Narra Gemma
Al regresar a la ciudad, me topé con otro golpe más para mi frágil estado mental. Se los voy a contar sin tantos rodeos, creo firmemente que esta ciudad ya no es para mí, me ha traído tantos dolores más que otra cosa. Apenas baje de la línea terrestre, mi pupilas se apagaron, mis miedos crecieron hasta hacerse inmensos, estaba claro que esa carretera tiraba misiles sin retorno siendo yo el blanco, y lo peor de todo fue cuando al chocar con una niña en la estación me tendió su pañuelo desechable, me dijo que me sangraba la nariz, y por primera vez comprobé que en verdad era sangre, ¡por fin! – nótese el alivio relacionado a la sangre – al menos no estaba del todo loca. La presión terminó haciéndome perder los estribos por primera vez, ya que al llegar a la editorial la jefa me pidió que pasara por recursos humanos. Lo peor de todo es que nadie colocó la primera piedra del monumento para mi persona, por toda mi labor, me remplazaron sin remordimientos. Cuando bajé, la única que lamentó mi partida fue la Sra. James, sentí que le debía mucho por el simple hecho de haberme sonreído cada día laboral, cuando era evidente que los demás se burlaban a mis espaldas, susurraban, y me marginaban.
Pero, el golpe bajo terminó de enterrarme cuando Agostina, la misma Agostina que llegase a la editorial hacía un mes, para una supuesta práctica académica terminó ocupando mi precioso escritorio, digo el escritorio de la empresa, aunque pensándomelo bien no era para nada lindo, simplemente yo lo había idealizado por ser el lugar que ocupara todos los días que le dediqué a esta empresa que me desplazara a la primera oportunidad. Ahora bien, continuando; le había enseñado todo a esta niña malagradecida, me esforcé por su amiga, le creí cuando se mostró enternecida por mi sufrimiento, la recibí con los brazos abiertos, y me defraudó. Campantemente vi cómo la Sra. James, recibía el paquete transparente que contenía las letras que identificaría la oficina:
Agostina Burns
Dpto. De Corrección
Editorial Los Sueños
Sí, señores, así mismo como se ve, en grandes letras. Ya estaba todo planificado. Había sido vilmente engañada por el corderito disfrazado.
Cuando dejaba atrás tres años de mi vida, me topé con ella, llegaba tarde, sin contar que este mes hubo llegado tarde más de una vez, yo nunca me permití eso, fiel a mis labores había sido una de las pocas que se tomaran su empleo de lleno, me llevaba carpetas a casa cuando la editorial te exigía más de lo que podías hacer en horas laborales. Y ahora, solo llegando a este día me arrepiento por haber dado tanto y ellos entregarme migajas por mi esfuerzo. Cuando por fin dejé estar mis pensamientos ella se acercó a mí con un abrazo fingido que motivada por el enojo puede rechazar. Se quedó desconcertada – sabía fingir tan bien, ¡JA!, esta vez no le creería. Le dirigí la mirada más destrozada que podía tener en esos momentos, le dejé ver mi enojo, mi frustración, le dejé leer mis pensamientos y es más, escuché el susurro de sus disculpas – Sangre, tienes sangre Gemma- también logré escuchar eso. La hermosa blusa blanca, con detalles delicados me dejó ver el rastro de ese líquido teñido de un intenso rojo. Me llevé las manos al perfil de mi nariz, he ignorando su intento de ayuda salí de ahí, me metí al Café literario, bajé el libro en la mesada de la recepción, y escuché algo de fondo, pero no lo comprendí por mi urgencia de llegar al cuarto de sanitarios. Vi mi figura reflejada en lo alguna vez fuera en su origen partículas de arena, y encuentro que mi desvarío en todo este tiempo pudo haber sido real, tres gotas de sangre me habían manchado la blusa blanca y el origen era mi nariz. La presión y tensión de estos últimos meses era la consecuencia de esos vestigios que yo perseguía y quería explicar, tal vez esas gotitas en la sábana blanca, era la advertencia de lo que vendría justamente en el futuro, que ahora era mi presente. Me limpié la sangre lo mejor que pude, aunque no me molestaba del todo pues ya no tenía trabajo, y solo me restaba ir a la casa a llorar.
Cuando por fin salí del lavabo, me topé con que la sangre había salpicado la tapa del libro que había prestado, la encargada me miraba furiosa. Cuando terminé de pagarle el triple del valor original de la novela me fui a casa, por lo menos en ese momento podía costearme ese gasto, más adelante tendría que ver. Me fui contenta por llevarme un trozo del alma de esos estantes, giré al salir a las afueras del café literario, tal vez nunca más la planta de mis pies pasaría el umbral.
***
¡Hola, lectores!
Muchísimas gracias por pasar a leerme, se los agradezco.
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Cariños para todos.
Paty_flor
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GEMMA'S LAST NIGHT (LA NOCHE ANTES, DE GEMMA)
Historia CortaLa sangre corría por el asfalto nigérrimo; el sollozo de Gemma se hacía cada vez más desgarrador. Veía cómo todo se ralentizaba a su alrededor, era ese el fin donde la vida le pasaría la factura, y ella tendría que dejar incluso toda su historia c...