Agostina era una chica muy tímida, callada y predispuesta para el trabajo. Tal vez, podríamos llevarnos bien. Le expliqué que la editorial se toma muy enserio a sus clientes. Ella hablo realmente muy poco. La ubiqué en la oficina, en el escritorio de enfrente. Mi oficina era amplia ya que justamente cabrían dos correctores en el mismo lugar, pero como no se había contratado nuevo personal hasta ahora iba a ser ocupada por Agostina.
Le asigné dos carpetas para empezar. Levanto la vista para mirarla y se encuentra realmente consumida por el trabajo, creo que no quiere dejar ningún cabo suelto en lo que le asigné, me recuerda a mí, cuando llegué aquí tenía su misma actitud, temía equivocarme en algo, especialmente porque deseaba mantenerme en ese trabajo.
Recuerdo ese primer día como si fuera ayer, la Jefa se había tomado la molestia de mostrármelo todo personalmente, yo estaba tan entusiasmada.
-Te espero mañana para las 9:00 a.m. iniciaremos con una jornada de ambientación. Te presentaré al equipo. - Me dijo la jefa.
-Así será, estaré puntualmente. Muchas gracias Srta. Chiara – Agradecí por la gran oportunidad que tenía frente a mí. Realmente estaba feliz y espera contárselo a mi madre apenas llegara, no pude llamarla toda esa tarde ya que estuve ocupada en la editorial, por eso cuando salí como ya había oscurecido tomé las llaves del coche y me apresuré a tomar la carretera que me llevaría a casa. Pero en medio de esa gran oscuridad, la luna escondida y el aullar de los lobos me perdí para siempre... me costaba recordarlo, la vi tirada en la carretera, había chocado por los árboles laterales de la carretera, el auto quedó realmente en un estado trágico, hierros retorcidos y vidrios rotos, la soledad reinante la había acompañado mientras yo llegaba, la vida te presente situaciones con las que no sabes cómo lidiar. Cuando me acerqué a ella sentí de inmediato como se cuerpo había abandonado todo calor, estaba fría, llena de sangre, con trozos de vidrio en su rostro. Su sangre corría por el asfalto nigérrimo, mi sollozo se hacía cada vez más desgarrador. Veía cómo todo se ralentizaba a mi alrededor. Y era ese el fin donde la vida me pasaría la factura y tendría que dejarlo todo, como si no alcanzase y sea solo una mísera propina.
-¡No, despierta, despiertaaa!... ¡Ahora, ahora, nooooo! -Escuchaba como los ecos de mi grito, me devolvían la imploración desesperada.
Ella sentía frío, y una línea gruesa e intensa de sangre caía sobre su frente, bajaba su cuello y se colaba hasta el asfalto. La noche negra impoluta dejaba escuchar el lamento de la naturaleza. Yo sentía que mi alma se escapaba con la ella. Tirada en la carretera nadie podría ayudarla. El aullar de un lobo mirando la luna hizo que mi espina dorsal se paralizara dejándme de una vez inconsciente por completo. Media noche, camino desierto, lugar perfecto para perder su hálito de vida.
Quedé inconsciente, eso fue lo que me dijeron, cada uno lucha con sus traumas a su manera, y yo en ese momento no pude hacer nada por ayudarla. Al verla en ese estado algo se apagó en mí, como si hiciera un corto circuito quedé inconsciente. Y lo peor de todo fue el receteo posterior, quería excluir de mi sistema toda esa desgracia, necesitaba reiniciar, pero como en la vida no todo se puede, algo en mí quedó averiado, tal vez por eso es que no recuerdo realmente del todo lo que pasa los miércoles, siempre termino con una sensación de desasosiego, como si hiciera cosas de forma inconsciente y al final armara mi propia historia de lo que pasó. Algunas veces pasan cosas raras en el trabajo, algunos me tratan como si yo supiera lo que ocurre los miércoles, pero ese en realidad es mi día libre. Nunca puedo hablarlo con nadie, y tampoco sabría qué contar.Como verán, si ni yo misma me entiendo ¿cómo me entenderán los demás?
Algunas veces todavía escucho la voz de mi madre, es más ahora creo escuchar mi nombre con su tono de voz, pero no es así.
– Dime Agostina – Logro decirle rápidamente.
– Sí, yo solo quería despedirme de ti, el día de hoy tengo licencia para marcharme más temprano.
– Vete tranquila, ¿cuáles son los días que vendrás? – Le pregunté.
– Estaré los miércoles, jueves y viernes – me respondió.
– ¡Ohh!, entiendo. Mañana hablaremos de eso. Puedes irte – le dije lo último con una sonrisa. Ella asintió con la cabeza ante mi respuesta y al llegar a la puerta se despidió y me sonrió de la misma forma que yo lo había hecho un minuto antes. Me caía bien, tal vez sería mi amiga.
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GEMMA'S LAST NIGHT (LA NOCHE ANTES, DE GEMMA)
Short StoryLa sangre corría por el asfalto nigérrimo; el sollozo de Gemma se hacía cada vez más desgarrador. Veía cómo todo se ralentizaba a su alrededor, era ese el fin donde la vida le pasaría la factura, y ella tendría que dejar incluso toda su historia c...