Gracias amigos

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Todo había cobrado sentido. Seiya comprendió que Saori había enviado a su investigador, Saga, porque quería encontrarlo e informarle que él era el heredero del viejo Kido; además era probable que esos constantes viajes a Grecia, en lo que conoció a Julián Solo, sólo eran un pretexto para encontrarse con él en un golpe de suerte o quizá para saber sobre sus propios orígenes; también se dio cuenta que había intentado mantener a sus amigos (Shiryu, Hyoga y Shun) cerca para que le sirvieran en determinado momento como anzuelo, pero que con el tiempo ella se encariñó con esos jóvenes hasta el punto de que entre ellos surgiera una amistad; finalmente, descubrió que el bello sentimiento que había surgido entre ellos sí había sido honesto. Saori realmente lo quiso en algún momento.

Seiya se refería a ese sentimiento en pasado porque era obvio que Saori ya no podía sentir algo por él. El joven se sintió como el rey de los estúpidos, porque con su necedad se encargó de matar toda relación que pudo haber entre ellos. Sin embargo, él no podía negar que seguía enamorado de esa mujer; ni siquiera los besos y las intrigas de Shaina pudieron borrar ese amor.

El joven sonrió irónicamente. Ya no importaba lo que él sintiera por Saori, ahora ella se casaría con Solo. Pasado mañana, ella se convertiría en la mujer de ese joven que, aunque le pesara a Seiya, le daría a Saori todo lo que alguna vez creyó tener: un legítimo buen nombre. Al pensar en eso siguió sin poder creer que esa niña engreída que se creía superior a los niños del orfanato, finalmente fuera la más desafortunada de todos.

Después de que Jabu prácticamente lo corriera del orfanato, él (Seiya) estuvo pensando durante largas horas en toda esa situación. Deseando con todas su fuerzas poder estar con Saori, consolarla y decirle que no importaban sus orígenes, ni todas las groserías que se hicieron cuando niños; lo que realmente importaba es que ella supo enmendar todo, que durante años mantuvo en funcionamiento al orfanato, que tuvo la noble intención de ayudar a los niños desamparados, que quiso cumplir la última voluntad de su abuelo, que ayudó a sus amigos... que logró sembrar en él el sentimiento más grande, puro y hermoso que jamás sintió ni volvería a sentir. Pero no podía hacer nada al respecto, ella no quería verlo; Seiya sabía que era un terco y que jamás se daba por vencido, pero al mismo tiempo deseaba que ella fuera feliz y si su sola presencia representaba su desgracia (tal como ella se lo había dicho), él estaba dispuesto a hacerse a un lado para siempre.

Precisamente con la intención de completar la felicidad de Saori es que estaba ahí, sentado en la oficina de Aldebarán para hacerle saber lo que había decidido hacer con la fortuna Kido.

-Ah joven Seiya- le dijo éste cuando entró- lamento la tardanza.

-No se preocupe...-respondió Seiya.

-Bien, supongo que vienes a firmar los papeles que te acrediten como dueño legítimo de todo en cuanto poseía el señor Kido...

-En realidad, no es precisamente ese el motivo de mi visita... Bueno, en el testamento se estipulaba que podía hacer uso de esa herencia en el momento y forma que creyera conveniente ¿cierto?

-Sí... así es- respondió un poco confundido Aldebarán.

-Bueno, he decidido que TODO pase a manos de la señorita Saori Kido- sentenció.

-¿Qué?

-Sí, creo que no habrá nadie mejor que pueda manejar ese dinero- Seiya creía aquello fervientemente; si bien deseaba que el orfanato siguiera funcionando, estaba seguro que Saori se haría cargo. Entre las cosas que había pensado era que si Saori hubiese querido, no se hubiese molestado en buscarlo, quizá lo hubiese dado por muerto y así poder quedarse con todo; sin embargo, ella no hizo tal cosa.

-Ya veo... Bueno, no creo que haya problemas... Me encargaré personalmente de hablar con la señorita Kido para ponerla al tanto de la situación.

Del Odio Al Amor Sólo Estás TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora