Grito En Las Calles

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—¿P-Por qué dices eso?, ¿Acaso hice algo mal? —Mi voz temblaba con cada palabra, me sentía como un niño pequeño al que le quitaron su más preciado juguete.

—No eres tú... —Contestó con un hilo de voz. —Soy yo. —Y comenzó a relatarme esa mañana con el pesar más grande que jamás había sentido.



     Esa mañana mi rubio se dispuso a ir por su típico café matutino, pero no quería irse tan lejos del departamento así que decidió ir a una cafetería cercana; lo que no imaginó, es que se encontraría con esa castaña que intentaba joder nuestra relación cada que podía.

—Hola. —Le saludó y él la miró de pies a cabeza, luego a los lados de él mismo y por último se señaló haciendo entender a Rosie que preguntaba si le había hablado. —Claro que tú, "rarito". —Tom bufó por aquel apodo.

—¿Y dónde está tu "super" novio, eh? No me digas, te dejó. —Se burló con una gran sonrisa en su rostro.

—Claro que no. Y no vine a hablar sobre eso. —Exclamó con desdén.

—Espera, ¿Me haz estado siguiendo? Tú si que estás loca. —Él rubio se alejó un poco de ella, actuando como si estuviera asustado.

—No. -Remarcó. —Te vi aquí y pensé que sería bueno hablar contigo.

—¿Sobre qué? —Tommy  se sentó en una mesa, se acomodó mejor en su asiento y después le dio un cuidadoso sorbo a su café.

—Termina con Leonard. —Dijo secamente después de haberse sentado frente a él.

—¿Acaso tu estás chiflada? No porque vengas y me lo pidas lo voy a hacer. Tampoco quiero el dinero que me ofrezcas por hacerlo. —Su voz sonaba molesta, su rostro tenía varias arrugas por el enojo que sentía y un nudo en su garganta se formaba por la angustia del posible chantaje que podría usar ella.

—Bien. ¿Pero cuánto crees que puedas aguantar estar junto a él y sin fallar con las etiquetas sociales a las cuales su familia y él están apegados? —Él se veía confundido, ella tenía una mirada feroz. —Sólo piénsalo: Los Callenreesse son personas muy importantes y tienen conexiones muy importantes; esas personas son muy juzgantes y no dudarán en burlarse de tí. Harás que su familia que de avergonzada, sin contar que ellos tarde o temprano se darán cuenta que trabajas en un putero y todas esas personas se burlarán muchísimo más. —Rosie, fuiste muy hiriente.

—A Leonard no le importa que... —Ella no lo dejó terminar ni siquiera un poco.

—Sé que a él no le importa porque es una dulzura, ¿Pero y los señores Callenreese? ¿Lo haz pensado? —Tommy no dijo nada, se quedó callado y la castaña no pudo estar más satisfecha por lo que había hecho. —Tom, sé que parezco la mala pero seamos realistas; Leonard y tú son muy diferentes no sólo en la forma de ser. —Ella se fue, dejando en duda a la persona más increíble que haya conocido alguna vez y haciendo que me pidiese terminar conmigo horas después.



—¿Sólo porque dijo eso? Por favor Tom, no puedes dejarte llevar por tonterías como esa. —Mi frustración era más que notable al igual que la gran afectación que se produjo en Tom por culpa de Rosie.

—Tiene razón. Soy un stripper y...

—Bailarín exótico —corregí —y no sólo eres eso; eres un gran amigo, un gran confidente, un gran bromista, un gran hermano. Tom, eres la persona que yo amo. —Tomé sus manos y ejercí gran fuerza en ellas, como si las soltara, éstas fueran a desaparecer.

—No nos hagamos ideas; sabíamos muy en el fondo que esto se iba a terminar. Entiende, no tengo nada que ofrecerte, ni siquiera una cama decente. —Él me miró con aquellos ojitos tristes que antes eran tan alegres y expresivos. Parecía que estaba muriendo por dentro. No, él ya lo estaba.

—Nunca te pedí nada a cambio, sólo todo tu amor. —Mi voz estaba perdiéndose, la de él ni siquiera salía. 

     Intenté besarlo pero él no me lo permitió, lo volví a intentar y ésta vez sí me lo concedió, pero terminó muy rápido, tanto que sentía que sólo rozamos un poco nuestros labios y nada más. Caminó a paso acelerado hacia la puerta; giró el pomo de ésta y antes de que la abriera lo tomé del brazo y con mucha agilidad, planté un muy brusco beso en sus labios; él me empujó muy fuerte, a tal grado que casi caigo hacia atrás. Acomodó mejor su ropa y salió del departamento; corrí por mi pantalón y me lo puse lo más rápido que me fuera posible y corrí en busca de él, corrí hacia las escaleras, pesando en que lo alcanzaría antes de que saliera del elevador. 

     Al llegar hasta la planta baja, me dirigí hacia los elevadores y cuando éstos se abrieron no estaba él; salí a la calle para ver si seguía por ahí. Sin darme cuenta dirigí mi vista hacia el techo de uno de los edificios de a lado del mío y ahí lo vi, parado en el techo imitando un saludo militar y con lágrimas en su rostro. Desapareció así como llegó a mi vida: Con la ropa desordenada y sin intenciones de hacer lo que hizo. 

     Me dejé caer de rodillas en la acera, mirando aquel techo con mis ojos llorosos y un grito en mi garganta. Un grito que nunca había sentido por nada ni por nadie, un grito que sólo él había creado en mi ser, un grito que anhelaba salir y que dejé que lo hiciera. Muchas personas me miraban extraño, pues claro que lo era; estaba lleno de rasguños, chupetones y mordidas en todo mi cuerpo. Era un hombre extraño en aquella ciudad.

Algunas de las personas que me veían se acercaron a preguntarme si estaba bien, pero no contesté. Sólo pensaba en que quería dejar salir aquel grito de mí, que se escuchara en cada casa, en cada departamento, calle y hasta en el más solitario callejón de mi ahora roto corazón.

Haughty QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora