El Director Stark. (Starker)

19.

¿Quieres bailar?

Peter se encontraba entrando a su casa, llevaba la misma ropa que el día anterior además de una gran sonrisa plasmada en su rostro, más que plasmada estaba incrustada en su joven rostro.
Y el porqué de tan deslumbrante sonrisa era obvia, era él: el señor Stark, porque ¿quien más podría ser?

Entró con entusiasmo, con ganas de seguir viviendo, con ganas de amar y ser amado, nada más.

El recuerdo de la mañana llegó a la cabeza de Peter:

Flashback.

—¿Qu-qué pasó? —preguntó Tony despertando y viendo a Peter a su lado—. ¿Por qué estás aquí? —cuestionó el mayor confundido.

—Ehh... yo sólo venía a ver si se encontraba bien porque me preocupé, y-y lo encontré muy mal.

—¡Dios! Lamento lo que viste Peter yo sólo...—hablaba y se tomaba la cabeza tratando así de evitar el dolor de la misma.

—Usted sólo es un ser humano, al igual que todos, no me molesta lo que vi, señor —dijo Peter de la manera más amorosa que pudo.

—Yo...—el mayor suspiró— siempre me pasa lo mismo, en esta fecha no puedo más y exploto así, es algo inevitable ¿sabes? Lo lamento.

—¿Y, consigue algo haciéndolo?

—No.

—¿Entonces cual es el motivo de hacerlo?, yo no puedo decirle que hacer, pero... no me gusta verlo así, apostaría que a sus padres tampoco.

Tony sonrió nostálgico, nadie le había dicho eso, nunca.

—Gracias —dijo Tony—. ¿Y esto? —preguntó Tony mirando su mano con aquella venda, después de un breve silencio.

—Umm, cuando vine, lo encontré sangrando de la mano, creo que rompió el vidrio de la ventana y no sé cómo pero también se hizo pequeños cortes aquí —dijo Peter tocando el rostro del mayor, quien quedó hipnotizado ante el encantador contacto. ¿Qué mejor vista que la que tenía? Y de la vista de Peter ni hablar.

—¿Tú lo hiciste? —preguntó Tony apaciblemente.

Peter se alejó con cautela, mirando por milisegundos los bellos ojos del mayor.

—Si, no lo iba a dejar ahí sangrando.

—Gracias, Peter —sonrió nuevamente.

—Espere, ¿no recuerda nada? —preguntó el joven, ya que eso implicaría que no recordara aquel excepcional beso y... aquella bella confesión.