Capitulo VIII

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Joaquín

Hoy, después del trabajo le habia hablado por teléfono.

Tenía que decirlelo a Emilio, el merece saberlo, al fin y al cabo también es su bebé.

No quiero cargar con una gran culpa toda mi vida. Hoy era miércoles y lo había invitado a comer para poder hablar sobre este tema.
Le diría que no se preocupara por mi, ni por nuestro hijo que íbamos a estar perfectamente con él a miles de kilómetros lejos. Eso no sonó muy reconfortante....

Pero ya que.

El cuerpo me temblaba de pies a cabeza, tuve miedo de caerme mientras tomaba una dicha caliente. El frío ya se estaba yendo, hoy el sol estaba brillante, las primeras semanas de marzo eran siempre muy buenas, la primavera llegaría prontito, y está era una de mis épocas favoritas del año, al igual que la navidad.

Salí de la ducha, mi ropa ya estaba tendida en la cama, me pasé aproximadamente dos horas buscando que ponerme, solo era Emilio.... ¡Pero que mierda digo! No solo es Emilio.

Es Emilio, con su cabello largo y rizado cayéndole por los hombros, sus ojos color miel totalmente deslumbrantes, su sonrisa alegre y contagiosa, adornada por sus grandes y profundos hoyuelos que demuestra que tan alegre está. Irradiando buena vibra por dónde vaya, contando sus chistes horribles, pero que te hacen reír por la manera en que los cuenta. Sus torpes piernas largas, oh, sus piernas, magníficas, muy bien torneadas y voluminosas. Su voz grave y profunda, con un toque de sensualidad al final de cualquier oración. Sus manos fuertes, que te sostienen, al igual que sus brazos, fornidos y musculosos.

Todo él es simplemente increible. Todo él me había enamorado, dolía aceptarlo– aunque ya lo hubiese hecho hace algunos años atrás.– Dolía por qué se que él no me ve más haya de su mejor amigo, dolía por qué él no sentía lo mismo que yo.

Se sentía tan bien estar con él, hablar con él, verlo, tenerlo cerca y olerlo. Sentir como si solo fuéramos nosotros dos....

Cuando termine de vestirme, volví al baño, tomé la secadora y un peine, me puse a trabajar con mi cabello. Estos rizos no se arreglan solos. Después de diez minutos, lave mis dientes y ahora sí, ya estaba listo.

Me adentre al restaurante para buscar una mesa, cite a Emilio como a las cuatro, todavía faltaba un poco para eso. Llegué antes, ni sabía cómo decirle, tendría que haber practicado, o tal vez le pude haber mandando la noticia por escrito. O mejor se lo hubiese dicho cuando él estuviera lejos, en Acapulco.

Encontré una mesa un poco alejada de los demás, corrí la silla y me senté en ella. Me quedé ahí, ideando varias posibles opciones para decirle que estaba embarazado. Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me di cuenta que Emilio había ingresado al establecimiento.

–Joaco, ¿Todo bien?–pregunto el rizado pasando una de sus manos frente a mí para que reaccionara.

–¿Ah? Si, claro. Estoy perfectamente bien –sonreí nervioso acomodando mi cabello, el cual, no se había movido ni un poco.

–¿De qué quieres hablar, chiki?–tomó mi mano que estaba sobre la mesa y sonrío cálidamente, haciéndome sentir tranquilo. Joder, como me fascinaba esos lindos apodos.

–Yo, Emi... No sé cómo decir esto.– apreté su mano con la mía y lo mire con el ceño fruncido tragué saliva durante. Vamos, Joaquín, tú puedes.

–¿Estás terminando conmigo?–dramatizo, colocando una mano en su frente y abriendo la boca soltando un diminuto "oh". Río y copié su acción.

–No seas idiota. Y no, no es eso...–suspire decidió a contarle.– Estoy..... Emba-arazado.–tartamudee nerviosamente.

Cerré los ojos suspirando, esperaba su respuesta. Al abrir los ojos, el ya estaba sobre mi dándome un abrazo.

❁ Babies for Joaco || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora