Capitulo XIV

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La lluvia caía con fuerza, era muy raro en esta época del año. Joaquín sentado en su cama, recordaba algunas imágenes sobre los medios de transporte y comunicación que presentaría para la clase de los niños mañana.

Llevaba tres días sin hablar con Emilio, sólo contestaba con monosílabos, o hablaba cuando en verdad era necesario. Al parecer, Emilio ya había notado la actitud del más bajo, pensaba que eran las hormonas del embarazo y lo dejaba, para no molestarlo.

El rizado entro a la habitación que compartía con Joaquín, algo apurado. El ojimiel dejo su trabajo manual y se fijó en los movimientos del otro.

Emilio revisaba el armario, revolviendo su propia ropa, murmurando cosas que ni él mismo entendía, Joaquín comenzaba a desesperarse, ¡estaba revolviendo toda su ropa! Y claro, que su novio no movería ni un dedo para arreglarlo.

–Emilio, Emilio, Emilio  –le habló y su chico pareció no escuchar.–¡Emilio!–grito. Ahora sí volteó.

–Oh, hola, Joa.

Saludo sonriente, como si hace unos segundos no haya estado revolviendo el armario completo.

–¿Que hacías?.–pregunto cortante, volviendo a su tarea de cortar y pegar.

–Hmm, buscando cosas.–contesto con simpleza.

–¿Y para eso tenías que revolver todo? Emilio, puedes preguntar, y lo sabes –dijo con el mismo tono que uso antes.

–Sí pero, uh, no sé si...–dijo nerviosamente jugando con los anillos de sus dedos.

–Sólo dilo, por dios.–rodo los ojos.

–Hmm, okay... Tu sabes... ¿Tu sabes dónde está la última caja de condones que compre?

El castaño lo volteo a ver desconectado, ¿para que carajos quería su novio una caja de condones?

–¿Para qué o qué..?

–Bueno, verás... Hoy Blas me habló y dijo que quería hacerle una broma a Dilan, de poner condones inflados y llenos de cosas raras en su auto.–explico, sentándose a un lado de Joaquín, este sonrió ante la loca idea de su amigo y asintió, comprendiendo.

–Estan en el baño, detrás de las pastillas.

–Gracias, cielo.–el rizado se acercó hacia su novio y beso ruidosamente su mejilla. Joaquín sonrió tontamente, se regaño mentalmente, no, no debería de sonreír, estaba enojado con Emilio.

Su amado fue directamente al baño, después de tomar todo se asomo por la puerta para avisar que saldría un rato a hacer la tal broma con Blas.

Joaquín suspira, toca su panza abultada, arregla los anteojos de pasta gruesa y negra, pensando en que otra vez se quedó solo.

El teléfono dijo comenzó a sonar, con toda la pesadez del universo se paró, bajo las escaleras y contesto.

–¿Si?

–¡Joaco, hijo, bebé! –estaba claro que era su madre.

–¿Qué pasa, mami? ¿Algo anda mal? –cuestiono, frunciendo sus delicadas cejas.

–No, nada, solo llamaba para preguntarte si podías hacerme un favor.

–Claro, má, te escucho.

–Necesito que cuides por una semana a Gaby, las chicas y yo iremos a Monterrey a ver unas cuantas cositas, uh, ella tiene que quedarse por unos exámenes, ¿puedes?

Aceptar cuidar a una adolescente de 17 años no sería tan difícil, ¿o si?

–Claro que sí, ¿cuando sería? Para que arregle la habitación en la que estará.

❁ Babies for Joaco || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora