Jungkook y Lalisa han sostenido una relación de más de año y medio, todo era maravilloso, siempre habían sido la pareja perfecta hasta que repentinamente el carácter de Jungkook cambio, empezaron a tener discusiones muy a menudo y decidieron separar...
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>Please don't love me by; Lalisa Manoban August 2020
—¡Lalisa!— llamo mi madre desde afuera —Se te hace tarde para la escuela, y tú padre no te esperara por siempre en el auto.
—Denme cinco minutos— respondí.
Corrí al baño una vez más y me dejé caer de rodillas frente al inodoro para sacar de mi sistema esa sensación repugnante que invadía mi estómago hoy, y los días siguientes tal vez. Baje la palanca y con una de las toallas a mi lado limpie los rastros de aquella secreción en mis labios, me puse de pie y camine hasta el lavabo para enjuagar mi boca y no cargar con su sensación todo el día, me mire en el espejo y unas marcas moradas se habían formado debajo de mis ojos, me sentía cada vez más débil pero lo achaque a mis náuseas tan constantes.
—¿Está todo bien?— preguntó mi madre al otro lado de la puerta.
—Si, todo está genial— contesté y escuche mi estómago rugir —Bueno, en realidad no— suspiré y salí del cuarto de baño.
—¿Estás enferma?— cuestionó checando la temperatura de mi frente con la palma de su mano —Te ves algo pálida.
—Mamá, no me siento nada bien— gimotee —He vuelto el estómago tres veces, si no es que más.
—Deberías quedarte en casa hoy— ordenó —Yo iré con tu padre a la universidad y dejaré un aviso— sonrió y aparto algunos mechones de cabello que caían por mi rostro.
Asentí y arrastre los pies hasta mi cama, me dejé caer en ella y abrace una de mis almohadas contra mi pecho, mi cabeza no dejaba de dar vueltas y mi estómago tampoco dejaba de rugir, prontamente me entró el sueño y tal vez era el remedio perfecto para olvidarme de todos esos síntomas que me hacían sentir como si en cualquier momento fuese a colapsar.
Desperté después de dos horas, el reloj marcaba apenas las once de la mañana, me frote los ojos con mis puños y me levanté para buscar algún refrigerio en la cocina, tenía un ridículo antojo de comer fresas.
—Mamá, ¿tenemos fresas?— cuestioné viendo de arriba a abajo el contenido de la nevera.
—No, nosotros no comemos fresas— respondió —Tú dijiste que eran asquerosas una vez, y prácticamente nos prohibiste siquiera mirarlas— espeto.
—Oh si, lo olvidé— fruncí los labios y cerré la nevera —Pero enserio, quiero comer fresas ahora— chille —Supongo que iré a comprar— me encogí de hombros y bese la mejilla de mi madre para despedirme.
