Del odio al amor...

652 21 21
                                    

En aquella época, el clima lluvioso parecía estar yéndose. Las mañanas y las noches se volvieron frescas pero el resto del día era soleado. En esos días Seiya acababa de vivir una de las penas más grandes de su vida, su madre había fallecido y lo había dejado a su suerte con su hermana mayor. El niño entendía muy poco de lo que sucedía, eran tantas cosas que pasaban rápidamente que no había tiempo de comprenderlo; lo único que le daba certidumbre era estar con su hermana. Seika le había dicho que ahora, que se habían quedado solos, irían a vivir a una casa con muchos otros niños que no tenían padres.

Inmediatamente después de que entró en el imponente edificio, lo llevaron ante Mitsumasa Kido. Mientras Tatsumi les explicaba el reglamento de su nuevo hogar, Seiya miraba a todos lados, era un lugar nuevo y totalmente diferente a todo lo que había visto en su corta vida. De reojo miraba al señor Kido, quien sólo lo observaba fijamente en silencio; en ese momento el viejo le inspiró respeto y miedo al mismo tiempo. Luego lo llevaron con unos doctores para ver cómo estaba su salud; Seiya no se sentía enfermo pero si ponían una aguja en el brazo claro que se sentiría mal. Ya con el brazo adolorido por el piquete, lo llevaron a una habitación con 5 camas, él ocuparía la quinta. Se quedó sentado en su cama aún con temor a lo desconocido, cuando una niña que iba caminando por el pasillo se detuvo en el umbral de la puerta y le dijo: -Oye ¿eres nuevo?

-Sí- le respondió tímidamente a esa niña de coletas.

-¿Por qué no vas a jugar con los demás allá afuera?- le preguntó con una sonrisa.

-Bueno...-se puso de pie y salieron; ella le dijo que se llamaba Miho, a él le agradó mucho esa niña.

Ya en el jardín, un grupo de niños estaba muy animado a punto de comenzar a jugar fútbol. Seiya sonrió al verlos, entre ellos estaban los mismos que vio jugando cuando llegó a su nuevo hogar; mientras se dividían en equipos, el niño rubio jugaba con el balón y presumía lo alto que podía lazarlo, en uno de esos movimientos lo arrojó demasiado alto y éste fue a dar al balcón de una habitación.

-Bien hecho Hyoga- le reclamó el niño de cabello negro y ojos azules- Ahora hay que ir por el balón.

-No pienso ir a pedirlo... Ya sabes en la habitación de quién cayó- le respondió.

-Sólo hay que subir por ahí- dijo el pequeño Shiryu señalando una enredadera que subía hasta el balcón- tomarlo y bajar como si nada.

-¿Cómo si nada? ¿Ya viste bien? está altísimo.

Shiryu lanzó un bufido- Yo iré...- sentenció y comenzó a subir. Mientras hacía aquella maniobra peligrosa, Seiya se acercaba para ver de cerca. En un momento y después de haber subido una altura considerable, Shiryu resbaló. La caída era inevitable, todos los niños detuvieron el aliento un segundo, pero Seiya fue más arriesgado y se puso exactamente en el punto donde el niño iba a caer, en una fracción de segundo Shiryu llegó hasta abajo, pero su caída fue amortiguada por el nuevo niño del orfanato.

-¡Ay!- expresó Seiya- ¿Estás bien? – le preguntó.

-Creo que sí- dijo el niño quitándose de encima de Seiya- ¿Y tú?

-Sí, no me lastimé... Me llamó Seiya- se presentó.

-Yo soy Shiryu- miró arriba y le dijo- Gracias por salvarme, te debo una- le dijo.

Mientras Seiya y Shiryu comenzaban una amistad que duraría por el resto de sus vidas, los demás niños discutían sobre cómo resolver la situación.

-Yo iré por él- dijo Shun muy decidido.

-Claro que no- lo detuvo su hermano mayor, sujetándolo de su ropa- Ya viste que Shiryu se pudo lastimar.

Del Odio Al Amor Sólo Estás TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora