04.- Recuerdos

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 1607.

04.- Recuerdos

No se sentía muy orgullosa de haberle dicho a Jagged que la relación entre ambos era laboral, pero era lo único que se le había ocurrido para tratar de reconducir una situación que se le estaba escapando de las manos. Él parecía haberse resignado a ello, aunque volvió a mencionar a Karim un par de veces más antes de dejarla volver a su suite.

Se había encerrado con su pequeña caja de metal llena de fotografías y se había puesto a ojearlas. Los recuerdos la invadieron. Tomó una fotografía entre sus dedos y la hizo sonreír, salía su abuelo, Jagged y ella el día en que se habían conocido. Se sirvió otra copa de vino y se acomodó en el sofá.

Hacía algo más de cuatro años había estado a punto de mandarlo todo a la mierda y volver a Londres sin mirar atrás. Si no se hubiese encontrado con su abuelo en aquel bar en el que se había refugiado de la lluvia su vida habría sido muy diferente, tal vez más tranquila y con menos complicaciones, pero, sin duda, habría sido muy aburrida. Cerró los ojos con una sonrisa en los labios, recordaba aquello casi como si acabase de ocurrir:

Se sentía como una auténtica idiota, con su caro traje azul y su pelo largo y perfectamente recogido, había salido a la carrera del bufete de abogados en el que había estado trabajando durante el último año sin pensar en recuperar su estúpido paraguas. Al parecer, aparte de haber dinamitado su carrera, pretendía cargarse su salud y pillar una neumonía.

Llovía a cántaros y el frío le cortaba la cara, se subió las solapas de su abrigo arrebujándose un poco y apretó el paso. Tenía que buscar refugio, al menos, hasta que amainase un poco, vio un bar abierto y pensó que podría entrar para calentarse un poco.

Agradeció que el local tuviese la calefacción a tope porque estaba congelada y empapada. Se movió hacia la barra y tamborileó con las uñas sobre la superficie de madera oscura esperando a que alguien le hiciera caso.

—¿Pénélope?

La muchacha se giró sorprendida por toparse con alguien que pudiera conocerla en aquella parte de la ciudad.

—Abuelo, ¿qué haces aquí?

—Eso es algo que tendría que preguntarte yo a ti, ¿no te parece? —Le hizo una seña al camarero que se movía tras la barra para llamar su atención—. Ponle un grand crème bien caliente a mi chica, Maurice.

—En seguida.

—Ven siéntate conmigo, cuéntame por qué parece que acabes de salir de una piscina.

Lo siguió hasta una mesita en un rincón, se acomodó dejando el abrigo empapado en el respaldo de la silla.

—¿Hoy no trabajas? —le preguntó.

—No sé si volveré a trabajar nunca.

—No seas melodramática, ni que hubieses matado a alguien —murmuró, la apuntó con su botellín de cerveza—. No habrás matado a alguien, ¿verdad?

Penny rió un poco más relajada y rodeó la taza caliente que acababan de dejarle sobre la mesa con las manos para calentarse los dedos helados.

—No, pero creo que le he roto la nariz a mi jefe... ex-jefe.

—Sabes que no apruebo la violencia, pero estoy seguro de que se lo merecía, ¿me lo cuentas?

—Hace unos días fui a una fiesta, conocí a un tío y pasamos juntos el fin de semana —explicó algo incómoda—. Estuvo bien, hacía siglos que no estaba con nadie y no sé... Sé que liarte con alguien a quien no conoces pocas veces acaba bien, pero me dejé llevar.

¿Y si te quiero? Fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora