese momento recién podía darse cuenta que otra vez el Superintendente había sido la constante en sus episodios de éxtasis y deseo sexual.

Otra vez fue agarrado de su camiseta, y arrastrado con fuerza hasta estar dentro del baño, la puerta de uno de los cubículos fue abierta y con fuerza fue obligado a ponerse de rodillas. Gustabo intentó resistirse pero el dolor en sus muñecas el efecto de la droga aún presente en su sistema lo inutilizaba dejándolo en medio de una batalla perdida.

— Si te atreves a morderme te haré abrir la boca a ostias —

Tembló, por su mente pasó uno de los peores escenarios que pudo imaginar y aquellos pensamientos se acrecentaron cuando sus cabellos fueron tomados con fuerzas obligandolo a mantenerse bajo el control de los movimientos de Conway.

Su mirada fue a dar frente al inodoro y los dedos del superintendente se adentraron hasta el fondo de la garganta sin compasión alguna, evitando cualquier réplica, insulto o reclamo que pudiese dar. Su diafragma se contraía y el sonido de arcadas chocaban contra las baldosas del baño, escuchándose aún más fuerte de lo que realmente eran y con la tercera contracción desde su estómago dejó salir aquel ácido y asqueroso líquido que le quemó la garganta, lo hizo toser y humedecer sus ojos.

Pero su tortura no había terminado, no cuando apenas había controlado su respiración su boca fue invadida una vez más trayendo consigo el mismo resultado una agónica tortura donde Conway era su verdugo que buscaba quitar hasta el último gramo de lo que hubiese en su cuerpo. 

~ Hail Intenabo~

Des-Inhibition || IntendentePlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora