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Una nueva junta había llegado.
O, en realidad, ya había terminado.

Aunque pareciese lo contrario, nadie tenía prisa por irse, se tomaban su tiempo guardando las cosas mientras charlaban, o simplemente hablaban sin preocuparse en guardar las cosas.

Centrándonos en un estadounidense, sus lentes negros cubrían la mirada llena de celos que le tiraba a Japón al ver como ella podía estar tan tranquila sabiendo que ambos estaban peleados, hablando con China.

Encajaba las uñas en sus brazos, haciendo pasar su enojo o en realidad solo disimulándolo, porque el enfado seguía ahí.

-- Hey, bro --la voz que claramente pertenecía a su hermano lo despertó.

Sacudió la cabeza de lado a lado, mirando a Canadá;-- What?
>¿Qué?

-- ¿Vas a irte ya o te quedarás sentado?

-- Eh...I don't know, tal vez la segunda.
>No lo sé.

-- Uh, well --se levantó con su maletín en mano-- Yo me iré, adiós bro.
>Uh, bueno.

Siguió al bicolor hasta ver como salía, y mantuvo sus pupilas ahí.

Fue el motivo por el que vio como México se despedía de sus amigos caminando a la puerta de espaldas.
Cuando giró, lo hizo de forma que un sobre cayó de su mal cerrado maletín sin que se diera cuenta.

Rápidamente, Estados Unidos se levantó para tomar aquel sobre y entregárselo.

Llamó a su nombre pero él ya estaba algo lejos, fuera de la sala.

Con curiosidad, echó un vistazo para ver si había algo escrito y se extrañó al ver que decía "Para: Estados Unidos".

Si aquello era para él, no habría problema en tomarlo y llevárselo.

Volvió a su lugar, dejó el sobre en su maletín, lo cerró y miró al rededor.
Alzó los hombros y comenzó a caminar hacia la salida para subir a su propio carro y llegar a su casa.

300 palabras.

La Carta Que Lo Destrozó TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora