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– De nuevo – Ordeno Conway.

Y en menos de dos segundos el cuerpo de Gringo se encontraba retorciendo a causa de los choques eléctricos que le estaba causando estar conectado a la batería de un coche. Sus extremidades se contraían a la par que una serie de quemaduras leves aparecían en sus pies, luego de cinco segundos la corriente se detuvo y su cuerpo se desvaneció , solo el seguir atado a esa silla le ayudaba a no caer al suelo. Hilos de saliva salían de su boca y su respiración era irregular, el escozor que las quemaduras provocaban era insoportable, sentía que su corazón se le podría salir del pecho. Habia perdido la noción de las horas que llevaba siendo torturado.

– ¿Donde cojones se esconde tu jefe? – Susurro Conway poniéndose de cuclillas frente a Gringo quien mantenía sus ojos entre abiertos.

De la boca del moreno únicamente salieron sonidos sin sentido, Conway sonrió con satisfacción antes de darle unas pequeñas palmadas en la mejilla. Estaba hecho un cristo, ciertamente le sorprendía la resistencia que el chico tenia pero luego de varias horas lo habían logrado corromper y era cuestión de unos golpes o descargas mas para que hablara. Se puso de pie nuevamente y se giro para dirigirse a sus hombres.

– Desconecten y desaten, dudo mucho que tenga fuerzas para intentar escapar –

No recibió respuesta, pero inmediatamente sus dos hombres se encontraban acatando sus ordenes, recogieron la batería, los cables y el agua. Al momento de soltar al delincuente su cuerpo azoto contra el suelo, debilitado y adolorido, sintió como uno de esos hombres le daba vuelta de una manera brusca para quedar boca arriba. 

– Escúchame bien pedazo de mierda – Hablo de nuevo Conway, presionando con su pie la cabeza del moreno, quien solo atinaba a quejarse e intentar retirar el pie en vano. – Parece que sigues sin entender lo que esta pasando aquí, así que te lo voy a explicar. Tu y tu mafia de mierda, secuestraron y torturaron a mi comisario durante días, asesinaron a Ivanov, Gonetti, Torrente y a...Gustabo. – Hizo una pequeña pausa para tomar aire luego de mencionar el nombre del rubio, la herida seguía fresca y aun dolía. – Deben ser idiotas si se creen que van a matar a mis policías y salir impunes, vivos. La única razón por la que tu sigues aquí es sencillamente por que mis cojones lo demandan y aparte eres a quien el Calaveras ese de mierda confía su vida y si no me das la información  que te pido por tu cuenta, voy a arrancártela a como de lugar, créeme que ya me he manchado las manos antes y no me da miedo volverlo a hacer. –

– A-adelante super, arránquela por que de mi no va a obtener nada – Murmuro Gringo con debilidad.

– No esperaba menos, Gringo. 

Y salio a paso lento del lugar dejando ahí a sus dos hombres, ellos se encargarían mientras el seguía intentando de contactar con Horacio, quien no le había cogido las llamadas desde el incidente con Brown.

Dentro del cuarto ambos sujetos se retiraron las mascaras, Volkov miraba en silencio como su compañero escogía entre los diversos objetos que tenían en la mesa, lo vio tomar entre sus manos una llave inglesa y juguetear con ella pasándosela de una mano a otra. 

– Levántate chorbo, vamos a jugar un poquiño.

El moreno solo se removía en el suelo quejándose por el dolor que se mantenía en su cuerpo, intento levantarse con lentitud, apoyando sus manos en el suelo de concreto que tenia manchas secas de sangre, su cuerpo estaba cubierto de quemaduras y brechas por todos los golpes que había estado recibiendo sin parar durante días por parte de esas personas de "bien". Cada día que lo retenían en ese asqueroso y húmedo lugar confirmaba mas sus pensamientos acerca de la policía, todos y cada uno de ellos eran unos seres podridos que no eran fieles a sus valores, se manchaban las manos, asesinaban y eran corruptos, pero nadie los señalaba por ser los buenos de la película. Le tenia asco a todo aquel que portara una placa, pero había uno en especial que estaba decidido en hacer sufrir hasta que el solo se terminara matando y lo tenia frente a el con la mirada perdida y de brazos cruzados. Logro por fin con mucha dificultad ponerse de pie, sus piernas flaqueaban y punzadas de dolor se extendían por todo su cuerpo, pero lo disimulaba, negándose a que esos dos personajes lo vieran débil.

Horacio con HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora