Capítulo 8

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Las semanas que siguieron después de ese día eran una mezcla confusa de felicidad por estar juntas y miedo porque alguien llegase a darse cuenta. El frenesí por ser descubiertas aumentaba la pasión con la que nuestros labios se encontraban al terminar las clases. Durante aquellos días pensaba mucho en el amor: en ocasiones tierno y cálido como una tarde de verano, mientras que en otras, como un compañero traicionero y muy peligroso. Este juego de amor oculto no me agradaba, sin embargo, era la única manera de estar juntas.

La calidez de sus caricias me volvía loca; utilizaba su peculiar mirada para seducirme y tentarme, hacerme percibir a cada momento más fuerte su cercanía, me hacía sentir libre y ligera como una pluma, pero al mismo tiempo sólida y fuerte como un roble. Su compañía no solo venía acompañada de su intimidad, su locura y su amor; sino también la seguía la impotencia de no poder expresarme libremente, la desesperación por besarla sin aparentar una simple amistad; pero sobre todo, los celos incesables cada vez que alguna persona intentaba seducirla, sentía que caía de un abismo del cual no sabría si lograría sobrevivir. Iba de un lado a otro sin destino, entre aguas infinitas, vacías de sentido, sabía que algún día esto debía cambiar.

-Chicos el día de hoy tendrán un trabajo en parejas. Investigarán sobre las reacciones psicológicas que tiene el ser humano ante distintos estímulos visuales, auditivos y físicos. Quiero un reporte completo, además de que expondrán al resto del grupo su investigación el viernes, por tanto tienen tres días para terminar, la mejor pareja no presentará el examen escrito de este bimestre.

Al otro extremo del salón se encontraba Adam, el típico  guapo, engreído y cabeza hueca del salón ahí sentado en el  pupitre contiguo al de ella, sonriéndole y hablando no sé qué cosas. Mientras él le sonreía y le coqueteaba de esa manera a mí me hervía la sangre cada vez más, quería levantarme y decirle que la dejara en paz, que ella estaba conmigo, que se esfumara como el paracito come atención que era.

Me paré derecha, guardé lo más pronto que pude mis cosas y me apresuré a salir del aula antes de hacer algo de lo cual pudiese arrepentirme, estaba furiosa y aunque realmente no debería comportarme así, no lograba contenerme.

-¡Hey Emily!- Me sujetó por el brazo obligándome a detenerme a mitad de la calle.

-¿Qué quieres Brenda?, Adam te está esperando, ve con él, corre.- Estaba hecha una furia.

-¿Qué sucede?- Su voz irradiaba frustración.

-¿Qué me pasa?- Fruncí el ceño- No me pasa nada, sólo déjame tranquila. Eres una idiota, hay un trabajo que hacer y creí que podríamos hacerlo juntas, creo que me equivoqué, es obvio que ya tienes un compañero para ello- Ella soltó una carcajada.

-¿Qué te resulta tan gracioso?-

-Tú- Su sonrisa se hizo más grande- Estas celosa.

-¿Qué?- Juro que quería golpearla- No estoy celosa, puede hacer con tu vida lo que te plazca, solo déjame tranquila.

En cuestión de nada ya la tenía a menos de cinco centímetros de mí, estábamos tan cerca que podía sentir su aliento chocar con mis labios.

-Yo- Estaba demasiado molesta y no quería verla a la cara porque rompería en llanto si lo hiciera.- No te quiero cerca.

-¿No?

-No- respondí frustrada- No me gustas, no te quiero en mi vida, aléjate de mí, tu eres tan…. Tan… Tan…

-¿Tan  qué?-Nuestros ojos se encontraron y me perdí en su mirada.

-No puedo decirte- susurré.

-Entonces no lo hagas-Sus labios se posaron sobre los míos.

Durante ese momento y al igual que muchas otras ocasiones, tan sólo un beso suyo había bastado para calmar cualquiera de mis pensamientos.

-Entonces, ¿Adam no será tu compañero de proyecto?

-Claro que no. No te negaré que esa era su intención cuando se acercó a hablar conmigo hace rato, pero le hice saber que tú y yo estábamos en esto juntas.

“Estamos en esto juntas” la frase se repetía una y otra vez en mi cabeza. Sonreí; puedo molestarme, puedo odiarla o maldecirla, pero soy débil por que una persona a la que pones en un pedestal siempre tiene la razón. Sentía algo por ella, ya no podía negarlo, ya no podía frenar estos sentimientos que se habrían paso en mi mente y estaban a un paso de explotar.

-Te quiero.

Anónimo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora