Verdades que hieren

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Aún con la sangre hirviéndole, Seiya permanecía fuera de la estación de policía; estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para calmarse (Aioria se lo había pedido y él no quería fallarle, fundamentalmente porque quería evitarle problemas con su hermana). No obstante, sus intentos eran en vano, apenas comenzaba a enfriar su cabeza para enfrentar a Milo e inmediatamente su mente empezaba a imaginar el rostro asustado de Saori, o quizás a Milo intentando hacerle algo e infinidad de cosas infames que sólo lo enfurecían.

Si bien tenía muchas ganas de matar a golpes a Milo, Seiya también se odiaba a sí mismo por permitir que Saori pasara por aquel traumático episodio, si no hubiese sido tan idiota con ella, la hubiera protegido (incluso con su vida). Pero ya era tarde para lamentarse por ello.

Por otro lado, había otra cuestión que descontrolaba a Seiya, el hecho de reaccionar de esa manera ante la posibilidad de que Saori estuviese en peligro. Toda aquella lucha interna lo estaba volviendo loco; por una parte, seguía amando a Saori (y también se odiaba a sí mismo por continuar guardando ese sentimiento hacía ella); por otra parte, le guardaba rencor por haberle mentido. El joven no sabía qué hacer con todo ese remolino de sentimientos.

De pronto, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando vio a su amigo Ikki salir del lugar, quien iba acompañado de (según recordaba) Aldebarán, el representante legal de la familia Kido.

-¡Ikki!- lo llamó.

-Ah Seiya... ¿qué haces aquí?- preguntó su amigo y entonces él recordó a Milo y nuevamente la sangre se le subió a la cabeza.

-Vengo a partirle la cara al desgraciado de Milo por lo que le hizo a Saori...- dijo un tanto alterado.

-Tranquilo...-sugirió su amigo- Estás muy agitado, además no lo encontrarás ahí adentro.

-¡¿Qué?!

-Hace unos minutos se lo llevaron a la prisión- explicó Aldebarán- Se determinó que, además de sus recientes actos, tenía otras cuentas pendientes con la justicia. Era inevitable que lo trasladaran.

-Si hubieras visto el "espectáculo" que se armó. Su mujer, armó un escándalo por él- agregó Ikki.

-Díganme a dónde se lo llevaron... tengo que hacerle pagar- continuó Seiya- Lo voy a matar.

-Te digo que te calmes... Mejor vámonos, necesito hablar contigo.

-Bien, yo los dejo- dijo Aldebarán- Joven Ikki, por favor guarde compostura, próximamente lo estaré buscando para informarle cómo va su caso. Y joven Seiya, le recuerdo que tenemos un asunto pendiente- le entregó una tarjeta- Aquí puede encontrarme cuando ya esté listo.

Se despidió y los jóvenes se quedaron ahí. De pronto Ikki sujetó con fuerza a Seiya y le habló por lo bajo- ¿Qué te pasa? ¿Estás loco o qué? No digas ni de broma que vas a matar a Milo; créeme, no podrías soportarlo, es un acto que te quebranta el espíritu y con lo que cargarás para siempre.

Sin soltarlo, se lo llevó de ahí. No habló para nada y Seiya, quien era un poco más bajo y débil que su amigo, no pudo más que permitir que se lo llevara. Finalmente, y después de caminar mucho, llegaron al viejo hogar de Ikki, entraron y su amigo prácticamente le ordenó que se sentara.

-Bueno, me trajiste hasta acá casi a la fuerza. Dime ¿de qué quieres hablar?- le cuestionó Seiya.

-Primero que eres un torpe. ¿Cómo se te ocurre decir que quieres matar a Milo?

-Ya te dije que quiero hacerle pagar por lo que hizo.

-¿Y quién te crees para ejecutar la justicia con tus propias manos? Milo ya está en prisión, está recibiendo su castigo- hizo una breve pausa- Además, si tanto te importa la señorita Saori, creo que erraste tu primera reacción; debiste ir a ver cómo está, en lugar de buscar pleito a lo tonto- Seiya no supo qué responderle, así que su amigo continuó- Deberías aprovechar que ella aún está aquí, que puedes verla, hablarle, protegerla...

Del Odio Al Amor Sólo Estás TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora