Capítulo 3

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Una hora, dos horas, tres horas, ¿acaso jamás terminarán las clases?, el tiempo trascurre realmente lento aquí. Hoy es uno de esos días en los que desearías estar en cualquier lugar, excepto aquí. Tomo mi libreta y comienzo a garabatear distraída sobre el papel un rostro femenino con facciones delicadas y sobre él, una nube que cubre la mitad de la imagen, como tratando de ser anónimo hacia quienes lo miren.

-Emily, ¿podrías pasar al pizarrón a resolver la siguiente ecuación?- me llamó el Profesor Manuel desde el frente del salón.

-Lo siento profesor, pero no entendí muy bien el proceso para resolverla- mentí para que no se diera cuenta que no estaba atenta en la clase.

- Muy bien, presta atención, Edgar ¿puedes ayudarnos a contestarla?

Cinco minutos después el timbre que anunciaba el término de las clases sonó y comencé a guardar mis cuadernos en la mochila. El resto del grupo había salido ya, con excepción de una pareja de enamorados que se sentaba en la última fila, cuando yo me dirigí a la salida.

-Emily. ¿Puedes venir un momento por favor?-el maestro me llamó desde su escritorio. Ese hombre era uno de los mejores docentes: joven, atento, gracioso y considerado con todos los alumnos, sus chistes siempre hacían que nos interesáramos por las matemáticas y los lentes de aviador que todo el tiempo traía puestos le hacían ver muy interesante y apuesto.

-¿Qué sucede profe?- me acerqué hacia él.

-Noté que hoy estuviste un poco distraída y quise preguntar si estás bien, tal vez pueda ayudarte en algo.

- sí, sólo que no dormí bien anoche, eso es todo- sonreí para ocultar la verdad.

-Muy bien, puedes irte, pero recuerda que puedes contar conmigo por cualquier cosa que necesites, ah y no olvides descansar bien.

-Muchas gracias maestro, nos vemos mañana.

Realmente él se preocupaba por el bienestar de sus alumnos, sé que podría llegar a tenerle confianza, sin embargo, lo que en estos días me sucede es distinto. Desde que esa chica se apareció por la cafetería y me preguntó sobre dónde se encontraban las oficinas no eh podido dejar de pensar en ella, sé que es extraño, ni siquiera la conozco y no es algo que haga conscientemente.

-Hey Emmy, ¿qué harás hoy en la tarde?, se estrena la película que te conté el otro día y me gustaría ir a verla, ¿vienes conmigo?- Mi amiga Grecia me tomó desprevenida mientras caminaba por el pasillo.

-Pues no tenía planes, vamos. Aprovecho para ir por unas cuantas cosas que me hacen falta.- hacía tiempo que no salíamos, así que una tarde juntas nos haría bien a mi mejor amiga y a mí.

-Ok, entonces paso por ti a las 8:00 pm.

De camino a casa el clima era húmedo, había llovido toda la mañana y se formaron unos cuantos charcos de agua al lado de la acera por la que caminaba. El cielo nublado me decía que la lluvia aun tardaría un rato más y yo lo único que deseaba era ir a casa a refugiarme de ese frío que me helaba los huesos.

Al otro lado de la calle, en la cancha de basquetbol en la que jugaba cuando era niña, vi a la chica de la cafetería sentada sobre una banca, con las manos cubriendo su rostro.

-Brenda, hola- Me acerqué y me senté a su lado -¿Cómo estás?

-Emily, ¿qué haces aquí?- Tenía sus ojos vidriosos, como cuando estás a punto de romper en llanto.

-Caminaba a mi casa cuando te vi y quise acercarme, ¿todo en orden?-

-Sí, sólo que echo de menos mi vida antes de llegar aquí - suspiró.

- Tranquila, todo estará bien, aquí encontrarás buenos amigos y vivirás cosas extraordinarias- mientras le decía eso recordé una canción que se me venía a la mente cuando estaba triste. -Esos ojos negros, esos ojos negros no los quiero ver llorar, tan sólo quiero escuchar, dime lo que quiero oír, dime que vas a reír, dime ahora que duerme la ciudad.- Comencé a cantar mientras la miraba y vi que poco a poco su mirada se fue suavizando.

-Es una bella canción-sonrió cariñosamente- Gracias Emmy.

-Así está mejor, no olvides esta canción cuando pienses que las cosas no van bien. Quizá no nos conocemos de mucho tiempo, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo, ahora vámonos de aquí que en cualquier momento comenzará a llover de nuevo.

Ese día la invité a comer a mi casa, jugamos un rato en la consola de videojuegos y nos divertimos mucho. Platicamos de las cosas que nos gustaban y aquellas que odiábamos, realmente no teníamos cosas en común, a decir verdad, no coincidíamos casi en nada pero era divertido estar juntas, quizá porque estábamos descubriendo una en la otra un mundo distinto al nuestro.

-Emmy, tengo que irme, ya son las 7:00 y mi madre llegará en cualquier momento y tendré problemas si se entera que salí sin avisarle, sobretodo porque no conozco a nadie aquí. Disfruté bastante estar contigo. Tal vez nos veamos luego.

-Espera, te acompaño, de todas maneras tengo que ir a casa de Grecia, prometí que iría con ella al cine. ¿Quieres que te preste un suéter?, hace frio afuera.- Ella asintió con la cabeza, así que subí a mi cuarto por él.

Extendí un suéter negro con gorro hacia ella para que lo tomara. - Aquí tienes-

-Gracias, no tenías que molestarte-Nuestras manos se tocaron cuando le entregué el suéter, me miró y las mejillas se le ruborizaron como las llamas de una fogata. Apartó la mirada.

-No pasa nada, vámonos-

Cruzamos un par de cuadras en silencio, hacia un par de minutos que había parado de llover y las calles estaban hechas un rio.

-Así que te gusta escribir cierto. ¿Sobre qué clase de cosas hablas?- me preguntó por fin.

-Uno poco de todo supongo, me gusta crear historias fantásticas con toques de realidad.

-Pero, ¿de dónde surgen las palabras, los momentos, los personajes y sus historias?

-Ya te lo he dicho, son parcialmente tomadas de la realidad, ya sea de mí o de otros, y en ocasiones la historia comienza mientras duermo, así que sí, todo comienza como un sueño.

En ese momento la lluvia comenzó a caer de nuevo, pero esta vez con más fuerza. De la nada me tomó de la mano y comenzó a correr mientras reía.

-Corre, no me apetece llegar a casa empapada.

-Vale pero con cuidado, la acera está muy resbalosa- dije mientras intentaba seguirle el paso.

Un momento después, Brenda tropezó con una parte de la banqueta rota y calló sobre un charco de agua. Después de un momento eterno, comenzó a reír, y yo junto con ella. Entre carcajadas la ayudé a incorporarse, estaba mojada de la cabeza a los pies.

Juntas reíamos sin parar debajo de la lluvia, ya no nos interesaba que nuestra ropa se mojara, porque después de todo ya estaba empapada de agua. La distancia que nos separaba no era más que unos cuantos centímetros, sus labios se curvaban en una gran sonrisa. La tensión fue aumentando cada vez más y el deseo poco a poco se fue haciendo mayor, deseaba besarle aquí y ahora, deseaba sentir el calor de sus labios al fundirse con los míos, le deseaba sin importar nada.

Anónimo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora