Capítulo 5

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El teléfono timbró tres veces antes de que su voz se escuchara desde el otro lado del altavoz. -¿Hola?-

            -Hola, ¿Brenda?, Soy Emily. –Mi voz delataba el nerviosismo que sentía. –Mañana me iré a pasar el fin de semana a unas cabañas con mi familia y me preguntaba si te gustaría acompañarnos.

            -Claro. ¿A qué hora?-

-Temprano, paso por ti a las nueve o diez de la mañana.

-Seguro, aquí nos vemos mañana.

-Descansa Brenda

-Tu igual Emmy- Su voz sonaba entusiasmada. Seguro no salía mucho aquí, quizá porque no había muchos lugares a donde ir o tal vez porque yo era su única amiga.- Gracias por invitarme.

En la mañana el despertador me despertó faltando un cuarto para las siete, tenía que empacar las cosas necesarias para pasar un fin de semana lejos de casa. El reloj marcaba las 8:32 cuando terminé de hacer la maleta, me apresuré a desayunar un cereal con leche y salí rumbo a casa de Brenda.

Al llegar ahí toqué el timbre, ella abrió la puerta. Llevaba puestos unos jeens ajustados, una blusa de tirantes blanca y su cabello lacio cayendo hacia los lados.

-Llegas cinco minutos antes- Me miró sonriendo.

-Temprano el que llega antes, tarde el que llega a tiempo decía mi abuelo.

-Tienes razón. Pasa, estaré lista en un momento- Riéndose desapareció entre el pasillo que daba a su cuarto.

Un momento después volvió con una pequeña maleta morada y se despidió de su madre. –Vámonos.

El sol estaba justo en medio del cielo cuando llegamos a las cabañas. Había unas cuantas albercas cerca y muchos árboles de todas clases y tamaños.

-Chicas, esa es la cabaña en la que nos quedaremos, elijan una habitación y desempaquen, más tarde iremos a cenar. Nosotros iremos a comprar un par de cosas, volvemos en unos minutos.

Nos quedamos solas y el silencio se prolongó por un largo rato, la atmosfera se había tensado al quedarme a solas con ella, no sabía qué hacer, no sabía que decirle, pero sin duda quería seguir cerca de ella.

-Emily, ¿Te sucede algo?, te encuentras muy sería, estas como ausente- La voz de Brenda resonaba lejana entre la neblina de mis pensamientos, realmente le preocupaba lo que estuviera pasando por mi cabeza- ¿Te hice algo? – No podía creerlo, ella en verdad estaba imaginando que podía traer algo negativo a mi vida.

Reprimí las náuseas que avanzaban por mi garganta y la sensación de que en cualquier momento mi cuerpo se desplomaría hacia el suelo. –Brenda- mi voz se transformó en un susurro casi imperceptible –Te quiero y no como se quiere a una amiga, te quiero de verdad, con el deseo incontrolable de un beso eterno, de la caricia amorosa de un alma enamorada, entregando mis noches al insomnio inevitable que provocaban tus recuerdos. Si sientes como yo dímelo ahora, que el dolor será menos mortal si no lo alimentas con estas ilusiones reprimidas durante tanto tiempo, podría callar e ignorar lo que mis pensamientos constantemente me piden, podría incluso…- me besó y apagó cualquier frase que estuviese a punto de pronunciar.

El fuego que surgía de sus labios se fundió en una arrebatadora avalancha de sensaciones con los míos que, aunque presos del miedo que provocaban mis propias palabras, se apresuraban a incendiarse con su propia alma, como quien por gusto propio, se arroja de un precipicio, tan solo con el deseo irrevocable de conseguir volar, quizá encontraría la muerte, pero esta lo tomaría con la libertad de quien se rindió ante su propia felicidad.

-Pero…- intenté hablar pero ella posó su mano sobre la mía, pausando mis palabras. Durante un instante todo se detuvo. Sentí el pulso acelerado de Brenda sobre mi mano y hasta entonces me percaté que el mío latía igual o incluso con mayor fuerza. Estaba hecho, habían explotado la inmensidad de sentimientos que me invadían y ella lo sabía, ella también los sentía.

Más tarde; al terminar la cena, Brenda y yo salimos a dar un paseo. Yo estaba eufórica, las cosas estaban resultando bien después de todo y eso me hacía sentir tranquila y muy feliz. Nos sentamos al lado de un arroyo que estaba cerca de la entrada a las cabañas, ahí las luces que surgían del interior de ellas no alcanzaban a iluminarnos, estábamos a obscuras y podíamos ver con más facilidad el espectacular cielo nocturno que daba lugar ante nosotras.

El fresco viento de la noche rozaba nuestros rostros y alborotaba su cabello, que bajo la luz de la luna parecía una cascada de castaños hilos mágicos.

-¿Cómo era tu vida allá?- pregunté al fin mientras mirábamos el bello cielo nocturno.

-Es un lugar muy activo. Las personas todo el tiempo andan de un lugar a otro, nadie se da el tiempo para desear un lindo día como aquí. Aún así debo confesarte que me encantaba vivir ahí; había muchos lugares donde salir a pasar el rato y divertirte.- Sonrió mirando una imagen lejana que solo ella podía observar. -Allá yo tenía algunos amigos, nos gustaba salir de fiesta, ellos están realmente locos.

-¿Le echas de menos, no es así?- Pregunté de pronto y un segundo después me arrepentí de haber lanzado esa pregunta.- A ese alguien.

-Pero de que hablas, hace tiempo que no hay un “alguien” como dices. Pero si extraño a mis amigos, extraño mi hogar.- Miró hacia el cielo y después a mí. -¿Vez esas estrellas?- Señaló a un grupo de estrellas que se encontraban a nuestra izquierda.

-Sí, ¿qué sucede con ellas?- respondí instantáneamente.

-Hay una infinidad de ellas en el universo y sin embargo todas son únicas e irrepetibles, todas son especiales, como las memorias, como los momentos. Me gusta pensar que cada una de ellas es un recuerdo y este día quedará grabado en aquella, esa que está cerca de la luna, ¿la vez?- apuntó a una pequeña estrella que estaba muy cerca de la luna llena de esa noche. Era realmente brillante.

-¿Por qué en esa?- le contesté casi instintivamente.

-Porque por ser pequeña no cualquiera le prestaría atención, sin embargo es más significativa que muchas otras más grandes que ella, por eso brilla tanto. Hoy ha sido un día muy especial, tan especial como tú.- Se acercó con intención de besarme, estábamos tan cerca que podía sentir su fresco aliento sobre mis labios. Entre nosotras había una fuerza invisible que me atraía hacia ella, como un imán.

-Chicas, ya es tarde, tienen que entrar, mañana será un largo día- gritó mi madre que se aproximaba hacia donde nos encontrábamos con una lámpara en la mano. Nos separamos y levantamos rápidamente, no era una buena idea que nos viera tan cerca una de la otra.- Ah, ahí están, vamos.

Anónimo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora