Alessia y Mateo Bondoni-Marcos, 4 años de edad.
Emilio y Joaquín se daban unos besos de buenas noches. Hoy fue un día bastante movido, primero al castaño se le había averiado el auto en la mañana haciéndolo llegar tarde al trabajo y recibiendo un regaño de su directora, después Ale se peleó con otro niño por que le dijo débil a Mateo. Joaquín recibió otro regaño por tener una hija "salvaje". No había sido la gran cosa, una pequeña e inocente bofetada en la mejilla del agresor. Por la tarde, la comida se le quemó al rizado, tuvieron que pedir pizza, unas horas después llegó Blas con Zaraá pidiendo que la cuidasen un rato ya que saldría con Leo y volverían en la noche por ella. Habían aceptado. Emilio se fue al restaurante cerca de las 5 pm dejándole el trabajo de los niños a su esposo, habían dibujado, visto películas y comido algunas golosinas. Cuando Emilio llegó tomo una ducha rápida y bajó para ver la última película del día, era la favorita de Mateo, La princesa y el sapo, su favorita.
Ahora, todos estaban durmiendo, o eso creían ellos cuando escucharon un grito bastante fuerte desde la habitación de los niños.
Mateo.
Joaquín reconoció su voz en el chillido, y corriendo llego a la habitación. No le gustó nada lo que vio. Su pequeño hijo tirado en piso llorando con un pequeño charco de sangre alrededor de su carita, mientras que Ale y Zaraá estaban pegadas a la pared muy asustadas.
–¡Mateo! –Emilio gritó, entrando a la habitación y acercándose al niño para levantarlo.
–Pónganse los zapatos y abrigos, vamos al hospital –las pequeñas asintieron y obedecieron.
En el camino al hospital Mateo sollozaba bajito, no quería llorar, no quería que le doliera, no quería ser débil, quería ser fuerte como sus papis, como Ale, incluso como Zaraá pero no podía. Su ropita se manchaba de sangre cada vez más cuando intentaba hablar y pedirle perdón a Joaquín, quien lo sostenía entre sus brazos.
Cuando llegaron, Joaquín bajó con cuidado pero rápidamente del auto entrando a la puerta de urgencias, lo pusieron en una pequeña camilla y Emilio fue detrás de los enfermeros, dejando al castaño con las niñas.
Se sentaron en las bancas azules de la sala de espera. Alessia se refugió en los brazos de su papá mientras lloraba un poco, Joaquín trataba de calmarla pero era imposible, ya que cada vez que le hablaba lloraba más y más fuerte.
–Tranquila, amor, Mateo estará bien.
–¡No! –gritó
– ¡Es mi culpa! ¡Yo lo hice! Perdón papi, yo no quise.
–Sshh, explícame.
Joaquín la sentó en su regazo, Ale se acomodó mejor y comenzó a hablar. Zaraá, también asustada, se abrazó del torso del castaño y él besó su cabello.
–Es q-que nosotros queríamos ju-jugar un rompecabezas y n-no llegábamos a agarrarlo arriba del estante, y yo no puedo por mi brazo, entonces Mateo dijo que él po-podría llegar con ayuda de una silla. Agarramos la que usamos para pintar y-y cuando se subió no llegó y-y-y brincó y cayó al suelo. Se golpeó a-aquí –contó la niña con la respiración agitada, apuntando su barbilla y su brazo con el yeso.
–Oh, Ale –negó el ojimiel con la cabeza –. Era hora de dormir, nos hubieras llamado a papá o a mi. Hubiéramos ido, pero tranquilo, amor. No es tú culpa y tampoco la de hermano. Menos tuya Zazi.
La niña suspiró, sintiéndose más tranquila de que su tío no estuviese molesto.
–Por favor, perdóname papi –rogó la pequeña.
–No te voy a perdonar nada, mi vida. No tuviste la culpa y es todo.
Unos minutos después, Emilio salió con hijo en brazos, ya no lloraba. Su barbilla estaba vendada con gasas y cintas especiales.
–Dos puntos –fue lo que dijo Emilio al llegar a donde estaban Joaquín con las niñas dormidas –. Lo ha tomado bien, no lloró y tampoco se quejó.
Joaquín sonrió y agarró la manita de su niño, Mateo la apretó.
–Hora de irnos.
Despertaron a las chicas para que caminan al auto y fueran a la casa. Esa noche Mateo durmió con sus padres, había dicho que no quería estar cerca de su hermana y prima porque tenía miedo de que se burlaran de él por ser un niño llorón. Joaquín le dijo que no iban a burlarse de él, que todo estaba bien y que Ale se sentía muy mal por lo sucedido. Y él se sintió culpable por hacer sentir mal a su hermana. Emilio rodó los ojos y acepto a su hijo en su cama.
–Papito... No regañarás a Ale ¿verdad?
–No, amor. Duerme, es tarde –abrazó el pequeño cuerpo de su hijo y besó su frente con mucho cuidado.
Hacía dos semanas Alessia se había quebró el brazo en unos de sus partidos de fútbol. Cayó mal, pero por suerte en unas cuantas semanas más le quitarían el yeso y volvería a la normalidad. Joaquín negó con la cabeza, sus hijos no eran salvajes, sólo eran niños traviesos con ganas de jugar y descubrir nuevas cosas, ¡por Dios! tenían solo cuatro años, apenas cinco, era normal en ellos. Con ese pensamiento, quedó dormido, sintiendo las leves respiraciones de su bebé y Emilio.
(...)
Ésta mañana, Joaquín salió un poco temprano de casa junto con su hijo acompañándolo. Cuando Ale se quebró el brazo le compraron lo que ella queria para hacerlo sentir un poco mejor. Ahora era el turno de Mateo, dijo que quería ver ropa.
La plaza comercial no estaba muy llena de gente a esta hora, las personas que caminaban ahí eran trabajadores o gente que sólo iba a la sección de restaurantes para tomar y buen desayuno. Entraron a Zara, fue la primera tienda que pedio entrar.
–Mira ésta cariño –dijo Joaquín, mostrándole una camisa de botones, color verde bajó y un estampado de dinosaurios blancos. Mateo asintió, le había gustando la elección de su papá.
Joaquín estaba tan emocionado ya que ¡la tienda estaba en rebaja por cambio de temporada!
Pasaron el tiempo viendo más camisas, pantalones, zapatos hasta que él mini castaño dijo que iría a ver algo, Joaquín le dijo que estaba bien pero que no se fuera muy lejos y cualquier cosa que gritara lo más alto posible.
Mateo se encaminó a la sección que quería. Pasó la mano por la ropa de niña, sintiendo los diferentes tipos de tela, algunas veces encaje, mezclilla, algodón y más, algunas en tonos pasteles u otras más fuertes, no como en la ropa de niños que casi todo era de telas duras, de colores fuertes y siempre eran pantalones. Suspiró, volteó a todos lados, esperando que nadie lo viera, menos su papá Joa. Metió la mano entre las hombreras y sacó una pequeña blusa con estampado de flores rosas en tipo 3D, las flores eran de otra tela que la blusa haciéndolas resaltar. La sostuvo frente a él, viéndola, se veía linda y bastante cómoda.
Se asustó al sentir unas manos en su espalda, con mucho cuidado volteó y vio a su papito.
–No, bebé –le dijo Joaquín negando. Mateo estaba horrorizado, su papá le había descubierto viendo ropa de niña, seguro en casa le esperaba un gran regaño–. No es de tu talla, déjame ver... Eres 5, no 3.
Suspiró aliviado. Su padre busco la talla que quería y la midió sobre su cuerpo.
–¿Algo más de aquí, bebé? –preguntó Joaquín, acariciando su cabello.
El pequeño con mucho temor, tomó una pequeña falda azul marino y la tendió a su padre, el castaño miró la talla y asintió.
–Es tarde. Emilio debe estar desesperado con Ale y Zazi –rió Joaquín. Fueron a la caja y pagaron todo.
Mateo no sabía que tenían las faldas que le llamaran muchisimo la atención, sólo se le hacían lindas y las niñas que las usaban lucían cómodas y frescas todo el tiempo. Zaraá decía que eran muy buenas y elegantes para las fiesta del té. Mateo quería ser elegante y más en las fiestas del té.
•••
Tres más y esto se acaba :")
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❁ Babies for Joaco || Emiliaco
Fiksi PenggemarJoaquín quería tener un bebé, y su mejor amigo Emilio le ofrece su ayuda, pero él no acepta. Contenido Homosexual Está historia es de universo alterno, en el cual el embarazo masculino es totalmente normal. 1# en emilioosorio (13-09-20)